Jaime IGLESIAS
SEVILLA
Interview
KIKO VENENO
CANTANTE Y COMPOSITOR

Kiko Veneno: «El camino que conduce al éxito es cada vez más estrecho»

Nacido en Figueres en 1952, pero criado en Andalucía, es uno de los músicos más influyentes del Estado español. El inconformismo, la experimentación y el juego siempre han sido sus divisas y lo vuelve a demostrar con «Sombrero roto», su último disco donde su peculiar poética encuentra nuevas formas de expresión. Un trabajo con el que, según sus propias palabras, ha querido cerrar un círculo.

Dice no estar cómodo hablando de política y, sin embargo, no puede dejar de expresar con vehemencia (y con mucho humor) sus postulados ideológicos. Tampoco le gusta que le califiquen como poeta, pero a Kiko Veneno, se le ilumina la mirada cuando habla de poesía. Quedamos con él en la cafetería de un céntrico hotel de Sevilla. La excusa es charlar sobre su nuevo disco, “Sombrero roto”. Sin embargo, con él no hay guion que valga y su brillante locuacidad hace que la conversación fluya más allá de toda convención.

Según usted, esta es la primera vez que tenía claro el título del disco antes de grabarlo.

Tampoco es que le dé tanta importancia a los títulos, pero en este caso lo vi claro. “Sombrero roto” es una expresión que procede de una canción, “Los delincuentes”, que grabé para mi primer disco, “Veneno”, y quise recurrir a ella buscando cerrar un círculo, preguntándome si el sombrero seguía roto y los rayos de la inspiración podían seguir entrando en mi cabeza.

A pesar de que el título conecte este trabajo con sus orígenes estamos ante un álbum de ruptura que no tiene nada que ver con lo que había hecho antes. ¿De dónde surge esa necesidad por reinventarse?

Ya en mi anterior trabajo, “Sensación térmica”, empecé a experimentar con sonido de teclados y bases techno, pero sin ninguna pretensión. Me gusta estar abierto a cosas nuevas y a partir de ahí comenzar a probar frases y melodías sin saber muy bien a dónde me van a llevar pero confiando en que me lleven a algún lado. Si de todo ese proceso sale algo creativo, pues estupendo, y si además de creativo lo que sale es divertido pues mejor, porque el humor es una interesante herramienta de comunicación que contribuye a derribar barreras.

¿Cree que estamos afectados de solemnidad?

Mucho. Si después de reunirse con Pedro Sánchez, Pablo Iglesias hubiera explicado lo que dio de sí el encuentro con algún chiste seguro que todos nos hubiéramos relajado bastante y las cosas se habrían dado de otro modo. Lo que no se puede es confiar en alguien como Rivera que nunca va a tener un detalle de humor, es muy triste.

Volviendo a ese empeño por reinventarse…

Empeño ninguno, a estas alturas no tengo ninguna necesidad de reinventarme. Yo tengo mis propias fuentes y vengo de una tradición con sello propio, una tradición que es la de “Veneno” y “La leyenda del tiempo”. Dicho lo cual, tampoco me gusta andar repitiendo fórmulas, aunque sean fórmulas de mi autoría y no porque las desprecie sino porque tengo que seguir haciendo canciones.

Y no teme que en ese deseo por evolucionar algunos le tachen de oportunista?

No, porque “Sombrero roto” no es un disco con el que busque adaptarme a los sonidos imperantes hoy en día. Aquí no hay ni gota de dance ni de trap, yo no puedo subirme a ese carro, sería engañar a la gente y engañarme a mí mismo. Yo tengo que ofrecer un sonido de persona mayor, que es lo que soy, pero eso no significa que no pueda experimentar ni probarme en otros registros.

Pero convendrá conmigo que, en una sociedad tan conservadora como la nuestra, el hecho de buscar nuevos espacios de expresión despierta recelos.

Somos una sociedad tan conservadora que no nos damos cuenta de lo conservadores que somos. A la gente le bajan el sueldo y las pensiones y aquí nadie sale a la calle a protestar porque, claro, siempre va a haber quien esté peor que nosotros y ver a todos esos pobres inmigrantes ahogándose en las pateras nos lleva a pensar ‘pues igual aquí no estamos tan mal’. Ya se sabe que mal de muchos, consuelo de tontos, y es en ese modo de pensar donde está la raíz de nuestro conservadurismo, en eso y en la hipocresía, porque ninguno de nosotros queremos trabajar en el campo, todos somos muy españoles muy españoles muy españoles como para andar recogiendo la oliva pero, eso sí, no nos privamos de insultar de la manera más zafia y más cruel a los que vienen a hacer el curro que aquí nadie quiere hacer. España no ha cambiado desde la época de los reyes católicos, seguimos sin tierra, sin dignidad, sin cultura y sin vergüenza.

Mi pregunta sobre el conservadurismo iba más bien enfocada al funcionamiento de las industrias culturales...

Ya, pero es que en España el escenario político ha condicionado mucho el desarrollo de la cultura. Aquí no tenemos una tradición de protección hacia nuestros creadores como la que tienen en Francia, con lo cual los profesionales de la música o del teatro trabajamos en condiciones muy precarias. Porque, además, ¿quién nos va a proteger? ¿la vergüenza esa de la SGAE?

En cualquier caso esos márgenes de libertad que han guiado toda su trayectoria son bastante inhabituales en la industria musical de este país. ¿Ir por libre compensa o penaliza?

A veces tengo la sensación de que no se discute tanto la libertad como la necesidad. Porque, ¿qué significa ser libre? Creo que la gente ya no está ni siquiera por ese tipo de debates sino que el estado de precariedad en el que nos encontramos nos hace preocuparnos de lo inmediato. En este sentido, y por ceñirnos a la música, no se trata de que no puedas ir por libre sino de que el camino que conduce al éxito es cada vez más estrecho. Ahora para darte a conocer tienes que participar en “La voz” o en uno de esos formatos que no tienen tanto que ver con la creación artística como con la competición. El arte no impregna la realidad sociopolítica de este país, sino que ha quedado como una droga para una gran minoría de personas. Y a la hora de elegir lo que leemos o lo que escuchamos tampoco resulta tan determinante nuestra libertad como nuestro poder adquisitivo, porque si no tienes dinero para consumo cultural tienes que conformarte con ver los grupos que te va a poner tu ayuntamiento, y los ayuntamientos ponen lo que ponen. La globalización lo que ha traído es la destrucción del Estado como actor social y los únicos que pueden fabricar dinero son las empresas privadas, y lo hacen a costa de empobrecer a las personas y de destrozar el planeta, pero si con eso y con todo seguimos votando a los mismos de siempre, ¿qué quieres?

También me imagino que tiene que ser frustrante el hecho de abrir caminos que después nadie sigue. Estoy pensando por ejemplo en dos discos como «Veneno» y «La leyenda del tiempo», que en cualquier otro lugar tendrían consideración de trabajos seminales, de esos que cambian la tradición musical de un país y, sin embargo, aquí se quedaron como dos álbumes «de culto» y poco más.

Frustrante es, lo que pasa que es muy duro vivir y crear a contracorriente. Veneno se disolvió, los hermanos Amador fundaron Pata Negra y siguieron buscándose la vida por ahí, y yo lo mismo, con lo cual en ningún momento pudimos afianzar aquello. Y en el caso de “La leyenda del tiempo” pasó igual, Camarón hizo aquel álbum y al año ya estaba de vuelta en los festivales sin dejar de ser el humilde y genial cantaor que siempre fue, pero sin hacer nada por renovar su formato. Yo tenía tantas esperanzas en aquel disco que se me ocurrió decirle a Ricardo Pachón [su productor]: ‘Bueno ¿y ahora qué? Porque esto da para hacer un grupo mundial con el que andar de gira por ahí, como Bob Marley y The Wailers, ¿no?’. Y él me decía: ‘Sí, sí, pero me da a mí que este disco no va a tener más recorrido que el que ha tenido’. Así que aquello quedó en nada porque nadie fue capaz de cogernos el testigo, un poco por conservadurismo y otro poco por miedo.

En «Sombrero roto» hay un tema titulado «Yo quería ser español», donde usted afirma que sembrar el miedo hace que la gente vote al que manda.

Es que el miedo sirve justamente para eso. Yo lo tengo muy claro y Vasile, Lara y todos los dueños de las televisiones también saben cómo va el tema. ¿Tú por qué crees si no que nos inundan en los telediarios con imágenes de catástrofes? Pues para que la gente asuma lo a gustito que está uno en su casa y que pese a lo mal que nos va, con poco somos capaces de apañar un arroz para muchos. El miedo nos lleva a eso, a apechugar con lo que tenemos. Y después la poca vergüenza que hay. Porque no ha habido medio de comunicación en este país que no haya machacado a Podemos: que si estaban financiados por Venezuela o por Irán… Y ahora que se ha demostrado que todo eso era un bulo, que fue filtrado por un policía, ninguno de los que publicaron aquellas cosas se ha molestado en rectificar. ¿Pero qué democracia es esta?

El auge de la extrema derecha, con la irrupción de VOX, ¿tiene que ver con el miedo o con el hecho de tener poca memoria?

El miedo es lo más importante porque eso es lo que nos lleva a poder ser manipulados. En España aún hay personas que creen que nosotros estábamos en el bando que ganó la II Guerra Mundial, cuando fue justo al revés. ¿Cómo se lavó la cabeza a la gente hasta el punto de creerse una mentira como esa? Pues a base de miedo y de violencia: te cargas a un millón de personas, a otro millón le mandas al exilio y a los que quedan les sojuzgas desde el miedo. Ese miedo fue el que hizo que Franco se muriera en la cama y después se mantuvo activo porque tanto Adolfo como Felipín y los que vinieron detrás determinaron que a un pueblo enfermo de miedo no se le puede decir la verdad, porque eso acabaría con él. Y la verdad es que los militares llevaban gobernando este país desde que en 1923 Primo de Rivera diera su Golpe de Estado. Pero en lugar de eso nos quisieron hacer creer que el poder del ejército era algo residual y que no se podía poner en discusión el sistema democrático por la eventual amenaza de cuatro mongolos como el Tejero o el Ynestrillas y gente así. Tú sabes, ¿no? Y claro, ahora estamos pagando las consecuencias de aquello porque la mitad de los jóvenes no saben quién fue Franco y esa ignorancia favorece que aparezca un partido como VOX, con el mismo discurso de quienes montaron el golpe del 36. A nosotros nos da miedo porque tenemos una referencia histórica, pero la mayoría de la gente no identifica ese discurso.

No es habitual que una figura de la música se exprese de manera tan contundente. De hecho, cada vez tiene más peso el argumento de que los artistas se deben a su público y que, como tal, deben procurar no hablar de política.

El otro día leí una entrevista con Woody Allen donde decía que a él los temas políticos y sociales le sobrepasan y que la inspiración para el arte hay que buscarla en el corazón de las personas y en los conflictos individuales. Y estoy de acuerdo, pero también pensaba ‘claro, tú perteneces a un país como EEUU, que ha invadido a otros legal e ilegalmente y ni siquiera os habéis enterado. Defender el arte como algo puramente espiritual es muy sencillo para ti, pero nosotros, los de los países pobres que hemos perdido guerras y que acogemos vuestras bases militares, no podemos tener ese pensamiento querido Woody. Comprendemos que las relaciones personales son las que mueven el arte pero también tenemos que estar pendientes de un montón de aspectos políticos y sociales, a ver si podemos conseguir medio vivir dignamente sin que nuestros derechos más básicos se vean afectados’.

 

Sin embargo, a la hora de expresar sus convicciones a través de la música, usted siempre ha preferido las formas poéticas antes que la enunciación pura y dura. ¿Qué valor confiere a la poesía para llegar a un público amplio?

A mí no me gusta presumir de poeta porque además no creo serlo, pero sí que soy muy cuidadoso a la hora de hacer las letras de mis canciones. Con la poesía pasa lo mismo que con el humor, son herramientas muy eficaces a la hora de conectar con la gente. Es más, ni siquiera creo que sean herramientas, para mí la poesía y el humor son la realidad. El esfuerzo por acercarte a la poesía es como el esfuerzo por acercarte a las personas, no tenemos que acercarnos por interés, sino dando un valor a la comunicación ¿no?, pues con las letras de las canciones pasa lo mismo. La poesía les da una amplitud, una atracción, te hace ver que las relaciones humanas además de inspiradoras son bellas, producen un efecto estético y eso siempre resulta hermoso. La vida es tan siniestra que si no fuera por el humor y por la poesía sería insostenible.

Siempre se ha dicho que la poesía es una forma de expresión algo elitista y, sin embargo, en «Sombrero roto» mantiene esas señas de identidad por hacer una música sencilla de raíces populares.

Yo tengo fe en la capacidad de las personas para emocionarse cuando están dentro del hecho poético, porque este es un espacio construido sobre la comunicación y el cariño. En mis letras intento recoger el mundo que he recibido y darle una vuelta para devolvérselo a mis hijos de otra manera porque, al final, la existencia es una rueda que no para de girar. Verás, yo tengo mis propios truquillos para comunicarme a través de mis letras y no quiero renunciar a ellos porque me han dado muchas alegrías y responden a lo que la gente espera de mí, así que cambiar a estas alturas ya no voy a cambiar, pero se trata de encontrar nuevos alicientes y circunstancias para seguir siendo creativo manteniendo tu idiosincrasia.

En un mundo donde apenas hay espacio para la disidencia y todo aparece homologado, ¿qué valor tiene la música para sacar a la gente de su letargo?

El valor más elevado, porque la música genera afinidad, al contrario que las banderas, que son peligrosas por la cantidad de enemistades que provocan, algo que no perciben toda esa cantidad de políticos patrioteros que tenemos. A veces me dan ganas de decirles: ‘¿Cómo no se dan ustedes cuenta de que enarbolar una bandera es una manera de excluir a otros, de situarlos al margen? ¿Nunca se les ha pasado por la cabeza?’. ¿Y por qué te estoy contando yo esto?

Le había preguntado por el valor de la música como instrumento de agitación.

Ah sí, pues precisamente por ser la más abstracta de todas las artes, la música tiene el máximo valor a la hora de sacar a la gente del letargo, porque solo las cosas muy abstractas nos pueden llevar a evidenciar lo concreto: el amor, el horror, lo insalvable. La música te mete en un estado emocional, te lleva a ser un alma sensible y por eso se le da tan poco valor, porque para que traguemos con imágenes como esas de los refugiados ahogándose en el Mediterráneo lo mejor es despojarnos de nuestra sensibilidad.