Ibai Gandiaga
Arquitecto

Escola Massana, de Carme Pinós

El madrileño Museo ICO ha presentado una exposición retrospectiva sobre una de las arquitectas catalanas más interesantes, y al mismo tiempo más desconocidas, del Estado español: Carme Pinós. La muestra titulada ‘Escenarios para la vida’ recorre la obra de la barcelonesa a través de 88 obras, construidas o en proyecto, que dan cuenta de la manera de hacer arquitectura que encumbró a la arquitectura catalana en los años 90 y 2000, consiguiendo un lenguaje propio y una gran resonancia estatal e internacional.

La exposición se estructura, tal y como se puede ver en el hall de entrada de la exposición, en ‘8+80 obras’, siendo las primeras 8 aquellas firmadas junto al malogrado Enric Miralles. En las 80 obras restantes, la arquitecta mantiene un lenguaje creado junto al arquitecto, inigualable y muy reconocible.

Esta división de 8+80 no es baladí, ya que en muchas ocasiones la descripción de Pinós ha orbitado con demasiada fuerza alrededor de la figura de Miralles, cuando no directamente se le quita la autoría de unas obras que han dibujado la cumbre de la arquitectura del siglo XX en el Estado español, como el Cementerio de la Igualada.

Carme Pinós es, sin embargo, una de las arquitectas más importantes e interesantes del panorama estatal; docente en París, Harvard, Columbia, Venezia… ha recibido el Premio Nacional de Arquitectura de España y Catalunya, la Creu de San Jordi, el premio Berkeley-Rupp, mientras los Colegios de Arquitectos estadounidenses y británicos la han hecho miembro honorífico.

Quien pase descuidadamente por Barcelona, abandone La Rambla y trate de ir, sin mucho atino, al MACBA, es posible que se vea atraído por un vacío en la trama urbana, una falta de alineación tan típica, al mismo tiempo, de El Raval barcelonés. Si avanzamos hacia ese vacío, o lo que es lo mismo, hacia la Plaça de la Gardunya, encontraremos un espacio urbano con la firma de Pinós; la pared a nuestra izquierda irá abriéndose poco a poco, anunciando que nos acercamos a un espacio público meditado. El bloque de viviendas, diseñado por Pinós, nos abre la puerta a un espacio urbano que cuenta con la intervención en la trasera del Mercat de la Boquería, mientras que, a nuestra derecha, presidiendo el frente urbano, nos encontramos con el Centro de Arte y Diseño Escola Massana.

El diseño de la escuela no puede entenderse sin la reconversión de la zona en cuestión. Pinós trabaja con una arquitectura en apariencia complicada, pero siempre resuelve sus edificios mediante la macla, la unión o la superposición, de dos o tres elementos que dialogan entre sí. En este caso, el gran volumen de 11.000 metros cuadrados se divide en dos grandes bloques, que giran para cambiar la escala y no romper el ambiente doméstico de ese barrio de Barcelona, al mismo tiempo que se resta pesadez. Del mismo modo, la alineación del bloque inferior responde a la dirección del mercado adyacente, mientras que el piso superior, girado hacia el propio mercado, hace las veces de brazo que ‘agarra’ a la persona, y la protege en el interior de la plaza.

La importancia del debate. El edificio trabaja, y mucho, la piel que habita: además de esta pieza cerámica, cuenta con paneles metálicos perforados, y lamas de aluminio que, con distinto aparejo y dirección, crean el conjunto de la fachada. La cobertura cerámica llama claramente a la tradición catalana, pero al mismo tiempo sirve para enmascarar zonas que son totalmente transparentes, y que no es sino al caer la noche en las que aparecen como lo que son, grandes vidrieras que iluminan un espacio central.

Este espacio central es clave para distribuir el espacio; sirve de unión de todas las plantas, y se plantea unas escaleras, amplias y escultóricas, que se colocan aparentemente de modo desordenado, creando un espacio público interno, tan necesario en este tipo de proyectos educativos.

La manera de hacer arquitectura de Pinós es, al oírla hablar, un maravilloso eco de un pasado en el que la reflexión tenía un papel más importante en el proceso de proyectar un edificio. Sus palabras son muy esclarecedoras: «Y en cuanto a la idea de la ciudad, el mercado va más rápido; se hacen las calles para llegar antes a las parcelas; se hacen las parcelas para llegar antes a las viviendas. El mercado ha convertido las viviendas en una pura mercancía, y eso ha acabado con la arquitectura, al menos la doméstica». La arquitecta reclama la necesidad de un debate continuo entre profesionales y pensadores, un debate que pueda llegar a la ciudadanía para conseguir lo que en realidad se busca, una ciudad más vivible y justa.