
El segundo largometraje del eslovaco Ivan Ostrochovsky ganó en la Seminci de Valladolid el premio a la Mejor Dirección, después de alcanzar un gran éxito crítico en la Berlinale. Este cineasta ya era conocido por su ópera prima ‘Koza’ (2015), con la que en el Festival de Mar de Plata obtuvo el Astor de Plata a la Mejor Dirección, y donde el boxeador de etnia romaní del peso ligero Peter Baláz, más conocido por el apodo de Koza (Cabra), se interpretaba a sí mismo.
Está claro que le atraen los temas originales o diferentes, porque en ‘Siervos’ (2020) habla de una cuestión poco debatida en Occidente, donde se ha hablado mucho de la colaboración de la Iglesia Católica con el fascismo, pero no de la que mantuvo igualmente con el comunismo, bajo otra forma de concordato Iglesia-Estado similar.
En los países de Europa del Este se creó una organización llamada Pacem in Terris destinada a asegurar la fidelidad del sacerdocio al poder soviético, y con la que El Vaticano firmaba su pervivencia bajo régimenes comunistas.
‘Siervos’ (2020) está protagonizada por Juraj (Samuel Skyva) y Michal (Samuel Polakovic), dos seminaristas en la Checoslovaquia de principios de los años 80, que cursan sus estudios en la Facultad de Teología de Bratislava. Son dos jóvenes llegados del campo que, a pesar del adoctrinamiento que allí reciben, entran en contacto con el movimiento de resistencia a través de otro estudiante, bajo la atenta mirada y vigilancia de los Servicios de Seguridad representados en la persona del doctor Iván (Vlad Ivanov).
Es una película muy influenciada por Pawel Pawlikowski e ‘Ida’ (2013), con la que comparte a la guionista Rebecca Lenkiewicz, además de una estética en contrastada fotografía en blanco y negro dentro del formato 4:3 cuadrado. Impresiona por los volúmenes pesados y solemnes de la arquitectura socialista.

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