Periodista, especializado en información cultural / Kazetaria, kulturan espezializatua
Interview
Agnieszka Holland
Cineasta

«Por mucho que pases de la política, la política no pasa de tí, no hay escapatoria»

Nacida en Varsovia en 1948, se convirtió en una de las voces emergentes del nuevo cine polaco tras dirigir obras como «Provincial Actors» (1979) o «Angry Harvest» (1985). Desde ese momento ha desarrollado casi toda su carrera fuera de su país de origen. Vuelve a las salas con «Charlatán».

La realizadora Agnieszka Holland. (Jacek POREMBA)
La realizadora Agnieszka Holland. (Jacek POREMBA)

Autora de películas como ‘Europa, Europa’ (1991), ‘El jardín secreto’ (1993) o ‘Copying Beethoven’ (2007) y recientemente nombrada Presidenta de la Academia de Cine Europeo, Agnieszka Holland vuelve, en cierto modo, a sus orígenes con ‘Charlatán’ una aproximación llena de ambigüedad a la figura de Jan Mikolášek, un curandero de gran fama en la Checoslovaquia de los años 30 y 40 cuya indefinición ideológica y su disposición a colaborar con gobernantes de distinto signo le hicieron caer en desgracia a finales de los años 60. Un personaje a través del cual Holland profundiza en las tensiones entre individuo y Estado (una constante en su cine) y del que se sirve para retratar una época.

​¿Cómo fue el proceso de llevar a la gran pantalla la historia real de Jan Mikolášek?

La verdad es que todo comenzó con un trabajo de indagación por parte de un sobrino biznieto de Mikolášek que empezó a reunir una gran cantidad de documentos familiares y de legajos oficiales de cara a reconstruir la vida de este señor. Ese trabajo de reconstrucción histórica le condujo hasta la televisión checa con la idea de proponerles la realización de un documental, pero aún había muchas lagunas sobre el personaje y los responsables de la televisión le sugirieron que, teniendo en cuenta esto, mejor que un documental podía desarrollar un argumento para un film de ficción y le pusieron en contacto con el guionista Marek Epstein quien quedó entusiasmado por las múltiples aristas que ofrecía un personaje así.
 
Pero me imagino que, justamente esas aristas, así como el hecho de estar ante una personalidad ambigua dificultarían definir un enfoque sobre el personaje.

Fue una labor prolija, al final se trata de unir los puntos entre lo que sabemos a ciencia cierta del personaje de cara a poder llegar a intuir aquello que no sabemos de él. Por ejemplo sabemos que su formación como médico fue autodidacta al lado de una vieja curandera que le enseñó las propiedades de las diversas plantas y cómo analizar las muestras de orina. También sabemos que durante la ocupación alemana de Checoslovaquia gozó del favor de algunos jerarcas nazis y que después, tras la implantación del sistema comunista fue un protegido del presidente Zápotocký, de quien incluso fue amigo. Sabemos que estuvo casado pero que vivió muy poco tiempo con su mujer. Su homosexualidad sigue siendo un tema algo oscuro ya que hay muy poca información al respecto pero se da por hecha. En resumidas cuentas, teníamos mucha información sobre las circunstancias históricas que rodearon al personaje pero sabíamos muy poco sobre él, sobre sus pensamientos, sobre sus sentimientos, sobre sus emociones. Teníamos una autobiografía que había escrito Mikolášek al final de sus días, una vez hubo salido de la cárcel, pero tampoco nos servía porque daba una imagen demasiado elevada de sí mismo  y no nos interesaba rodar una hagiografía, sino ofrecer una visión del personaje que trascendiera el cliché y el lugar común.
 
No es la primera vez que rueda fuera de su país y, sin embargo, a pesar de estar arraigados en diferentes lugares y ambientados en distintas épocas, en todos sus largometrajes se percibe una suerte de identidad común.

La verdad es que siendo polaca he rodado muy poco cine en mi idioma materno, la mayoría de mis películas las he realizado en otros idiomas pese a lo cual he tratado de estar muy atenta para que la identidad cultural de esos países en los que he trabajado no quedase diluida porque para mí es un aspecto esencial. Me gusta que las historias que cuento tengan un arraigo pero que a la vez posean un valor universal. Yo creo que mi principal virtud como cineasta es estar abierta a la comunicación, me gusta asumir mis películas como un vehículo para trasladar al espectador ideas, emociones… Esa es mi fortaleza como directora y también, a veces, mi mayor debilidad.
 
En el caso concreto de «Charlatán» es una película que acontece en la Checoslovaquia de los años 50 pero ese conflicto entre la libertad del individuo y las exigencias del sistema es algo que está presente en toda su obra. ¿Cómo lo justifica?

No me gusta ser demasiado racional respecto a mi obra ni siquiera cuando ruedo lo soy, así que me cuesta encontrar un sentido a las constantes que otros veis en mis películas. Lo único que puedo decirte al respecto es que nunca he sido muy optimista en lo que se refiere al ser humano y supongo que ese escepticismo se deja sentir cuando abordo las relaciones entre individuo y sociedad. Pero al mismo tiempo siento un respeto enorme por aquellas personas que sabiendo que no van a ganar continúan luchando, un poco al modo de Sísifo según lo retrataba Albert Camus que siendo consciente de que nunca iba a llegar a depositar la piedra que cargaba sobre sus espaldas en la cima de la montaña, seguía intentándolo uno y otra vez porque esos intentos son los que daban sentido a su existencia.
 
Usted siempre toma partido por la libertad del individuo pero sus protagonistas lejos de ser héroes son seres imperfectos que, en su rebeldía, pueden llegar a traicionar y a dañar a quienes más han confiado en ellos. ¿Fue ese punto también el que le interesó de la historia de Mikolášek?

Siempre he odiado esa exigencia de perfección que nos obliga a posicionarnos al lado de aquello que socialmente se considera lo correcto. Eso limita notablemente la libertad del individuo. Los seres humanos somos complicados, imperfectos y yo si hago cine es justamente para mostrar esa complejidad. Ofrecer una versión simplificada del ser humano equivale a mentir.
 
¿Cree que el gran error de Mikolášek fue creerse por encima de la política, de las circunstancias que le rodearon?

No sé si se puede calificar de error porque Mikolášek nunca fue un revolucionario y en el contexto en el que él vivió eso le incapacitaba para ser un héroe por mucho que él se viera a sí mismo como tal.  A su favor hay que decir que su instinto de supervivencia le condujo a tener que adaptarse a los distintos regímenes que se sucedieron en Checoslovaquia en muy poco tiempo y eso sí puede que, a la larga le pasase factura. Pero si te dan a elegir entre la muerte o el colaboracionismo lo normal es elegir lo segundo. Además Mikolášek nunca tuvo una conciencia política muy clara, él pensaba que estaba en el mundo para salvar a la gente, para curarles. No obstante lo que está claro es que por mucho que pases de la política, la política no pasa de ti. No tenemos escapatoria.
 
Justo en mitad de la pandemia usted fue elegida presidenta de la Academia Europea de Cine. ¿Cómo cabe reivindicar de una conciencia paneuropea a través del cine cuando cada país de la UE parece cada vez más cerrado sobre sí mismo?

Es cierto que vivimos días donde el proyecto europeo parece dar síntomas de debilidad lo cual ha sido aprovechado por diversas fuerzas políticas ultranacionalistas para ponerlo en cuestión. Pero en la agenda de esos partidos no hay un proyecto de futuro, sus programas solo pueden conducirnos a un callejón sin salida. Esperemos que la razón se imponga aunque debemos ser conscientes de que la Historia no nos avala en este sentido y de que si miramos al pasado se han tomado decisiones muy irracionales que han puesto en juego la identidad europea.
 
¿Y el cine tiene futuro más allá de las salas? Porque esta crisis parece haber dado la puntilla a circuitos de exhibición tradicional. ¿Cómo puede responder Academia de Cine frente a ese cambio de paradigma en el consumo de cine?

Es verdad que las plataformas han traído más dinero y han facilitado la distribución de muchas películas a lo largo de este año. Pero hay un tipo de cine que parece no tener cabida en las plataformas y me refiero al cine de autor, a aquellas películas más controvertidas o que asumen patrones de riesgo. Porque las plataformas no atienden a criterios de calidad sino que funcionan mediante algoritmos fijados para la obtención de unos beneficios preestablecidos. En ese sentido echo en falta esas figuras que tenían antes las productoras, esos ejecutivos con olfato que se arriesgaban en la toma de decisiones. Y esto representa un peligro para el cine europeo de autor. Sin embargo el cine de autor sobrevivió a la dictadura de las televisiones, del vídeo doméstico y a otros escenarios de dificultad por lo que es muy probable que también encuentre el modo de subsistir en este escenario de incertidumbre que se ha visto agravado por la pandemia que ha supuesto una bofetada económica tremenda para el cine. Tanto es así que hasta dentro de dos o tres años no vamos a salir de esta. Lo que creo es que para remontar el vuelo en Europa debemos hacer un cine mucho más valiente.