Iñaki  Iriondo
Cronista político

¡Habrá presupuestos!

La aseveración que encabeza este comentario, incluidos sus signos de admiración, es cien por cien segura. El mediodía del 23 de diciembre, en vísperas de las navidades, la CAV contará con presupuestos para 2022. PNV y PSE suman mayoría absoluta en la Cámara. Pueden hacer con sus cuentas lo que les venga en gana (bueno, más los Ortuzar que los de Andueza). Con esa premisa ha de abordar cualquier partido de la oposición –y quienes desde fuera pretenden influir en el debate– una negociación de este tipo. Con esa certeza y con la confianza en sus propias fuerzas, que en este caso no es una cuestión menor.

Por lo tanto, la base de todo es que presupuestos va a haber. Continuistas, neoliberales, vendidos a la patronal, antisociales y con todos los calificativos que se le quieran poner. Pero los habrá. Frente a esta realidad y a la de que, al menos de aquí a que se aprueben en cuatro semanas, no parece factible hacer la revolución ni formar los soviets ni acabar con el capitalismo (todos ellos objetivos tan loables como deseables e incluso necesarios), la decisión nuclear es si se deja que se aprueban las cuentas preparadas por el Gobierno de Urkullu crudas o se pueden intentar cocinar o al menos aliñar de algún modo.

¿Es mejor o peor tener en esos presupuestos que no son los tuyos, pero que se van a aprobar de todos modos, más millones para la atención primaria en Osakidetza, la sostenibilidad energética, las Ayudas Emergencia Social, la inclusión de personas en riesgo de exclusión o las residencia? Y claro, hablando de partidos, ¿quién gana más política y socialmente si esos avances salen adelante?

El equilibrio entre esas dos preguntas es la X a despejar.