Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea / Redactor especializado en internacional

París recela del expansionismo chino, pero obvia su pecado colonial

Todo lo que ocurre en el Indo-Pacífico, con China al acecho, tiene su vertiente geoestratégica, pero el independentismo en Nueva Caledonia responde en primer lugar a un resentimiento contra el colonizador francés.

Colegio electoral en Nouméa, capital kanaka. (Theo ROUBY/AFP)
Colegio electoral en Nouméa, capital kanaka. (Theo ROUBY/AFP)

Nueva Caledonia tiene un alto valor estratégico para el Estado francés. Situada a 17.000 kilómetros de la metrópoli, es una de sus tres posesiones coloniales en el área Indopacífica, junto a La Polinesia y a La Reunión, una región que ha cobrado una gran importancia geopolítica en los últimos años.

El archipiélago, con 1,5 millones de kilómetros cuadrados de zona económica exclusiva, garantiza a Paris une vasta superficie de aguas territoriales y un punto de entrada a esa región geoestratégica.

La ampliación de los intereses chinos, no solo hacia Taiwán sino más allá, hasta las Islas Salomón, y Kiribati, hace temer a París que, en caso de independencia, llegue también a Nueva Caledonia, con altas reservas de níquel, un mineral muy preciado para la fabricación de baterías –es el cuarto productor mundial–, y de cobalto.

A nadie se le oculta que Pekín aspira no solo privar a EEUU de sus aliados históricos o recientes (sobre todo Corea del Sur, Japón, Filipinas y Vietnam) sino acabar con la red colonial occidental en las islas de la región, porque complica el acceso de China a sus recursos.

Bastien Vandendyck, analista internacional y experto en el Pacífico, asegura que «todos los estados melanesios se han convertido en satélites de China (…) Solo le falta Nueva Caledonia para que el collar de perlas chino-melanesio se cierre totalmente en torno a Australia», añade.

El interés de Pekín por el archipiélago es, primero y sobre todo, económico. China ya es de hecho el primer comprador de níquel kanato.

Australia se mantiene a distancia pero espera que el Estado francés siga dominando Nueva Caledonia para frenar a China. El hecho de que Camberra haya plantado a París rompiendo un contrato de compra de submarinos nucleares franceses para priorizar el tratado militar anglosajón (AUKUS) con EEUU y Gran Bretaña no influye en esa ecuación.

No solo está atenta Australia, sino todas las islas de la región. Los países melanesios (Fidji, Papúa-Nueva Guinea, Vanuatu, Islas Salomón) han hecho causa común con los kanakos pidiendo atrasar el referéndum. Lo mismo ha hecho el «Pacific Elders Group», que agrupa a las islas de Guam, Palau, Marshall, Kiribati y Tuvalu.

China, por su parte, niega toda injerencia y pone en sordina sus crecientes contactos con el independentismo kanako.

El director del Centro de investigación sobre las islas del Pacífico en la Universidad de  Liaocheng, Zhao Shaofeng, justifica que las inversiones chinas han estimulado el empleo en las islas del Pacífico y añade que la independencia de Nueva Caledonia podría dinamitar un comercio bilateral «ya floreciente».

El experto chino recuerda, en cualquier caso que «la era colonial terminó. Todos los pueblos tienen derecho a autogobernarse».

Y ahí reside la cuestión de fondo, el ansia del Estado francés por mantener una suerte de relación neocolonial con Nueva Caladonia y con el conjunto de los territorios de Ultramar.

Lo que supone mantener la discriminación sobre sus habitantes originarios en favor de los herederos de los colonos franceses.

De ahí el creciente malestar y la impaciencia de esos pueblos, como han evidenciado las recientes revueltas en Guadalupe y Martinica, posesiones galas en las Antillas, a raíz de unas protestas por las medidas contra la pandemia.

Todo es utilizable políticamente en la pugna geopolítica, también un referéndum de independencia en Nueva Caledonia. Y más tratándose de la región del Indopacifico, nuevo epicentro del ring mundial.

De hecho, las islas del Pacífico son ya escenario de esa batalla entre potencias. Las también recientes protestas en las islas Salomón después de que su gobierno decidiera dejar de reconocer diplomáticamente a Taiwán por presiones de Pekín son una prueba de ello.

Pero desconocer, como en el caso de Nueva Caledonia, las ansias de independencia de los kanakos obedecen a causas profundas y que tienen que ver con la pendiente descolonización es, simplemente, tratar de ocultar el problema de fondo.

Es, en definitiva, repetir ese pecado tan bíblico, y tan francés –tan humano– de ver la paja en el ojo ajeno (chino) y no ver la viga en el propio.