Maite Ubiria
Aktualitateko erredaktorea, Ipar Euskal Herrian espezializatua / redactora de actualidad, especializada en Ipar Euskal Herria

«Votar a Mélenchon para no tener que elegir la papeleta de Macron en segunda vuelta»

Versión doméstica de la ‘realpolitik’ para electores abatidos de la izquierda o asidero para abstencionistas, la pirueta abre un pasillo, ciertamente angosto, a Jean-Luc Mélenchon. ¿Se puede evitar un duelo Macron-Le Pen cara a la segunda vuelta?

En el duelo previsto entre Macron y Le Pen se ha hecho presente el «tercer hombre», Jean-Luc Mélenchon.
En el duelo previsto entre Macron y Le Pen se ha hecho presente el «tercer hombre», Jean-Luc Mélenchon. (Nicolas TUCAT | AFP)

Una campaña congelada que se ha calentado en placa de inducción en su recta final.

Difícil saber, en tales circunstancias, hasta qué punto han dejado poso los programas de los doce candidatos que aspiran a ocupar el Palacio del Elíseo, en buena parte de la campaña inaudibles por el ruido atronador de las bombas en Ucrania.

Con todo, a menos de 48 horas de que se abran los colegios electorales en el Estado francés y, también en una parte de Euskal Herria, los candidatos aquilatan los últimos mensajes en la esperanza de que los votantes cristalicen su opción.

Una misión compartida: evitar que la abstención desluzca la madre de todas las elecciones, la elección del presidente de la República, clave de bóveda de la arquitectura electoral, según los códigos de la V República. 

Máxime cuando el cambio de orden entre presidenciales y legislativas, convierte el voto al Parlamento, previsto en junio, en una tercera manga tras los comicios de este domingo y de la definitiva vuelta del 24 de abril. Para mayor gloria de un presidente si cabe más poderoso.

La persistente pujanza de la ultraderecha, que con dos marcas en disputa podría rondar el 30% de los sufragios en juego, ha encendido las alarmas.

Eso sí, con la tardanza impuesta por la decisión del presidente saliente, Emmanuel Macron, de no jugar la campaña, ocupado desde el 1 de enero en tareas de diplomacia por su doble cargo de presidente de turno de la Unión Europea.

El desestimiento del mandatario liberal, que apenas ha bajado a la arena, y ha evitado el debate con los otros candidatos, ha permitido a Marine Le Pen hacer la tan ansiada campaña «tranquila» a la que aspiraba para afianzar su costumización como presidenciable.

Macron no debate, Le Pen tampoco. Macron sortea las ofertas de acudir a ciertos platós, Le Pen recorta, a su vez, su programa de actos de campaña para, centrándose en plazas seguras, tratar de prolongar ese viento de cola que le otorgan los últimos sondeos. Y no cometer errores en la recta final a las urnas.

Los dos favoritos, con un programa económico similar

¿Es inevitable el duelo que pronostican las casas de apuestas de la demoscopia desde hace meses? Aunque rebajando quizás posiciones desde ese máximo del 28%, Macron tendría garantizada la plaza de salida el próximo domingo, y su contrincante de 2017 es la mejor situada para, colocando el diapasón por encima del 20%, pasar a segunda vuelta.

Volviendo a la decisión de Macron, adoptada, para evitar confusiones, desde antes de que se revitalizara la guerra en Ucrania.

La decisión asumida de rehuir el debate de ideas tiene una cierta dosis de responsabilidad en ese escenario de fatalidad.

La exaltación de Éric Zemmour ha ayudado a normalizar Le Pen, pero no es menos evidente que el «esto y todo lo contrario» a que se ha consagrado un joven presidente que rechaza «un debate a doce porque sería un circo» pero que monta un mitin central con fanfarria de campaña estadounidense, le ha ha hecho también un favor a la ultraderechista.

Un dinero a cuenta, pensarán quizás los asesores del exempleado de la Banca Rothschild, dando por sentado que los franceses le preferirán siempre a él, aunque la candidata «ultra» oficial haya elaborado para esta contienda de 2022 un programa económico que no se aparta ni un milímetro de la ortodoxia de la patronal Medef. Como el de Macron.

Del no aumento del salario mínimo o Smic al apoyo a la capacidad de compra de las familias vía bonificaciones que no consolidan derechos sociales, Le Pen no cuestiona ninguna de las reformas antisociales impulsadas en el quinquenio de Macron.

Hasta ha renunciado a la promesa de la jubilación a los 60 años. Apoyará además las inversiones en el mercado inmobiliario y las exoneraciones en las donaciones en vida. Idem para las grandes fortunas.

La «candidata del pueblo» ha escrito un programa que no hace precisamente sombra al «presidente de los ricos». Cosa distintas es quién ofrezca mayor credibilidad a los mercados.

En el programa de la nueva le Pen no hay ni rastro del Frexit, y se postula, a lo sumo, una renegociación de los tratados comunitarios para proteger mejor los intereses de los franceses.

Ración extra de autoritarismo

Si los electores hexagonales votan solo con la mano en la cartera tendrán difícil distinguir entre esas dos papeletas.

Deberán afinar para discernir también en materia de seguridad, ya que la ración extra de autoritarismo que propone Le Pen –más uniformes, menos multiculturalidad; más fronteras menos derechos para los no nacionales– es una subida de tono, ciertamente inquietante, sobre un terreno abonado por las violencias policiales, el recorte del sistema público y una visión elitista del ejercicio del poder. Porque ese ha sido, también, el legado de Emmanuel Macron.

Pese a ello, dejemos sentada la evidencia: pegar a Macron con la porra de Le Pen es una opción irresponsable desde la perspectiva de la defensa de los valores que han cimentado la democracia francesa, ganados, en gran medida, adoquín a adoquín y barricada a barricada.

El que, como afirma el anticapistalista Philippe Poutou, Euskal Herria sea «un territorio de resistencia», ante el desprecio centralizador, pero también una tierra inhóspita para la ultraderecha ofrece una brújula. Le Pen quedó segunda en la primera vuelta estatal en 2017. Llegó cuarta en el recuento en Ipar Euskal Herria.

Pécresse no dará consigna de voto

¿Cómo se frena a la ultraderecha? El pacto republicano, pese a estar ya muy cuestionado, dio poderes absolutos a Macron en las precedentes elecciones.

Hoy la candidata de Les Républicains (LR), Valerie Pécresse, adelanta que dirá a quién apoyará, pero no dará consigna de voto a sus electores, cara al 24 de abril. ¿Vía libre a que los nostálgicos de Fillon desfilen hacia la marca azul marino?

Ya hace cinco años Jean-Luc Mélenchon no dio consigna, aunque los análisis postelectorales dejaron en evidencia que no hacía falta. Los electores de la France Insoumise que acudieron a votar en segunda vuelta hicieron barrera a la candidata del entonces Frente Nac¡onal.

Pero volviendo al título del artículo, entre Macron y Le Pen, el sprint final de la campaña ha ofrecido una bandera de conveniencia.

Pirueta o simple versión doméstica de la realpolitik, a los abatidos electores de la izquierda francesa se les propone una tercera vía que, de paso, otorga un as a Jean-Luc Mélenchon para caminar por un desfiladero y colarse en la liza final.

En 2017 llegó cuarto, pisando los talones al luego defenestrado François Fillon. Y se quedó a un millón de votos de Le Pen.

En los sondeos cara al 10 de abril se ha asentado en la tercera plaza, lo que le da una opción, la última. Para los primeros espadas de FI y RN esta será la última intentona.

Aunque colara la bola de Mélenchon, lo que supondría la sorpresa con mayúsculas de la noche electoral del domingo, el resultado final no cambiaría, dicen los mantras de la numerología electoral, porque Macron le batiría con facilidad el 24 de abril.

¿Emulando la goleada que le metió a Le Pen en 2017?

El voto de Mélenchon ha esbozado una opción -con todas las pinzas que se quiera- para electores de la izquierda tradicional y para el volatil campo del ecologismo.

Sin embargo, el tribuno, que también se ha sometido a un tratamiento de dulcificación de imagen, necesita que el electorado más apático, que busca refugio en la abstención, o que puede salir de esa bolsa que se presume amplia para depositar el voto del «que pete todo» que encarna Le Pen encuentre una razón para movilizarse a favor de su proyecto.

Sacar de la primera vuelta a Le Pen parece el único, y difícil, logro al que podría aspirar la izquierda y el ecologismo este domingo. Al menos de la izquierda hexagonal, ya que la posición hiper republicana de Mélenchon no le permite encontrar simpatías en las naciones que conviven en el Estado francés.

Con todo, en la primera vuelta de 2017, en la que Macron porcentualmente mayor en Euskal Herria que en el Estado, el aspirante insumiso fue el más votado en localidades vascas como Maule y Hendaia, y llegó segundo en Baiona. Todo tiene un matíz.