Daniel   Galvalizi
Periodista

Acabado el show de Vox: quién gana, quién pierde y quién debe irse

La moción de censura ha tenido su previsible final, la derrota. Pero lo evidente no impide que haya consecuencias en la dinámica política del Estado. Tanto en el bloque de las derechas como las izquierdas ha habido movimientos que traerán repercusiones en un año muy electoral.

Tamames y Abascal, protagonistas del disparate, salen tocados.
Tamames y Abascal, protagonistas del disparate, salen tocados. (Eduardo Parra | Europa Press)

El experimento llamado Ramón Tamames ha acabado. La idea extravagante que comenzó a hacer eco en los medios hace dos meses, con la extrema derecha convocando a un nonagenario excomunista abocado a una deriva de nacionalismo español casposo, ya tuvo su concreción. Durante día y medio ha podido verse en forma televisada cómo la sede parlamentaria se convertía en un teatro con escenas decadentes, haciendo crujir en contradicciones el sentido mismo de un mecanismo legítimo como es el de la moción de censura.

El resultado técnico ha sido la derrota aunque con menos votos negativos que en 2020. En aquella oportunidad solo acompañaron a Vox los votos propios. Esta vez sumaron al redil un voto de un tránsfuga de Ciudadanos (diputado electo por Sevilla) y las abstenciones del PP y de sus aliados tránsfugas de UPN, Sergio Sayas y Carlos García Adanero.

El proceso de moción de censura, por el propio reglamento del Congreso, implica la paralización de la actividad parlamentaria durante una semana y la concentración de la atención en un pleno durante dos días (ha durado menos que hace dos años gracias a la sobriedad de Pedro Sánchez y Ramón Tamames, que tenían tiempo ilimitado para réplicas, y a que varios grupos no han utilizado el total de minutos a disposición, entre ellos el PNV y EH Bildu). Por tanto es un hito incluso cuando se sabe que no va a prosperar.

Los partidos han puesto en juego estrategias y discursos en el evento político más importante de lo que va del año. Han quedado algunos claros, y no tanto, ganadores y perdedores, y tampoco han faltado aquellos que si tuvieran decoro, deberían marcharse.

Ganar contra las cuerdas

Sin dudas ha resultado ganadora de todo este vendaval parlamentario la vicepresidenta Yolanda Díaz. A ojos desprevenidos puede parecer que el destino le jugó una buena pasada y que justo cuando anuncia la fecha de su decisión presidencial fue elegida por Sánchez para responder. Pero no.

Yolanda Díaz, vehemente en el estrado. (Alejandro Martínez Vélez | Europa Press)

Fuentes de inobjetable cercanía con la ministra de Trabajo aseguraron a NAIZ que Díaz ya sabía desde antes del sábado que ella iba a comparecer en la moción representando al socio minoritario del Gobierno de coalición. De hecho, se lo informó a la secretaria general de Podemos el fin de semana. Y fue dos días después, el lunes, cuando comunicó a través de las redes sociales que el 2 de abril convocaba a la prensa y simpatizantes para informar su decisión (por supuesto, positiva) sobre su candidatura a presidenta del Gobierno por un espacio de confluencias a la izquierda del PSOE.

Díaz tenía la mesa servida para comenzar a mostrarse en modo presidencial. Sánchez eligió que ella sea la otra voz en nombres del Gobierno (incluso por encima de la vicepresidenta primera, Nadia Calviño). Fuentes del Ministerio de la Presidencia negaban ante una consulta de NAIZ que esto haya sido para «entronizarla», como han señalado con ironía Cuca Gamarra (PP) e Inés Arrimadas (Cs). «El presidente quiso que ella sea una voz que refuerce la defensa del Gobierno. Que la oposición lo interprete como quiera», responden desde la cúpula de la cartera de Felix Bolaños, uno de los capitanes de la estrategia de Moncloa.

Díaz ha sabido aprovechar la alfombra roja de Sánchez y ha logrado un buen prólogo para su 2 de abril

Díaz supo aprovechar la alfombra roja y se lució este martes con un discurso que en forma y contenido fue correcto y coherente, además de un tono más vehemente enfrentando a Tamames en el terreno de derechos laborales, feministas y económicos. Fue ovacionada por sus aliados más fuertes, los de Catalunya En Comú, la confluencia más ancha de Unidas Podemos, además de ser aupada por el ministro Alberto Garzón (coordinador general de IU). En redes sociales, muchos referentes dieron un espaldarazo (con la mención incluso de «presidenta») a la ponencia de la exconcejal de Ferrol.

Otro detalle: Díaz tuvo la deferencia de agradecer a varios miembros del Consejo de Ministros pero hacerlo en primer lugar a las dos de Podemos, Ione Belarra e Irene Montero, con quienes mantiene un abierto enfrentamiento en cuanto a la estrategia electoral. La vicepresidenta ha adelantado su posicionamiento y aprovechó en su beneficio la moción, un buen prólogo de cara a su 2 de abril.

También el líder del PSOE es un ganador neto de la moción, pero en su caso era esperable. La mayoría de investidura, es decir la izquierda española y los soberanistas vascos y catalanes, ha sido más que ratificada. El escándalo de corrupción del exdiputado socialista denominado Tito Berni, o los problemas derivados por la aplicación de la Ley del Sí es Sí, han sido dejados de lado en la arena mediática y el debate ha vuelto a girar en torno al rol de la derecha españolista y las contradicciones entre sus dos grandes formaciones.

EH Bildu y ERC también han ganado por mostrar su utilidad para evitar que el Gobierno del Estado caiga en manos del jacobinismo casposo

 

Las bestias negras a las que más dedicó críticas Tamames, que son los independentistas vascos y catalanes, también se han visto reforzados. Frente «a la alternativa de la nada», como ha tachado este martes Patxi López al tandem PP-Vox, EH Bildu y Esquerra Republicana han vuelto a mostrar su pragmatismo estratégico y su utilidad como herramienta para evitar que el gobierno del Estado caiga en manos del jacobinismo ultramontano y casposo.

Mertxe Aizpurua se apresta a responder a Tamames. (Alejandro Martínez Vélez | Europa Press)


Perder en ausencia

Había una especia de fantasma virtual sobrevovolando el hemiciclo y se llama Alberto Núñez Feijóo. Mencionado decenas de veces durante el debate, el líder del principal partido opositor no podía estar presente porque su escaño pertenece al Senado, por tanto no podía responder ninguna de las críticas. Es cierto que podría haber estado en la tribuna observando omnipresente y hablar en los pasillos, pero ha decidido el silencio. De hecho el martes tuvo una reunión con embajadores de los países de la UE en la sede diplomática sueca.

Feijóo pudo estar al menos en la tribuna pero ha optado por el silencio. No se salva del efecto pinza

 

La decisión es mantenerse callado unos días sin hablar pero Feijóo no se salva del efecto pinza. Abascal, con toda la intención, quiso poner en evidencia sus «indefiniciones» y constantes «intentos de pacto» con el PSOE, mientras que Sánchez y todo su gobierno ha machacado en el hecho de la abstención. En su discurso de este miércoles, el exlehendakari lo ha enfatizado: «En cuestiones centrales no hay nada peor que parecer neutrales. El PP ha elegido el lado de Vox».

El discurso de Gamarra ha buscado neutralizar las críticas explicando que la abstención era «por respeto al profesor Tamames» pero que no podían apoyar un proyecto que no era el suyo y que se mostraba confuso (por las diferencias programáticas entre candidato a investir y partido proponente). Sobre el final, le ha pedido a Sánchez evitar estos «meses de agonía» y convocar elecciones generales para el 28M. Su tono no ha sido estridente, se ha desmarcado suavemente de Vox sin enfadarlo (lo contrario a Pablo Casado hace dos años) y su bancada sólo se ha permitido la exasperación cuando habló el portavoz del PSOE.

Otro que ha perdido, y está por verse cualitativamente cuánto, es Vox. La derecha radical filial hispana quiso mostrarse más abierta que sus compadres de Hungría y Polonia y llevar a un intelectual de pasado comunista para mostrar que puede ser pragmática y flexible. El tiro salió por la culata y quizás deje una herida más grande de lo imaginado (las encuestas lo informarán a su debido momento, pero la base electoral tan sólida de Vox quizás no haga pagar tantos costes).

Vox quiso mostrarse más abierto que sus compadres de Hungría y Polonia, pero el tiro del excomunista le ha salido por la culata

 

Abascal ha quedado casi en ridículo al llevar a un Tamames que demostró desconocer, enfermo de vanidad y necesidad reivindicativa. No tanto por su discurso (en el cual se perdió y demostró estar fuera de ritmo parlamentario) sino por las entrevistas dadas a varios medios, en que demostró lo poco confiable que era y la egolatría que motorizaba la aceptación del ofrecimiento de liderar la moción. Además, y sin ser peyorativo con respecto a la edad, la destreza y velocidad mental que requiere un debate de investidura demostró no tenerla.

Las escenas ridículas y bordeando lo patético vividas en el hemiciclo con un candidato confundido y desganado, con ideas estrafalarias y extemporáneas, no dejan bien parado al líder de Vox ni a su entorno. El proceso se ha dado de tal forma que algunos líderes testimoniales del conservadurismo español consideran que la operación es un golpe interno encubierto de Espinosa de los Monteros. No sería sorprendente en un partido en el que se ha defenestrado a Macarena Olona y degradado a Ortega Smith en menos de un año.
    
Hora de marcharse
    
No merece la pena ahondar mucho en Tamames. Solo dejar en claro que lo mejor que puede tocarle para vivir sus últimos años es estar lejos de la política y dejar de hacerle disfavores a los habitantes del Estado español. Con lo último hecho ya sobra y vale esperar que el foco ganado estos días ojalá no lo tiente para volver a ser un actor político. Su transfuguismo serial lo ha retratado como capaz de cualquier giro copernicano.

Otros que deberían contemplar una retirada digna son los asesores de la Ejecutiva de la extrema derecha. Este circo que montaron les ha valido una cuota de descrédito, pelearse con algunos medios que les eran muy afines y encima perder coherencia, algo que para un votante tan ideológico como el suyo es importante.

El primer consejero de la cúpula que debería dar un paso al lado es Fernando Sánchez Dragó, el escritor ultraconservador y españolista que propuso la operación Tamames. El número 2, Espinosa de los Monteros, sería la cabeza visible más proclive a rodar si un líder de partido busca una renovación.

La moción de censura es en cierta forma de clausura. En 66 días serán las municipales y tres autonómicas. Ya no hay más tiempo que perder

 

También ha demostrado estar fuera de juego para los nuevos tiempos la portavoz de Cs, Inés Arrimadas. Si bien ha votado en contra de la moción, su discurso va a contramano de la nueva ejecutiva del autoproclamado partido liberal, que quiere volver al centro reformista que inspiró a aquel partido antes de que Albert Rivera se suicidara políticamente con la foto de Colón.

Al escuchar la ponencia de Arrimadas, la gestualidad de Edmundo Bal, rival interno y referente del centrismo en Cs, era bastante explícita. «Es un discurso que ha vuelto a la ultraderecha», se le escuchó opinar a uno de los ministros más importantes. «Usted es una buena parlamentaria, una pena que siempre hable de lo mismo», disparó Gabriel Rufián.

La moción de censura es en cierta forma de clausura. Se cierra un ciclo político debido a que se aproxima el receso de Semana Santa y luego la precampaña electoral. En 66 días serán las municipales en todo el Estado y las autonómicas en 13 autonomías, entre ellas Madrid, Pais Valencià y Nafarroa. Ya no hay más tiempo que perder ante circos decadentes de una derecha rancia y desnortada.