Bilbo en los primeros años de franquismo: propaganda, adoctrinamiento y represión

Tras casi un año de guerra y después de sufrir aterradores bombardeos contra la población civil, el 19 de junio de 1937 Bilbo cayó en manos de los franquistas, que hacían ese mismo día su entrada triunfal por Atxuri. La guerra había terminado, pero comenzaba una era de represión y adoctrinamiento.

Tropas franquistas entrando a Bilbo y cruzando la ría por un puente improvisado a la altura del Arenal.
Tropas franquistas entrando a Bilbo y cruzando la ría por un puente improvisado a la altura del Arenal. (Bilbaopedia)

Tras los recorridos por Abando, Santutxu y Artxanda, este mes de septiembre el Casco Viejo ha puesto el broche final al programa ‘La Guerra Civil en Bilbao: Una mirada hacia atrás’ que ha tratado de acercar a los bilbainos y bilbainas cómo se vivió la guerra y cuáles fueron sus consecuencias en la capital vizcaina.

En esta ocasión, el itinerario por el Casco Viejo ha puesto el foco en la caída de la villa y en cómo el régimen franquista se hizo cargo del Gobierno de todas las instituciones e impuso nuevas políticas que conllevaron grandes transformaciones en la sociedad de la época.

Contexto

En la primavera de 1937, el ejército sublevado, con Bilbo como objetivo, comenzó su ofensiva definitiva en Euskal Herria. Su superioridad militar en el campo de batalla, gracias a la ayuda de los fascistas italianos y la alemania nazi, le permitió un rápido avance, y por el camino no dudaron en bombardear indiscriminadamente decenas de localidades, como Otxandio, Durango o Gernika, dejando miles de muertos.

Para la segunda semana de junio los franquistas ya tenían Bilbo cercado, y aunque los gudaris y milicianos presentaron batalla, especialmente en el cordal de Artxanda, el 19 de ese mes el ejército franquista hizo su entrada triunfal en la villa. Para entonces, la tenaz y heroica resistencia de los defensores ya había permitido la evacuación de unas 200.000 personas, entre ellas 30.000 niños y niñas, por lo que la ciudad estaba casi vacía, aunque la propaganda franquista quisiera mostrar lo contrario.

Después de que a mediodía los tanques franquistas efectuaran una exploración preliminar a lo largo de la ría, sobre las 17.00 de la tarde la 5ª Brigada Navarra, a las órdenes de Bautista Sánchez, entró en la ciudad por Atxuri y, tras recorrer el Arenal, llegaron al Ayuntamiento, quitaron la bandera republicana y colgaron la roja y gualda.

Prisioneros en la calle Sendeja de Bilbo conducidos por las tropas franquistas. (EUSKAL MUSEOA)

Todo eso lo hicieron de una forma ordenada y asegurándose de que quedaran imágenes que dejaran constancia del momento. El ejército franquista ya había aprendido de los nazis alemanes la importancia de la propaganda, y la conquista de Bilbo y su industria era para ellos un gran triunfo que mostrar al mundo entero. Hay que recordar además que, aunque en Euskal Herria ya había acabado la guerra, esta duró en otros lugares del Estado español hasta la primavera de 1939.

La reconstrucción como arma propagandística

Desde el primer momento, los franquistas se empeñaron en proyectarse ante la opinión pública como los salvadores que venían a instaurar la paz y a reconstruir lo que los malvados republicanos y nacionalistas habían destruido. Desde el primer momento se afanaron en difundir películas en las que se viera como repartían comida a los más necesitados, en especial a los niños, para darle más carga emocional a su relato.

Sin embargo, detrás de esa imagen que pretendían dar, la realidad era realmente cruda. Sin ir más lejos, el racionamiento de la comida duró hasta 1952.

Pero fue, sobre todo, en la reconstrucción de los puentes que el Gobierno de Euzkadi había volado para frenar su avance y ganar tiempo en donde más énfasis pusieron. Se trataba de una infraestructura muy importante para la villa y con un alto valor propagandístico para su «España nacionalista que reconstruye su nación sobre las ruinas de la revolución marxista».

El puente de San Antón destruido para ralentizar la entrada del ejército franquista. (Fondo Bidasoa/Sancho de Beurko)

El nuevo Ayuntamiento se constituyó apenas dos días después de la toma de la ciudad, cuando el Gobernador Civil Miguel Ganuza designó como nuevo Alcalde a José María de Areilza. Como si de un nuevo renacer se tratara, y para dejar bien claro quienes mandaban ahora, no tardaron en borrar las huellas más visibles del reciente pasado republicano-nacionalista e incluso la huella liberal del siglo XIX, y reivindicar en el espacio público los valores del nuevo régimen con grandilocuentes desfiles y actos religiosos.

El callejero para glorificar personas

La nomenclatura del callejero bilbaino fue una de las primeras víctimas. Fue el 5 de agosto cuando el nuevo Gobierno municipal hizo los primeros cambios para «dedicar el merecido homenaje a las figuras gloriosas del Movimiento Salvador de la Patria». Todos los puentes reconstruidos, menos el de San Antón, vieron su nombre modificado. El Puente de Deusto pasó a llamarse Puente del Generalísimo Franco, el Puente de Begoña (actualmente del Ayuntamiento) pasó a Puente del General Mola, el Puente Isabel II (actualmente del Arenal) a Puente de la Victoria, el Puente de la Merced a Puente del General Sanjurjo y el Puente de Hierro a Puente del Coronel Ortiz de Zárate.

Las calles y plazas también mudaron. La Calle de la Estación pasó a llamarse Calle Navarra, la Avenida Sabino Arana pasó a José Antonio Primo de Rivera, la Plaza de la Casilla pasó a Calvo Sotelo, la Plaza Nueva a Mártires de Bilbao y la Plaza de los Auxiliares a Brigadas de Navarra, entre otras. El Parque del Ensanche se llamó durante los primeros años Parque de las Tres Naciones, en homenaje a los tres países que habían ayudado al Franquismo: Alemania, Italia y Portugal. Pero tras la derrota de estos en la Segunda Guerra Mundial, el parque volvió a su antiguo nombre.

También construyeron grandes monumentos, como el dedicado al General Mola en el paseo del Arenal, o el Monumento a los Caídos en el actual Parque de Doña Casilda.

Adoctrinamiento

Crear un nuevo imaginario nacional y borrar todo lo que la República había intentado construir fue el gran objetivo de los franquistas en los primeros años tras la guerra. Para ello, además de la propaganda, se valieron de otras dos armas muy importantes: la educación y la religión, las cuales llegaron a entremezclar hasta niveles anacrónicos incluso para la época.

El catolicismo volvió a ser el pilar por el que se reglaba la sociedad española, hasta el punto de que llegaron a ser los propios curas los que se encargaron de la educación. En muy poco tiempo se eliminaron todos los esfuerzos que había hecho la República en establecer un sistema educativo de calidad, universal, gratuito y laico, transformándose en una herramienta más para imponer el ideario nacional-católico.

Una de las grandes damnificadas de este proceso fue la mujer, que de un plumazo vio como se esfumaban todos los derechos conseguidos durante la República y volvía a su papel de hija-mujer-madre subordinada al hombre y a las necesidades reproductivas de la sociedad. Se le relegó casi por completo del ámbito laboral ajeno al hogar y se limitó su nivel educativo. Además de los curas de cada localidad, la Sección Femenina de la Falange fue la encargada de adoctrinar ideológicamente y formar a las mujeres para sus intereses.

En ciudades como Bilbo, donde la persecución y la desconfianza entre sus vecinos era mayor, el euskara quedó totalmente borrado del espacio público y solo resistió en algunos hogares.

El euskara también fue fuertemente perseguido, y aunque no oficialmente prohibido, sí lo fue en la práctica. En los pueblos, donde la represión franquista no llegaba con tanta crudeza, se siguió utilizando. Pero en ciudades como Bilbo, donde la persecución y la desconfianza entre sus vecinos era mayor, el euskara quedó totalmente borrado del espacio público y solo resistió en algunos hogares.

Represión

La represión contra toda persona que, de alguna manera o otra, hubiese colaborado con la República o el Gobierno de Euzkadi también fue brutal. A pesar de que 200.000 personas habían huido de la villa, el régimen no dudó en investigar para purgar a todo el que oliese a rojo o nacionalista vasco. «Esos roedores bastante numerosos que han quedado aquí, en Bilbao, en sus madrigueras» los calificó el alcalde franquista Areilza en un discurso en el Teatro Coliseo Albia el 8 de julio de 1937.

Al de pocos días de la toma de Bilbo, los funcionarios municipales fueron llamados al Ayuntamiento de Bilbo para someterse a una encuesta socio-política para justificar su ideología, militancia y opiniones, con el fin de purgar responsabilidades. Algunas fuentes hablan de que el 58% de la plantilla fue destituida, mientras que el 17% fue sancionado económicamente.

Los franquistas ejecutaron en Bizkaia mediante consejos de guerra a 544 personas, y hubo 59 ejecuciones extrajudiciales Otras 1.327 murieron en cautividad

La represión se llevo a cabo mediante los recién creados «consejos de guerra sumarísimos de urgencia», que no respetaban las garantías procesales de los acusados. Los franquistas encarcelaron en la Cárcel de Larrinaga (en Santutxu) a miles de prisioneros de guerra procedentes del Euzko Gudarostea y del Frente Norte, así como otros presos políticos y comunes. Además, a esta prisión se enviaba a los condenados a muerte.

Hubo cientos de fusilados en Bilbo. Según un informe de Gogora, los franquistas ejecutaron en Bizkaia mediante consejos de guerra a 544 personas. Otras 1.327 murieron en cautividad. Otros muchos fueron enviados a batallones de trabajos forzados. También hubo ejecuciones extrajudiciales, realizadas especialmente por falangistas llegados desde Valladolid, que dejaron al menos 59 víctimas.

Fachada principal de la cárcel de Larrinaga, en Santutxu. (EUSKAL MUSEOA)

Las mujeres presas fueron primero recluidas en un edificio llamado la ‘cuarta galería’ dentro de Larrinaga, pero luego se busco otra ubicación. El lugar elegido fue una casa conocida como Chalet Orue, ubicada en la calle Zabalbide de Santutxu (demolida en 1968). Se estima que pudieron ser recluidas cerca de 3.000 mujeres entre 1937 y 1942. Muchas de las reclusas, malnutridas y hacinadas en condiciones infrahumanas, fueron objeto de torturas, violaciones y otros tipos de humillaciones públicas y privadas, incluso la muerte. Se sabe que 11 mujeres fueron fusiladas ahí.

«Que quede esto bien claro: Bilbao Conquistado por las armas. Nada de pactos y agradecimientos póstumos. Ley de guerra, dura, viril, inexorable. Ha habido ¡vaya que si ha habido Vencedores y Vencidos!; ha triunfado la España, una, grande y libre», dejó claro Areilza en su discurso en el Teatro Coliseo Albia.

Más actividades

Del 17 de octubre al 9 de noviembre, Bilbao Izan ha preparado en el centro municipal de Abando una exposición fotográfica que procura reunir y dar a conocer diversas escenas de aquellos años de la Guerra y posteriores momentos en Bilbao. Esta exposición ha sido completada gracias a las aportaciones del Archivo Municipal de Bilbao, del Archivo General de Gipuzkoa y de la Biblioteca Nacional estatal.

Además, con el fin de acercar a los más pequeños lo que supuso la Guerra en Bilbo, se ha organizado para el mes de octubre una ginkana cultural que contará con la participación de personas y personajes, reales y ficticios, que conocieron la guerra en primera persona. Se trata de una actividad para familias con niños de 6 años en adelante. Para más información consulte la página web de Bilbao Izan.