Isidro Esnaola
Iritzi saileko erredaktorea, ekonomian espezializatua / redactor de opinión, especializado en economía

La terapia de choque de Milei: idéntico enfoque, similar resultado

Más allá de los exabruptos, el programa de Javier Milei no contiene muchas precisiones. Repite el enfoque general de los programas de ajuste inspirados por el pensamiento neoliberal, cuyos resultados son de sobra conocidos. Está por ver qué ocurre con sus propuestas más radicales.

Javier Milei, en su discurso tras la victoria electoral.
Javier Milei, en su discurso tras la victoria electoral. (Luis ROBAYO | AFP)

El programa que el recién elegido presidente de Argentina, Javier Milei, entregó en la administración electoral consta de 13 páginas en las que enumera un buen número de medidas. La mayoría son del estilo de «incentivos para la creación de empleos genuinos y de calidad» o «mejorar los procesos productivos y de servicios», frases que podrían encontrarse en casi cualquier programa electoral. Hay, sin embargo, algunas propuestas que tienen mucha carga de profundidad.

Lo más llamativo es que propone un programa para 35 años –muchas reelecciones necesitará para culminarlo– dividido en tres fases cuya extensión no concreta. Ese cronograma recuerda a los programas de la llamada terapia de choque que se aplicaron en Europa del Este o a los programas de ajuste del FMI. Quizá en ese alargamiento hacia el infinito se esconda la excusa para poder disimular su fracaso. Porque ese programa ha sido probado en multitud de ocasiones y el resultado siempre ha sido desastroso.

La primera etapa

Según Milei, su programa de reformas se aplicaría en tres etapas sucesivas. La primera comenzaría con un «fuerte recorte del gasto público del Estado y una reforma tributaria» para bajar los impuestos, «la flexibilización laboral para la creación de empleos en el sector privado y una apertura unilateral al comercio internacional». Los que proponen este tipo de recortes del gasto público parece que siguen sin comprender que el gasto del Estado es un ingreso para el sector privado; son esas empresas que tanto quieren mimar las que proveen a los servicios públicos, las que proporcionan alimentos a los comedores públicos o las que reparan las averías. Recortar el gasto público provocará una caída de la actividad económica y la ruina de muchas empresas. Y eso bien lo sabemos en Europa, donde las políticas de austeridad han dejado un solar.

El recorte de impuestos tendrá un impacto mínimo en la economía y uno muy grande en el aumento de las desigualdades

Coherente con el recorte del gasto es la bajada de impuestos: ¿Para qué recaudar si el Estado no va a gastar? Ahora bien, hay que tener en cuenta dos cuestiones. Primero, los que más se benefician de la bajada de impuestos suelen ser los más ricos, y cuanto mayor es la fortuna, mayor beneficio sacarán. Pero, además, el mayor gasto que puedan hacer los ricos con esos impuestos que no van a pagar será, sobre todo, en bienes de lujo, que a menudo son importados, y que gracias a la apertura al comercio internacional entrarán sin pagar aranceles. El recorte de impuestos tendrá un impacto mínimo en la economía y uno muy grande en el aumento de las desigualdades. Estas dos medidas conjuntamente ralentizarán la actividad económica y beneficiarán a ese 1% más rico del país.

La dolarización

La primera etapa culminaría con una «banca libre y desregulada junto a la libre competencia de divisas». La crisis de 2008 ya dejó buena muestra de los peligros asociados a la desregulación de la actividad financiera. Más enigmático resulta eso de la libre competencia de divisas. Da la impresión de que Milei propone que cada uno use la que le plazca. Aunque no le guste a Milei, la moneda no se elige por votación, es fruto de una imposición. Tal vez esté proponiendo que el país elija la que quiera en vez de imponer él el dólar, y de ese modo evita la contradicción de apoyar la libertad e imponer una moneda concreta.

La dolarización significa la pérdida de soberanía monetaria, algo que los países europeos mediterráneos sufren directamente 

En cualquier caso, para introducir el dólar hacen falta dólares que ni el Gobierno ni el Banco Central tienen. Imponer el dólar supone que todos los pesos valgan cero, los que están en el banco o en un fondo de pensiones. De hecho, desde la victoria de Milei, el peso argentino no ha hecho más que perder valor.

Posiblemente esté pensando en la privatización como fuente de dólares. La empresa de petróleo YPF y Aerolíneas Argentinas son las primeras candidatas. Ambas fueron privatizadas y posteriormente nacionalizadas. Además, están los yacimientos de litio y otros minerales. Vender el patrimonio nacional para conseguir dólares es como vender el coche para comprar gasolina.

La dolarización significa la pérdida de soberanía monetaria, algo que los países europeos mediterráneos sufren directamente. Otros serán los que fijen los tipos de interés o la cantidad de dinero en circulación según sus necesidades. Y cuando toquen ajustes, habrá que hacerlos por devaluación interna, es decir, bajando los sueldos.

Segunda etapa

Para la segunda etapa, que no determina cuando empezará ni cuando terminará, plantea recortar el gasto en jubilaciones y pensiones, alentando un sistema de capitalización privado. Propone reducir el número de ministerios a ocho y señala que en esta etapa comenzará a eliminar de forma progresiva los planes sociales que ya no serán necesarios en la medida en que se creen puestos de trabajo en el sector privado.

Para esta etapa propone asimismo eliminar el Banco Central y establecer un sistema bancario de reserva 100%. La idea es que los depósitos a la vista, los que se pueden retirar en cualquier momento, estén disponibles al 100% siempre. En los actuales sistemas bancarios solo una parte está disponible y el resto invertida, lo que permite a los bancos crear dinero. Este sistema eliminaría el peligro de que hubiera un pánico bancario y tampoco haría falta que detrás de los bancos hubiera un prestamista de último recurso, el banco central. Según Milei, los bancos se dedicarían poco menos que a poner de acuerdo a los ahorradores con los inversores que buscan financiación, de modo que en este esquema el riesgo lo correría el ahorrador y no el banco, como ocurre ahora.

Esta es una idea muy controvertida, incluso entre la extrema derecha económica. Un sistema bancario de reserva 100% (o sistema Simons) restringiría mucho la expansión del crédito y en las épocas de bonanza podría convertirse en un freno a la economía. Por otra parte, teniendo en cuenta el volumen que han alcanzado las finanzas especulativas en todo el mundo, este sistema limitaría su capacidad para especular. En ese sentido, sería mucho más eficiente que la famosa Tasa Tobin. Es por esa razón que los economistas menos ideologizados y más conscientes de las necesidades del capital financiero se oponen a esta medida.

Tercera etapa

El programa tampoco define cuándo comenzaría y finalizaría este apartado que incluye la reforma del sistema de salud, una reforma del sistema educativo y la «ampliación de un sistema de seguridad», eso sí, no invasivo. Resulta que el único sistema que pretende ampliar es precisamente el represivo.

Llama la atención que pretenda reducir el peso del Estado, pero que los verdaderos gastos del Estado queden para dentro de 35 años.

Qué se puede esperar

El cuadro adjunto recoge los resultados de los anteriores programas de ajuste neoliberal. La represión de la dictadura sirvió para que los ricos se apropiaran del ingreso de los trabajadores (su parte cayó en nada menos que 21 puntos). El de Menem y De la Rúa consiguió que el PIB creciera un poco y la deuda no se disparara, gracias a la venta del patrimonio del país. Y el de Macri lo único que consiguió fue empobrecer todavía más al país añadiendo aún más deuda externa.