COP29 en Azerbaiyán: caviar para los periodistas (occidentales)
Ganar influencia mediante el soborno a parlamentarios europeos, investigadores y periodistas ha sido uno de los ejes principales de la política internacional de Azerbaiyán. En lo que respecta a la prensa, la llamada «diplomacia del caviar» no discrimina.

El último viaje a Azerbaiyán de Emile, un periodista sueco de 36 años que prefiere ocultar su nombre, arrancó con un email en otoño de 2022. El Congreso de Azerbaiyanos, una asociación que engloba a residentes en el país llegados de esa orilla del Caspio, le invitaba a reportar sobre Nagorno Karabaj desde el lado azerí. Azerbaiyán correría con todos los gastos.
«Al principio dudé: si una dictadura como la azerí invierte en ti todo ese dinero es porque espera que se lo devuelvas en forma de reportajes. Por otra parte, no había otra forma de viajar a esos distritos de Karabaj, o a ciudades como Sushi, que había cambiado de manos. Al final, acepté», explica el reportero por videoconferencia.
Tras aterrizar en Bakú a finales de octubre, ser conducido por la línea diplomática evitando todas las colas y alojado en un hotel de lujo, Emile descubrió que compartiría los próximos días con otros cuatro periodistas, todos provenientes de otros países de la Unión Europea. Más allá de las visitas a los distritos de Karabaj que Bakú había recuperado, el programa estaba repleto de entrevistas con parlamentarios azeríes y otros altos cargos del país.
Durante aquellos encuentros, Emile se acostumbró a oír cosas como que organizaciones internacionales como Human Rights Watch o Amnistía Internacional –ambas muy críticas con las políticas azeríes– eran «meros instrumentos de la propaganda armenia». También a ser acompañado durante toda su estancia por agentes del Gobierno. No pudo conversar con los nuevos residentes de la ciudad de Sushi ni tampoco quedarse unos días más en el país asumiendo él los gastos para trabajar por su cuenta.
«Me recordaba a esos viajes para periodistas que organiza Corea del Norte. No puedes hablar con nadie y, aunque lo hicieras, todos esos testimonios quedarían invalidados por la presencia constante de un agente gubernamental», recuerda el sueco. El desafío, continúa, se redujo a «esquivar fotos de grupo con los oficiales azeríes y evitar convertirse en una herramienta de propaganda». Eso tampoco fue posible.
Tras una semana de viaje, el periodista volvió a Suecia con la libreta vacía y la mochila cargada de dilemas morales.
Emile es uno de cientos de periodistas occidentales a los que Bakú ha puesto una alfombra roja hasta los distritos karabajíes en disputa durante los últimos cuatro años. La llamada «diplomacia del caviar» sigue destinando sumas millonarias para que parlamentarios europeos limpien la imagen de Azerbaiyán o académicos omitan lo más palmario en sus investigaciones. También para que periodistas occidentales difundan la narrativa de un país en que el que no se puede trabajar de forma independiente y tiene a 23 de sus informadores presos. No es casual que Azerbaiyán ocupe el puesto 164 (de 180) en la lista de Libertad de Prensa que elabora anualmente Reporteros Sin Fronteras.
Viktor Orbán y la BBC
Apenas dos semanas después de que Emile volara de vuelta a Suecia, Azerbaiyán bloqueó la única carretera que conectaba Armenia con Nagorno Karabaj, privando a sus residentes de los suministros más básicos durante diez meses. En julio de 2023, Ilham Aliyev, presidente azerí, inauguraba un foro sobre periodismo en Sushi. Mientras periodistas llegados de más de 50 países le escuchaban divagar sobre «los retos de la prensa en el mundo digital», los armenios se morían de hambre en Stepanakert, a tan solo siete kilómetros de allí. Dos meses más tarde, el mundo contempló por televisión cómo huían en masa tras el último y definitivo ataque sobre los armenios del enclave.
La segunda edición del foro de Sushi se celebró el pasado mes de julio. Rebecca McLaughlin, uno de los rostros más conocidas de Euronews, entrevistaba al autócrata azerí en una ciudad que se ha convertido en un símbolo de la limpieza étnica para los que perdieron esa guerra.
“Desmontando narrativas falsas: confrontando la desinformación” era el tema a debatir en una nueva y orwelliana vuelta de tuerca de Aliyev. La presencia de MacLaughlin en Sushi sorprendió a muchos, a pesar de que la cadena había emitido una serie de publirreportajes sobre las posibilidades de negocio que ofrece Azerbaiyán o sobre su potencial turístico.
Euronews fue comprado en 2022 por Alpac Capital, un fondo portugués. Una investigación conducida por Direkt36, una plataforma de periodistas húngaros, confirmó el pasado mes de abril que más de un tercio de los 150 millones de euros que Alpac gastó para comprar Euronews llegó de los contribuyentes húngaros a través de un fondo vinculado al Fidesz, el partido de Viktor Orbán, el primer ministro húngaro. Los vínculos entre Orbán y Aliyev son conocidos y notorios. De hecho, el húngaro había visitado Sushi dos semanas antes del foro para participar en un congreso de la Organización de Estados Turcos. Hungría también estuvo allí cuando MacLaughlin entrevistó a Aliyev. Su agencia estatal de noticias, MTI, firmó un acuerdo de cooperación con AZERTAC, su contraparte Azerí.
En cualquier caso, Euronews puede no ser más que la punta del iceberg de una maquinaria mediática cuyo prestigio internacional empieza a desconcharse. En agosto de 2022, la BBC estrenaba “Wonders of Azerbaijan”, una serie de documentales centrada en la cultura e historia de Azerbaiyán. No solo se omitía toda mención a las violaciones de derechos humanos y la represión política en el país; hasta se subrayaba la labor de reconstrucción en lugares como Sushi sin referencia alguna a la población armenia expulsada tras la guerra de 2020.
Había razones poderosas para aquello: el trabajo estaba financiado por la petrolera BP, la mayor extractora de gas y petróleo en Azerbaiyán, y supervisado por el Centro de Prensa de Bakú (su directora es Arzu Aliyeva, la hija más joven de Aliyev).
Aquella connivencia entre las grandes corporaciones, el Gobierno británico y el autócrata del Caspio levantó ampollas entre críticos y disidentes del régimen azerí. Emil Huseynov, documentalista azerí en el exilio y ganador de un galardón de la BBC en 2006 con un documental sobre los activistas por los derechos humanos en su país acusaba a la BBC de haber sufrido una «transformación vergonzosa allanando el piso a uno de los regímenes más sangrientos y corruptos del mundo».

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