Iker Bizkarguenaga
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad

Las catástrofes hídricas dejaron un saldo aterrador en 2024

Los episodios meteorológicos extremos relacionados con el agua provocaron estragos el año pasado, con miles de víctimas mortales, millones de desplazados y pérdidas económicas valoradas en 550.000 millones de dólares. Global Water Monitor constata el impacto del cambio climático en ello.

Un grupo de voluntarios y voluntarias intenta limpiar y desescombrar una calle de la localidad valenciana de Paiporta, completamente arrasada tras el paso de la dana de finales de octubre.
Un grupo de voluntarios y voluntarias intenta limpiar y desescombrar una calle de la localidad valenciana de Paiporta, completamente arrasada tras el paso de la dana de finales de octubre. (Rober SOLSONA | EUROPA PRESS)

Con los efectos de la dana que en otoño asoló Valencia y otros puntos de la cuenca mediterránea todavía en la retina de quienes habitamos el sur europeo, los datos globales ponen de manifiesto que el año pasado fue pavoroso desde el punto de vista de los daños causados por el agua, o por la falta de ella.

El último informe de Global Water Monitor, un consorcio que analiza y difunde todo tipo de información sobre el clima y, en particular, los recursos hídricos, destaca que en 2024 en el planeta no solo se batieron récords de temperatura, también aumentaron los episodios de precipitación extrema. Lo hicieron siguiendo una tendencia asentada y alimentada en gran medida por el cambio climático, que está incrementando la fuerza y la intensidad de las precipitaciones de monzones, ciclones y de otros sistemas tormentosos.

En concreto, el estudio, elaborado por un equipo de investigadores adscritos a universidades de varios países, a partir de datos de miles de estaciones terrestres y de satélites, señala que el aumento de la temperatura de la superficie del mar intensificó ciclones tropicales como el tifón Yagi, que azotó el sudeste asiático en septiembre, y prolongó las sequías en la cuenca del Amazonas y en el sur de África.

El calentamiento global también contribuye a que los aguaceros sean más intensos y las tormentas se desplacen más lentamente, como pusieron de relieve el año pasado la tormenta Boris, en Europa, y la tormenta tropical Trami, en el extremo oriente. El informe indica además que los estudios de atribución confirman que el aumento de la temperatura hizo más graves fenómenos como la sequía del sur de África y las inundaciones monzónicas del oeste de ese mismo continente.

De este modo, se produjeron inundaciones repentinas mortales en Nepal y Brasil, mientras que las crecidas de los ríos causaron estragos en Europa central, China y Bangladesh. En el otro extremo, las sequías también ocasionaron graves daños y, por ejemplo, la producción agrícola del sur de África se redujo a la mitad, provocando la escasez de alimentos de más de treinta millones de personas. Los agricultores se vieron obligados a sacrificar el ganado al secarse los pastos, y la caída de la producción de presas hidroeléctricas provocó apagones generalizados.

MÁS DE 8.700 MUERTOS

A modo de trágico resumen, el informe señala que las catástrofes relacionadas con el agua causaron en 2024 más de 8.700 muertes, des- plazaron a 40 millones de personas y provocaron más de 550.000 millones de dólares (528.000 millones de euros) en daños, aunque los expertos puntualizan que «es probable que las cifras reales sean más elevadas debido a datos incompletos y a sucesos que no figuran en la lista». Añaden que las inundaciones repentinas, los corrimientos de tierra y los ciclones tropicales fueron los peores tipos de desastres en términos de víctimas y de daños económicos.

De hecho, solo los ciclones tropicales provocaron pérdidas económicos superiores a 520.000 millones de dólares, sobre todo en EEUU y en el Sudeste Asiático.

A esto hay que sumarle el impacto ecológico de las sequías y de los incendios relacionados con la deforestación, que causaron, por ejemplo, profundos daños a la selva amazónica, con más de 52.000 km2 de bosque perdidos a causa del fuego sólo en el mes de septiembre, dos veces y medio la superficie total de Euskal Herria.

Y es que tanto las precipitaciones elevadas como las sequías son cada vez más extremas en todo el mundo. Según detalla el estudio, los meses con precipitaciones mínimas récord -por exiguas- fueron un 38% más frecuentes que durante el periodo de referencia 1995-2005, mientras las precipitaciones extremas récord -por altas- en 24 horas fueron un 52% más frecuentes. Se observa una tendencia al alza en el número de precipitaciones máximas récord del 4,1% por década, y se ha constatado que las tendencias hacia arriba de las precipitaciones extremas en periodos cortos (cinco días o menos) son más frecuentes que las tendencias a la baja.

«Esto forma parte de una tendencia al empeoramiento de inundaciones más intensas, sequías prolongadas y extremos que baten récords», aseveraba hace unos días en “The Guardian” el profesor de la Universidad Nacional de Australia Albert van Dijk, que ha dirigido la investigación.

TENDENCIA A LA BAJA DEL TOTAL

Centrando el foco, el estudio detalla que 23 países tuvieron en 2024 sus precipitaciones máximas diarias anuales más elevadas. En África, Tanzania, Níger, Chad y Mali registraron valores récord que superan con creces todos los registrados desde 1979. En Europa, el Reino Unido, Eslovaquia, Noruega y Luxemburgo alcanzaron máximos históricos, y Bélgica y el Estado francés también mostraron valores inusualmente altos. En Asia, India y Myanmar registraron importantes hitos, mientras que China, Corea y Mongolia experimentaron sus mayores totales de precipitaciones en un solo día.

Sin embargo, aunque el año pasado se quebró la tendencia, pues la precipitación media anual de la superficie terrestre fue de 798 mm, 11,6 mm más que la referencial, existe una tendencia a la baja estadísticamente significativa en la precipitación mundial de 0,65 mm al año (-0,08% anual en relación con el dato de referencia).

Rompiendo esa tendencia, algunos países registraron en 2024 sus totales anuales de lluvias más elevados desde 1979, entre ellos Dinamarca, Luxemburgo y Mónaco, en Europa. En la India se registraron precipitaciones nacionales récord, al igual que en las Seychelles. Por el contrario, países como Zambia, Zimbabue, la República Democrática del Congo y la República Centroafricana en África, y Colombia, en América del Sur, registraron sus totales de precipitaciones más bajos.

Esa tendencia a la baja en las precipitaciones totales se observa también en las mensuales. En este sentido, la frecuencia de los valores récord de precipitaciones bajas mensuales en las 4.687 cuencas analizadas fue un 38% superior a la media de 1995-2005, y existe una tendencia significativa al alza del 3,8% por década en los meses con precipitaciones bajas récord.

¿QUÉ VA A PASAR EN 2025?

La evolución, ya se ha dicho, es clara, pero ¿qué va a pasar este año? Global Water Monitor señala que «las perspectivas para 2025 muestran mayores riesgos», concretando que «el mayor riesgo de desarrollo o agravamiento de la sequía parece estar en América, el sur de África y el oeste de Australia». Por el contrario, señala que «las regiones en las que es poco probable que se produzcan sequías durante al menos varios meses son la región del Sahel y el Cuerno de África, Europa, excepto el sudeste de Europa, y Asia, excepto Asia central y occidental». Según indica, en las regiones donde no se prevén sequías el mayor riesgo puede ser de «inundaciones, corrimientos de tierras y otros problemas relacionados con la humedad excesiva en caso de que se produzcan precipitaciones elevadas».

«Debido al cambio climático en curso, es probable que las temperaturas mundiales sigan aumentando en 2025, lo que provocará más olas de calor, un mayor riesgo de incendios forestales, tormentas intensas y episodios de precipitaciones extremas. Esto incluye una mayor probabilidad de que se produzcan rápidamente ‘inundaciones repentinas’ y ‘sequías repentinas’ en todas las regiones», concluye el informe, que evalua variables hídricas críticas como las precipitaciones, la humedad del suelo, el caudal de los ríos.

«Debemos prepararnos y adaptarnos a unos fenómenos extremos inevitablemente más graves», advertía Van Dijk en el citado diario británico. Añadía que «eso significa reforzar las defensas contra las inundaciones, desarrollar una producción de alimentos y un suministro de agua más resistentes a la sequía y mejorar los sistemas de alerta temprana». «El agua -apostillaba- es nuestro recurso más crítico, y sus extremos, tanto inundaciones como sequías, están entre las mayores amenazas a las que nos enfrentamos». Si alguien tenía alguna duda, 2024 le ha ofrecido ejemplos de sobra para que se le hayan evaporado.



La mitad de la humanidad vivió su año más cálido

Aunque se centra en los recursos hídricos y los desastres relacionados con el agua, Global Water Monitor también hace mención a la temperatura global, que en 2024 alcanzó -la temperatura media del aire- un nuevo máximo histórico, situándose 1,2°C por encima de la media de 1995-2005, y el informe destaca que se ha producido un aumento estadísticamente significativo de 0,35°C por década.

Los investigadores añaden que la media mundial de días calurosos (alcanzan los 35°C) fue un 33% superior a la del periodo de referencia y que en este caso también existe una tendencia al alza significativa, del 8,4%, por decenio. De este modo, el estudio indica que más de la mitad de la población mundial, repartida en 111 países, experimentó su año más cálido hasta la fecha, y que además 34 países establecieron nuevos récords de temperatura máxima. Entre ellos se encuentran 30 de los 54 países de África, 24 de los 44 de Europa, 22 de los 49 de Asia, 26 de los 35 de Sudamérica y nueve de los 14 de Oceanía. Otros trece países registraron temperaturas inusualmente altas aunque no inéditas, entre ellos Canadá. Por contra, ningún país registró temperaturas anuales del aire inusualmente bajas en 2024.