Xabier Rodríguez

Clásicas de primavera: dinámica de lo impensado

Imprevisible ha sido toda la temporada de clásicas; con las mismas carreras de siempre, por los mismos recorridos que otros años, pero dejando un espectáculo inolvidable. Estamos viviendo una época dorada en el ciclismo y tal vez no somos del todo conscientes.

Tadej Pogacar lidera el pelotón en la París-Roubaix.
Tadej Pogacar lidera el pelotón en la París-Roubaix. (Jeff PACHOUD | AFP)

Por mucho que los organizadores se empeñen, hay una realidad que no cambia en el ciclismo: las carreras las hacen grandes los ciclistas y esta primavera hemos podido disfrutar de una temporada de clásicas para la historia. Porque siempre se ha dicho que la Milán-San Remo se decidía en el Poggio, pero Pogacar se rebeló ante ese prejuicio y decidió atacar en la Cipressa. Van der Poel y Ganna respondieron al desafío y los tres dejaron un día de ciclismo que se recordará durante años cada vez que alguien vuelva a afirmar que es el Poggio el que decide esta carrera.

Porque siempre habrá al que beneficie seguir el guion establecido y su equipo trabajará para que se cumpla. En la misma Milán-San Remo, pero en la carrera femenina, el SD-Worx corrió para llegar al sprint y que Wiebes se impusiera, pero Labous, Niewiadoma o Vollering trataron de que no fuera así. Al final se impuso la lógica que buscaba el Sd-Worx y la carrera se decidió al sprint. Ahí sí, no hubo sorpresas y fue Lorena Wiebes quien se llevó la victoria, pero son la rebeldía y el esfuerzo de quienes no aceptan la estrategia impuesta por el equipo más fuerte, los que hacen del ciclismo uno de los deportes más bonitos.

Un mes más tarde de San Remo, cuando Van der Poel ya había decidido parar y todo el mundo parecía asumir que Pogacar no tiene rival, fue Evenepoel quien se rebeló y ni siquiera le frenaron los 30 segundos de ventaja que ya había logrado el esloveno a falta de 30 kilómetros para el final de la Amstel Gold Race. No, Remco se alió con Skjelmose y sí, tuvieron la ayuda del viento en contra, que obligó a un esfuerzo extra a Tadej, pero demostraron que es posible rodar más rápido que él y dejaron otra carrera para el recuerdo.

Porque el ciclismo consiste en eso, en buscar el espacio que potencie tus fortalezas y sacarle el máximo rendimiento, pero nunca dar nada por sentado. Porque se supone que las clásicas del norte son más propicias para Lotte Kopecky o Mathieu Van der Poel, pero hace tiempo que Pogacar demostró no aceptar esa condición y si ya hace dos años consiguió imponerse en Flandes, este año volvió a hacerlo y además lo probó en Roubaix. Al final, un error en una curva, en pleno pavés, le apartó de la posibilidad de jugarse la victoria y Van der Poel no desaprovechó la ocasión. Porque, como ellos mismos se reconocían mutuamente al terminar San Remo, Tadej ha llevado a Mathieu al límite y viceversa, pero han dejado carreras de época y los aficionados no podemos estar más agradecidos.

Hizo bien Van der Poel en seguir la rueda de Pogacar cuando este subió el ritmo en Roubaix. Kopecky, en cambio, pareció no preocuparse demasiado por el ataque de Ferrand-Prévot a falta de 25 kilómetros. Su líder, Marianne Vos, estaba en el mismo grupo y tal vez por eso, Kopecky prefirió esperar. Pero ya había avisado en Flandes y en Roubaix, Ferrand-Prévot sorprendió a todas, para sumar el Infierno del Norte a un palmarés que también incluye un Arco Iris, una Flecha Valona y una Emakumeen Bira.

Para los y las inconformistas

Porque la temporada de clásicas de primavera deja espacio para los y las inconformistas, aquellos que confían en las estrategias más imprevisibles, aunque sepan que no son tan fuertes como los grandes favoritos. A sus 22 años, pocas contaban con la neerlandesa Puck Pieterse, pero lo intentó en la Amstel y fue tercera por detrás de Bredewold y Van Dijk. Lo intentó también en Lieja, pero fue segunda por detrás de Kimberley Le Court. Y lo logró en la Flecha Valona, cuando todo apuntaba a que el trabajo de Labous iba a permitir a Vollering llevarse la victoria. Sí, puede que la neerlandesa sea la mejor ciclista del mundo, pero subiendo el muro de Huy, Pieterse no lo creyó así, le atacó y terminó cruzando la meta por delante suyo.

Ese es, precisamente, el espíritu que hace del ciclismo y de las clásicas de primavera un espectáculo tan bonito. Porque siempre hay un favorito que es el más fuerte, pero si no encuentra oposición, las carreras se convierten en monótonas y eso solo pueden quererlo Matxin, Gianetti y el resto del cuerpo técnico del UAE. Porque, seguramente, disfrutarían más de la victoria de Pogacar en Lieja que de la incertidumbre de la también victoria de Pogacar en la Strade Bianche, pero lo que hace grande al ciclismo es esa incertidumbre. Son carreras como A través de Flandes, con la inesperada victoria de Powless frente a tres Visma: Van Aert, Benoot y Jorgenson. O el ataque de Vollering a Van der Breggen, para llegar en solitario a la meta de Siena y descargar toda la rabia acumulada la temporada anterior, cuando la ahora ciclista del SD-Worx era su directora y no su rival.

Así de imprevisible ha sido toda la temporada de clásicas; con las mismas carreras de siempre, por los mismos recorridos que otros años, pero dejando un espectáculo inolvidable. Estamos viviendo una época dorada en el ciclismo y tal vez no somos del todo conscientes.