En menos de 24 horas, Kevin Spacey agradecía un premio en la Croisette comparando su caso con la caza de brujas macartista y Jafar Panahi, recién liberado de prisión, desafiaba el régimen iraní de forma abierta.

Spacey ha sido galardonado de forma honorífica por la fundación Better World con motivo del estreno de ‘The Awakening’, que produce su Camelot Films. En el discurso de agradecimiento, ha dicho encontrar paralelismos entre su cancelación (tras las más de treinta denuncias por agresiones sexuales que caen sobre sus espaldas y no han sido desmentidas), y la inclusión del guionista Dalton Trumbo en la lista negra. Spacey no ha dejado de trabajar, ni de recibir reconocimientos en festivales y fundaciones.

Horas después, comparecía Jafar Panahi. El cineasta acaba de cumplir siete meses de prisión política (la última de tantas condenas) y ha escrito ‘Un simple accidente’ sobre testigos de la celda colectiva que compartió. Hoy ante la prensa ha declarado: «Cuando los meten en la cárcel, se lo ponen fácil, le dan materia, idea, le abren un mundo nuevo. No somos nosotros los que hemos hecho ‘Un simple accidente’, es la propia República Islámica». Además, dice que su coguionista, el detenido Mehdi Mahmoudian, «saldrá de la cárcel con decenas de ideas para guiones».

En fin, unas palabras valen más que otras.

‘Romería’, o el volantazo de Carla Simón

El giro es para bien. ‘Alcarrás’ y ‘Verano 1993’ habían encorsetado a la directora en un realismo empático sin demasiado riesgo o profundidad más allá de lo verdadero. Y si bien el cortometraje ‘Carta a mi madre para mi hijo’ (2022) ya suponía un primer desencaje moderno y desestructurado respecto a sus temas, ‘Romería’ llega a la Sección Oficial de Cannes como promesa de otro cine de Carla Simón, uno que deseamos ver completamente desarrollado.

‘Romería’ cuenta el primer verano que Marina (la estupenda Llúcia Salas) pasa con la familia de su fallecido padre biológico, en Vigo. La catalana entrecruza el documento cercano de las microviolencias más “normales” en un seno familiar, con flashbacks y ensoñamientos sobre el idilio de sus padres con la heroína, y con dilemas que Simón nos lanza, rompiendo la cuarta pared… El resultado, una película irregular pero con tanta verdad como garra.

Paul Mescal canta triste en ‘The History of Sound’

En la América de los albores del siglo XX, Lionel y David (Paul Mescal y Josh O’Connor) salen de ruta para preservar con un magnetófono baladas populares montañesas, en un romance con maneras de western preciosista y sensible. Pero la belleza de su relación nace con plena consciencia de su propia fragilidad, como antes lo hicieron la amistad de ‘First Cow’ o los viejos amoríos de ‘Benediction’.

Por ello Ben Shattuck, autor del relato original homónimo y guionista, reduce al mínimo las justificaciones sobre la separación inevitable de la pareja y se centra, en cambio, en  equilibrar lo melodramático y lo apocado de la resaca que Lionel acarrea durante los años siguientes.

El resultado, una parábola funcional pero intachable sobre el papel del recuerdo en el paso de la juventud a una madurez mellada.

‘Sentimental Value’ es un punto bajo para Joachim Trier

Muy bajo, por listillo. El cineasta trata de disfrazar las fórmulas del drama de “familia que vacía una casa” bajo un milhojas estructuralmente muy parecido a ‘La peor persona del mundo’. Stellan Skarsgård interpreta a un cineasta caprichoso que trata de recuperar a su hija mayor, la actriz Nora (Renate Reinsve, Palma a Mejor Actriz por la anterior de Trier), pero acaba trabajando con una actriz famosa encandilada por su cine, Rachel (Elle Fanning); y de ahí a los celos, el resentimiento y el perdón, quizás.

Estos son cúmulos emocionales que el drama intimista trabaja con esmero, aunque enfrascado en su propia distancia posmoderna, Trier acaba cayendo en el cliché. Lo salva, si acaso, un reparto perfectamente constelado por sus actores, con química verdadera… Pero el carisma, esta vez, no ha salvado el pase de prensa del bostezo generalizado.