Gaizka Izagirre
Zinema eta telesail kritikaria
Interview
Ibon Cormenzana
Director de cine

«Es una vuelta a mis orígenes como director de cine, lo cual me gusta»

Ibon Cormenzana (Bilbo, 1972) ha dirigido una decena de largometrajes y ha producido más de cuarenta películas y series. Su última propuesta, ‘Cuatro Paredes’, es un drama rodado en doce planos secuencia, uno por cada mes del año, protagonizado por la joven Sofía Otero y Manuela Vellés.

Ibon Cormenzana.
Ibon Cormenzana. (Monika DEL VALLE | FOKU)

Fundador de Arcadia Motion Pictures (‘Robot Dreams’, ‘As Bestas’), en 2023 Cormenzana creó la productora Mundo Cero, con la que busca despertar conciencias y promover un cambio positivo en la sociedad a través del audiovisual. Su nueva obra, ‘Cuatro Paredes’,  explora el duelo y la búsqueda de sentido en un proceso de recuperación emocional.

En 2023 fundó la productora Mundo Cero, dedicada a crear cine con conciencia social y que colabora con organizaciones como ACNUR y Save the Children. Su trabajo está profundamente vinculado a temas sociales. ¿Considera que en su filmografía existe espacio para un cine pensado únicamente como entretenimiento, sin un mensaje social o conciencia detrás?

No. Ya desde la productora Arcadia Motion Pictures, con la que llevo 20 años, casi siempre hemos intentado hacer proyectos que tuvieran entretenimiento, pero que también aportaran algo a la sociedad. Mi primera película, ‘Jaizkibel’ (1999), que he analizado con el paso del tiempo, es la base de mi cine. En las óperas primas suele reflejarse mucho de lo que llevamos dentro. En mi caso, abordé el tema del suicidio, algo que me marcó en la adolescencia y que me generaba preocupación. Quise hacer cine, sobre todo, para hablar de temas tabú y, con suerte, ayudar a que otras personas se animen a expresar sus problemas al verse reflejadas en la película. 

Estrena ‘Cuatro Paredes’. El título tiene un doble sentido: por un lado, hace referencia a la cuarta pared del teatro —de ahí la pasión de la niña por esta disciplina—, y por otro al encierro dentro de las cuatro paredes de un piso. ¿Cómo ha trabajado y jugado con ese concepto a lo largo de la película?

Desde el enfoque del piso, nos propusimos contar la historia desde el interior, centrándonos en la relación entre una madre y su hija, inspirada en testimonios reales de mujeres apoyadas por Save the Children.  Algo que se repite mucho es la vergüenza que sienten casi todas al explicar sus historias. Dentro de sus casas esconden todo y viven con su precariedad, pero de puertas para afuera eso no sale, se esconden. El piso es el ultimo refugio familiar antes de estar en la calle,  es el tercer protagonista de la película y juega un papel esencial. Y en cuanto a la famosa cuarta pared del teatro: el arte es algo que queríamos meter en la historia, ya que es algo que ayuda a sanar, y por eso hacemos estas películas sociales.

«El guion lo elaboramos a partir de vivencias reales de madres que están atravesando esta situación y que nos compartieron su verdad»

Está rodada prácticamente en su totalidad en una sola localización: el piso donde vive Juana con su hija Sofía. A medida que se desarrolla el film el piso cobra cada vez más importancia, hasta convertirse en un personaje más. ¿Cómo ha sido la elección de la casa?

Queríamos que el piso llevara al espectador a pensar en una familia de clase media. Para Save the Children era muy importante reflejar cómo una familia que puede pagar sus facturas sin dificultad, con ciertos recursos y vacaciones en verano, puede ver su vida transformada drásticamente por una situación como la que viven las protagonistas: una separación, la pérdida de un empleo, entre otras.

A nivel técnico, la historia está contada en doce planos secuencia, uno por cada mes del año. ¿Por qué esta elección formal? ¿Cuales han sido los retos?

El guion lo elaboramos a partir de vivencias reales de madres que están atravesando esta situación y que nos compartieron su verdad. Por eso quisimos escribir desde la mayor autenticidad posible, para que el espectador entre en ese piso y sienta que eso podría estarle ocurriendo a él o a alguien cercano. Como director, creo que para generar verdad es muy interesante trabajar con mini-secuencias de 8 a 10 minutos, una especie de micro-teatro, donde los personajes entran en situación y no salen hasta que termina la escena.

A nivel técnico, fue un verdadero reto. Hubo jornadas en las que llegamos a hacer hasta 32 tomas; de ellas, apenas 5 o 6 eran realmente aprovechables. Algunas se interrumpían a mitad de camino, otras se descartaban por completo.

Al no mostrar el exterior en casi ningún momento, la luz y la fotografía de Alejo Levis, junto con la banda sonora de Aitor Etxebarria, juegan un papel fundamental en la película. Ambos elementos acompañan la narrativa de forma sutil, sin imponerse sobre la historia…

Sí, son elementos muy importantes. En la fotografía queríamos mantener ese naturalismo y esa verdad de la que hablaba antes, con el mínimo de efectismo posible, salvo en la secuencia de ensoñación de la niña. En cuanto a la música de Aitor, la idea era similar: crear una banda sonora presente, pero casi invisible, que no interrumpiera la conexión del espectador con la historia. Algunas melodías son más un diseño sonoro que una música. Ha sido un verdadero lujo y un placer trabajar con ambos.

Una de las claves de la película es la química entre las actrices protagonistas, Sofía Otero y Manuela Vellés, así como la intensidad de sus interpretaciones. ¿Cómo fue el trabajo con ellas?

Tuvimos la suerte de poder rodar casi toda la historia en orden cronológico, lo cual, sin duda, ayudó a las actrices a evolucionar de forma orgánica dentro de la narrativa. La química entre ellas surgió de manera natural y muy fluida.

Con Manuela, por un lado, llevamos varias películas juntos, somos pareja y nos compenetramos muy bien. Ella también es madre, de modo que todo ayuda y aporta. Cuando llegamos al rodaje lo llevaba ya todo muy dentro.

Y Sofía Otero, por otro lado, me parece que es una actriz excepcional más allá de su edad. Comentábamos en el rodaje que parece una chica de 35 años con 20 de experiencia en la interpretación. A nivel de cámara, de cómo estar en escena o como relacionarse con su madre, tiene una intuición brutal. La dos conectaron muy bien y han hecho un trabajo de diez.

Algo que al principio puede parecer anecdótico, pero que gana relevancia a medida que avanza la película, es la obra de teatro en la que participa la niña. Interpreta a Puck, personaje de ‘Sueño de una noche de verano’, de William Shakespeare. ¿Por qué eligió precisamente esta obra y ese personaje?

Sobre todo queríamos jugar con el teatro o el arte como vía para la sanación, cómo nos puede ayudar a sobrellevar mejor nuestras vidas. Ya sea porque lo haces, o lo escuchas o lo ves. En la época del Covid19, ayudo a que muchas personas vivieran mejor encerrados, gracias a la música, libros, radio o la televisión, y queríamos incorporar esto como un mensaje dentro la trama. El teatro es una válvula de escape para Sofía y una manera de no olvidar a su padre.

«Sofía Otero es una actriz excepcional más allá de su edad. Comentábamos en el rodaje que parece una chica de 35 años con 20 de experiencia en la interpretación»

La película surge precisamente de la relación con la ONG Save the Children: le comentaron que la problemática más grande que tenían y en lo que estaban trabajando más era en el apoyo a niños de familias desestructuradas, y que sería una forma de ayudarles verlo reflejado en una película. ¿Cómo fue el proceso de escritura del guion a partir de esta colaboración?

El guion lo hemos escrito Roger Danès, Alfred Pérez Fargas, Manuela Vellés y yo mismo. Hicimos una primera versión ajena a Save the Children basándonos en el imaginario que teníamos nosotros de este tipo de historias. Luego una vez tuvimos acceso a las reuniones con madres que nos aportaban ideas, íbamos revisitando el guion y aportando la verdad que ellas contaban, que eran cosas que nunca nos hubiésemos imaginado.

Un ejemplo: la escena de la película en la que Sofía se queda sola en casa viendo la tele, ya que su madre se tiene que ir, surge de esos testimonios. Cuando se quedan sin dinero alguien podría pensar que lo primero que tienen que vender es la televisión, pues es precisamente lo último que venden: la tele es el canguro de esos niños y niñas, de esas madres que se tienen que ir a trabajar o a buscar la vida, y tienen al niño en casa porque no se pueden pagar las extraescolares. Es ilegal dejar a un menor de 12 años solo en casa, pero como no tienen otra pues acaban haciéndolo. La televisión es la herramienta que tienen para que los niñas o niños se queden tranquilos en casa cuando las madres se tiene que ir 4-5 horas fuera de casa. Esto nos sorprendió muchísimo.

¿Qué lugar diría que ocupa ‘Cuatro paredes’ dentro de su filmografía? ¿La ve como una evolución, ruptura o consolidación?

Lo veo claramente como una vuelta a mis orígenes como director de cine, lo cual me gusta. ‘Jaizkibel’ fue una película que hicimos con pocos medios, poca gente, en ese momento tenía que ser así, pero ahora creo más en esta manera de hacer cine, mas allá de que tengamos más o menos dinero.

¿Qué historia le gustaría contar y aún no ha podido?

Irán llegando. En la productora Mundo Cero incidimos y queremos seguir haciéndolo en siete temas: pobreza, guerra, desigualdad, clima, educación, salud (física y mental) y sostenibilidad. Son temas en los que queremos incidir a través del cine y las historias.