Periodista, especializado en información cultural / Kazetaria, kulturan espezializatua
Interview
Karin Smirnoff
Escritora

«En el noir escandinavo siempre ha estado muy presente la mirada política»

Nacida en 1964, trabajó como periodista y fotógrafa antes de debutar en la literatura tardíamente hace siete años. El éxito de sus novelas le valió para que la fichasen de cara a dar continuidad a la saga Millenium. Tras ‘Las garras del águila’, ahora presenta ‘Los colmillos del lince’.

La escritora Karim Smirnoff.
La escritora Karim Smirnoff. (J. DANAE | FOKU)

Desde que Karin Smirnoff asumió la escritura de la saga Millenium, las novelas de Salander y Blomkvist han adquirido un tono más político a la hora de reflejar las incertidumbres que se ciernen sobre una sociedad amenazada por intereses especulativos de todo tipo. En ‘Los colmillos del lince’, la crisis medioambiental y el poder de los lobbies energéticos protagonizan una obra vibrante.

Cuando la entrevistamos hace dos años, nos confesaba que el mayor reto de asumir la escritura de la serie Millenium radicaba en que no se trataba solo de dar continuidad a la saga sino de escribir sus propias historias. No sé si en este sentido considera ‘Los colmillos del lince’ una novela más personal que ‘Las garras del águila’.

Todas mis novelas son personales en el sentido de que están escritas con un lenguaje y unos códigos que me son propios. En las novelas que he escrito al margen de la serie Millenium he podido experimentar más con el lenguaje, mientras que aquí estoy más limitada en ese sentido. Soy perfectamente consciente de que, para el lector de la saga, enfrentarse a unos registros más poéticos puede ser un enorme factor de distracción que le lleve a alejarse de la novela. Con eso y con todo, hay veces en las que no puedo evitarlo, porque también es mi manera de mantenerme fiel a mí misma y de pensar que, en el fondo, estoy haciendo literatura y no simplemente manufacturando un best seller. No obstante, el mayor desafío que plantea escribir una novela negra como esta es que se trata de un género muy codificado donde el lector tiene la necesidad de entender a la perfección todo el desarrollo de la trama y eso te lleva a experimentar lo justo con el lenguaje. Escribir para la serie Millenium me ha supuesto un ejercicio de contención.

«Cuando se aborda el tema de la violencia contra las mujeres, es sustancialmente distinto si es un hombre el que escribe sobre ello o una mujer. Su mirada no puede ser la misma»

Se intuye un tono de lamento en sus palabras, como si con estas novelas viera restringida su libertad creativa.

Es que lo está, pero tampoco quiero que se perciba como un lamento. Pero sí que a veces echo de menos escribir en otros registros y por esa misma razón mantengo abiertos varios proyectos paralelos. Antes de escribir para la serie Millenium yo ya había publicado cuatro novelas, dos de ellas formaban parte de una trilogía a la que ahora estoy poniendo fin. También estoy escribiendo una historia de París y una obra de teatro para el Teatro Nacional de Suecia. Lo estoy haciendo todo simultáneamente porque es mi manera de trabajar y de estar entretenida.

En todo caso, hay una mirada muy personal en sus novelas de la saga Millenium. En ‘Los colmillos del lince’ gana peso el personaje de Svala, mientras que Mikael Blomkvist vuelve a tener un papel más secundario. Intuyo que eso obedece al deseo de conferir una mirada más femenina y feminista a la serie.

Sí, pero tampoco es algo que me haya planteado de manera deliberada. Es decir: no me senté y dije ‘voy a darle un nuevo enfoque feminista a la serie Millenium’. Si creé el personaje de Svala fue porque a través de él podía condicionar las acciones de Lisbeth. Para mí era importante sentir que no estaba ante unos personajes heredados sino que estos me permitirían contar lo que yo quería contar. Lo que pasa que, en mi caso, quiero que esa mirada femenina esté ahí y confiera un enfoque diferente a la saga. Por ejemplo, cuando se aborda el tema de la violencia contra las mujeres, es sustancialmente distinto si es un hombre el que escribe sobre ello o una mujer. Su mirada no puede ser la misma.

(J. DANAE)

Este año se cumple el vigésimo aniversario del inicio de la saga Millenum. ¿Cómo cree que ha evolucionado la serie?

Bueno, yo creo que hasta ahora hemos sido tres los autores que hemos escrito sobre Blomkvist y Salander y eso hace que la saga tenga tres partes muy diferenciadas. La primera trilogía, la de Stieg Larsson, tiene cosas que leídas hoy chirrían, como esa fascinación por la telefonía móvil y por el mundo de internet que, en aquel entonces, era una tecnología revolucionaria. Sin embargo, si dejamos esto aparte y nos centramos en los grandes temas que Larsson introdujo en sus novelas, como la violencia patriarcal o el ascenso de la extrema derecha, qué duda cabe que su obra mantiene una vigencia indiscutible. El autor que le tomó el relevo a Larsson con la segunda trilogía carecía de ese enfoque social y sus novelas tenían un componente de acción, mientras que en mi caso creo que he retomado la parte más política de la saga original. Por lo tanto, se puede decir que la serie ha tenido una cierta continuidad, aunque con matices.

De hecho, en esta nueva novela, esa mirada política resulta más acentuada, si cabe. ¿Hasta qué punto se siente comprometida, como autora, a servirse de la literatura para ofrecer una visión de los grandes desafíos que se ciernen sobre nuestras sociedades?

Creo que la literatura, en general, y de un modo más específico la novela negra, es un buen lugar para abordar este tipo de disyuntivas, ya que la ficción tiene un tono de ligereza que te permite establecer con el lector un tipo de comunicación emocional de cara a confrontarlo con esos grandes desafíos que comentas. Ahora bien, yo no lo asumo como una responsabilidad. Más bien me siento parte de una tradición, como es la del noir escandinavo, donde siempre ha estado muy presente esa mirada política.

«Es innegable el oportunismo de ciertos lobbies energéticos para trasladar a la opinión pública un discurso de desconfianza hacia las energías renovables en aras de seguir apostando por la nuclear»

En ‘Los colmillos del lince’ vuelve a poner el foco sobre las grandes compañías energéticas y su responsabilidad en la degradación de nuestro hábitat, ¿es un tema que le preocupa?

La globalización ha propiciado que hoy en día nuestras sociedades sean extremadamente vulnerables en muchos aspectos y el de la producción de energía es uno de ellos. Cuantas más fuentes de energía alternativa consumimos, más vulnerables somos, puesto que sobre muchas de esas fuentes no hay información fiable. Dicho lo cual, es innegable el oportunismo de ciertos lobbies energéticos para mantener esa opacidad y para trasladar a la opinión pública un discurso de desconfianza hacia las energías renovables en aras de seguir apostando por la nuclear. Y si bien me cuesta confiar en la clase política, menos aún confío en estos lobbies.

Hay una reflexión de fondo que subyace tanto en esta novela como en la anterior y es que, donde hay dinero, hay delincuencia. Visto así, sus novelas casi pueden leerse como una enmienda a la totalidad del modelo capitalista, ¿no?

Sí, de hecho pienso que vivimos en un mundo dominado por la avaricia, y ese es el principal problema que atesoran nuestras sociedades. Es desesperante comprobar cómo unos pocos controlan casi todos los recursos y como hay mucha gente que no tiene nada, y encima, esos que lo tienen todo quieren más y más y más… Pero, por desgracia, hay situaciones que hemos normalizado. A nadie le choca ver a Elon Musk sentado al lado de Trump decidiendo el futuro de millones de familias sin recursos, sin alcanzar si quiera a imaginar cual es la realidad cotidiana de esas familias.

«Nos encontramos con que aquel grupo de niñatos con la cabeza rapada de los que hace dos décadas nos reíamos, hoy tiene el 20% de los votos. ¿Qué ha fallado?»

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo hemos normalizado el modus operandi de esa casta política sin escrúpulos?

Si tomamos como referencia el caso sueco, es curioso cómo, hace veinte años, la extrema derecha apenas estaba representada por grupitos de niñatos con la cabeza rapada que hacían el saludo nazi. Nadie les daba importancia. Pero un día decidieron ponerse serios, cambiar sus chaquetas bomber por traje y corbata y eso bastó para que comenzaran a escucharles. Cambiaron su vestuario y también su estrategia de comunicación, y entonces les dieron la tribuna política que estaban buscando. A partir de ahí se dedicaron a halagar a una gran masa ciudadana ofreciéndoles aquellas respuestas que la mayoría quería escuchar; diagnósticos simples para temas complejos. Su éxito fue inmediato, un éxito que nadie supo prever. Así nos encontramos con que aquel grupo de niñatos de los que hace dos décadas nos reíamos, hoy tiene el 20% de los votos. ¿Qué ha fallado? Pues, yo creo que, por una parte los partidos tradicionales no han sabido dar respuesta a las preocupaciones ciudadanas y, por otro, lo que acabo de apuntar, que esa extrema derecha emergente ha logrado hacerse con el control del relato simplificando al máximo los mensajes.

En todo caso, ese relato parece dictado por la agenda de los grandes lobbies y de él aparecen excluidas las culturas minorizadas ¿vamos hacia un mundo cada vez menos plural?

Sí, sobre todo porque no son únicamente esos partidos de extrema derecha los que asumen la agenda de los grandes lobbies, también lo hacen los partidos tradicionales, temerosos de perder ese caladero de votos que, actualmente, se está desplazando hacia otras formaciones. En ese contexto, temas como la violencia de género, la sanidad pública o la educación pasan a ser cuestiones secundarias, cuando realmente deberían de ser los grandes temas de cualquier agenda política. Actualmente se perciben como asuntos polémicos que dividen a la opinión pública, pero comprando ese discurso, los grandes partidos lo que están haciendo es faltar a su responsabilidad, y lo mismo pasa con la visibilización de las culturas minorizadas.

Al menos, y por referirnos al pueblo sami, del que usted habla en su novela, últimamente hay una creciente cantidad de escritores que, a través de sus novelas, buscan visibilizar la realidad de esta cultura.

Sí, y es algo que hay que celebrar, sobre todo el hecho de que muchos de esos autores a lo que te refieres pertenecen al pueblo sami. En Suecia, apenas ahora, comienza a haber una cierta consciencia de la explotación a la que hemos sometido al pueblo sami a lo largo de los últimos cinco siglos. Por eso me parece tan importante esa eclosión de escritores samis que ahora mismo se dedican a narrar la historia de su pueblo y de sus tradiciones.