Sánchez y la toalla que no seca
Los ‘popes’ socialistas están exultantes y hasta Tellado admite que el PSOE ganó oxígeno. El insulto al suegro fallecido esconde el fracaso de Feijóo: ningún aliado pide generales ya. El PNV, cada vez más lejos, y Junts, obligado a alejarse. Y por qué el ‘ni sí ni no’ es un salvavidas de hecho.

Hace exactamente cuatro semanas renunciaba Santos Cerdán a ser el número 3 del PSOE y poco después, entregaba su acta de diputado. Con las filtraciones de la Guardia Civil sobre su caso estallaba la peor crisis política que enfrenta Pedro Sánchez desde que es inquilino del Palacio de la Moncloa. Y es que en su libro Manual de Resistencia faltaba un capítulo: el de cómo capear la tormenta sobre la corrupción propia. Siempre presunta, pero con la crudeza de esta era audiovisual los tiempos ansiosos de la política y los medios devoran a los judiciales, pensados para una cotidianidad del siglo pasado.
Sánchez, cómo no, prueba a resistir, jura que no va a «tirar la toalla» y, como decía por lo bajo en los pasillos del Congreso una diputada de un partido aliado: «Qué suerte que tiene de tener a Feijóo y a Vox. Hoy este hombre está más vivo que ayer». El flamante número 2 del PP, Miguel Tellado, ha admitido en las últimas horas que el PSOE ha recibido un balón de oxígeno tras la jornada de doble comparecencia.
Ha explicado poco Sánchez sobre el pasado (ha ninguneado las preguntas muy concretas de la portavoz del PNV, por ejemplo) pero ha presentado un «plan estatal anticorrupción» que fuentes de Moncloa han explicado a NAIZ que no serán un paquete sino que se irán registrando en la Cámara por cuentagotas. Y ya sabemos qué futuro difícil les depara. Pero el líder del PSOE se mantuvo en su petición de disculpas, propuso medidas y obtuvo un ‘no’ rotundo de sus socios de investidura a convocar elecciones anticipadas ya mismo. Ni Podemos ni Junts, ni Coalición Canaria ni Compromís (cuya una de sus diputadas se fue de Sumar para plantar cara más libremente al Ejecutivo). Nadie ha pedido moción de censura ni llamado a las urnas.
Ni Podemos ni Junts, ni Coalición Canaria ni Compromís... nadie ha pedido moción de censura ni llamado a las urnas
En ese espejo triste se mira Alberto Núñez Feijóo, quien tras ser proclamado presidente reelecto del partido más votado del Estado español, y con su rival en el peor momento, sigue sin conseguir sumar un solo voto extra de apoyo, ya no para ser investido él sino para una convocatoria electoral anticipada (sí, previa moción de censura pero con acuerdo de llamado electoral, como lo que vienen hablando hace año y medio Génova y Junts).
Para peor, la semana de estreno de las nuevas autoridades del grupo parlamentario ha sido con el hundimiento, más aún, en el barro; Feijóo haciendo alusión al fallecido suegro de Sánchez, padre de Begoña Gómez, y su presunta propiedad de saunas gays (la LGTBIfobia intrínseca asimila esos centros de ocio a los prostíbulos).
Una persona importante de Génova, de asesoramiento diario con Feijóo, expresaba su satisfacción por el dardo envenenado y respondía a NAIZ que sí, que no fue un exabrupto sino «una réplica», y la frase de haber usufructuado dinero de prostíbulos la defienden porque «Sánchez tiene un piso pagado por el suegro». Así, sin más y con desparpajo ayusista. Desde el PP filtran que Feijóo tenía ese botón de fango pensado para pulsarlo cuando lo viera necesario y lo ha enfadado, dicen, la mención a Marcial Dorado por parte de Sánchez («El único en España que tiene una foto con un delincuente es usted»).
Por su parte, Ferraz aseguraba luego de la comparecencia que «hay legislatura para rato» y que con lo ocurrido ya «no hace falta una cuestión de confianza», sugerida inclusive por algunos aliados. «Muy contento», respondía a NAIZ uno de los diputados más importantes del PSOE cuando se iba de las Cortes.
«Esperábamos un pleno mucho más díficil. Pero bueno, enfrente...», decía con media sonrisa un alto cargo de Moncloa
Varios ministros no ocultaban su algarabía. «Esperábamos un pleno mucho más difícil, más bronco, y nos habíamos preparado para ello. Pero bueno, enfrente…», decía con media sonrisa un alto cargo de Moncloa. Lo de enfrente era un PP aislado y fuera de sí. «Ya no saben más qué hacer, lanzaron lo de los prostíbulos a ver si cuela. ¿De dónde tienen idea de cómo compró el presidente su piso?», preguntaban azorados.
La crueldad de citar a un familiar fallecido que no se puede defender lleva a preguntarse qué viene después. ¿Malmeter contra las hijas de Sánchez y Gómez es lo que sigue? Pero todo ese ruido vulgar busca también ocultar que el Gobierno progresista de coalición sigue en funciones.
Y allí es donde Feijóo tiene su verdadero fracaso. La diputada jeltzale Maribel Vaquero, cansada de los dardos envenenados de Feijóo, le puso el dedo en la llaga: «¿Usted pretende ganar socios de investidura desacreditando al rival y con bulos?», preguntó. «Con esto solo fortalece a la extrema derecha», remató en el hemiciclo.
No solo refuerza a Vox sino que espanta a Junts. ¿Algún perspicaz estratega de Génova cree que el partido de Puigdemont puede hacer siquiera tibios gestos de acercamiento al PP en la misma semana en que Feijóo posa con Aznar y Rajoy, el autor de la aplicación del 155 en Catalunya? Pero hay más: la nueva portavoz, Esther Muñoz, (el halcón del ala dura que reemplazó a la pragmática Cuca Gamarra) dijo en sus redes sociales que sí, que Feijóo ha dicho que tiene voluntad de «derogar la amnistía», aunque añade que es «inderogable» en términos jurídicos por el «principio de irretroactividad». En Waterloo estarán flipando.
La nueva portavoz del PP ha dicho en redes que Feijóo tiene voluntad de «derogar la amnistía» pero que existe el «principio de irretroactividad». En Waterloo estarán flipando
Con ese mar de olas erráticas y tácticas que parecen guion de masoquista, surfea campante Sánchez en el hueco que el marco legal le permite. Gana tiempo en la indefinición por dos razones: la primera es que la moción de censura debe ser positiva, es decir, echar a alguien para investir a otro, aunque sea para disolver las Cortes. El consenso de investir a alguien de la derecha española todavía está lejos.
Pero además, Sánchez se beneficia de no necesitar otro aval. La cuestión de confianza es un mero procedimiento semiótico, no vinculante. Los diputados pueden criticarlo, hasta insultarlo y decir que no creen ya en él ni apoyarán ninguna de sus leyes, pero mientras que eso no se traslade a un voto positivo a otro candidato en una moción, Sánchez (o quien sea en su lugar) puede pervivir.
Difícil que esos diputados atrapados en el «ni sí ni no» puedan cambiar de posición con plenos como el de ayer o con cacofonías fuera de quicio que emanan del ecosistema madrileño. La última: Díaz Ayuso ha posteado en sus redes tras asistir al homenaje a Miguel Ángel Blanco que el Gobierno central «prepara la anexión de Navarra al País Vasco y la ruta hacia el Estado Plurinacional que buscan sus socios» y que busca con ello «legitimar el terrorismo, la extorsión, el secuestro, la limpieza étnica, la manipulación de la historia y la burla de los muertos». La línea roja ya no existe.
Mientras tanto, Sumar y los socios soberanistas piden ya ir al BOE y hacer políticas transformadoras para remontar la mala racha, siempre y cuando las imputaciones judiciales no escalen.
Sánchez se enroca en retener la toalla pero tiene que entender que ya no sirve para secarse.

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