Iñaki  Iriondo
Cronista político

A ras del presente pero atado de cerca para lo básico

El lehendakari ha roto el protocolo y ha pedido un minuto de silencio por Palestina.
El lehendakari ha roto el protocolo y ha pedido un minuto de silencio por Palestina. (Raúl BOGAJO | FOKU)

Arrancar el pleno denunciando el genocidio de Palestina, lanzando un claro ¡Basta ya! a Netanyahu y su Gobierno y pidiendo –con el permiso de la presidenta– un minuto de silencio, evidencia que el lehendakari Imanol Pradales y su equipo tienen bien calibrada la brújula de algunos de los consensos sociales generalizados que hay en el país. Y el anuncio de medidas para favorecer el bienestar emocional de la ciudadanía, sobre todo de los más jóvenes, y para combatir la soledad no deseada, muestran contacto con la realidad de los tiempos, aunque en algunos momentos su discurso haya cogido tintes de libro de autoayuda.

Pero hay un elemento fundamental en el que Imanol Pradales se muestra atado para dar pasos propios y poder avanzar: se trata del liderazgo para la búsqueda de un nuevo pacto estatutario. Un lehendakari no debiera limitarse a anunciar que hay que aprovechar el momento porque en el futuro se dibujan los nubarrones del autoritarismo, «tiempos muy complicados» y «un escenario de cuestionamiento de nuestro autogobierno, identidad e instituciones»; no puede ceñirse a anunciar el apocalipsis y meter prisa a los partidos, para después dejarlo todo en sus manos y presentarse como observador y «facilitador». Y, sobre todo, es difícil de entender que tras tanta urgencia se posponga su próximo paso a junio de 2026, dentro de nueve meses.

Esto es consecuencia de las decisiones que se tomaron en el inicio del primer mandato de Iñigo Urkullu, de primar el pacto con el PSE como «lo normal» cuando había otra mayoría posible. E Imanol Pradales abrazó ese mismo esquema desde la propia noche electoral. Recuérdese que ni siquiera hizo una ronda formal de partidos en cuanto vio que con los de Eneko Andueza sumaba mayoría absoluta.

Esa herencia de Urkullu es muy distinta de las formas con las que se manejó Juan José Ibarretxe. Entonces fue él personalmente –con su Gobierno de PNV, EA e IU– el que hizo de motor del Nuevo Estatus y de la posterior Ley de Consulta. No se llegó a nada práctico, es cierto. Pero se avanzó más que con el posterior esquema de sentar al lehendakari como árbitro de un torneo de tenis que jueguen los partidos. Porque no es una cuestión de método, sino de fondo, de que el PNV se ha casado con el PSE y eso ata de cerca a Imanol Pradales para ejercer su liderazgo en una cuestión «determinante para nuestro futuro político», pero en la que Eneko Andueza ya le advirtió esta misma semana de que no debía profundizar.