Isidro Esnaola
Iritzi saileko erredaktorea, ekonomian espezializatua / Redactor de Opinión, especializado en economía

Los alimentos en Europa son un tercio más caros desde la pandemia

Un artículo publicado por el BCE muestra la preocupación de la institución por el alto precio de los alimentos en la eurozona. Las subidas se han acumulado y ahora los alimentos son un tercio más caros que antes de la pandemia. Un aumento del coste de la vida que afecta más a las familias más pobres

Variación del precio de los alimentos en la eurozona (2019-2025)
Variación del precio de los alimentos en la eurozona (2019-2025) (GARA)

Ahora que la inflación ronda el 2% y el objetivo que tanto anhelaba el Banco Central Europeo está al alcance de la mano, otra cuestión inquieta a los guardianes de la ortodoxia monetaria: el aumento del precio de los alimentos. A finales de septiembre, el BCE publicó un artículo en un blog en el que analiza con un poco más de detalle la evolución de la inflación. Los autores constatan que, aunque los precios en Europa están cerca del objetivo del 2%, el precio de los alimentos es un tercio más caro que antes de la pandemia, es decir, que han subido en la eurozona de media alrededor de un 33%.

En el mapa elaborado por el BCE se observa que el aumento de los precios de los alimentos desde finales de 2019 oscila entre el 20% de Chipre y el 57% de Estonia. El Estado español queda un poco por encima de la media 34%, mientras que en el Estado francés los precios de los alimentos se han quedado por debajo (27%). En Hego Euskal Herria, los gráficos indican una subida similar, alrededor de un 30% desde finales de 2019.

El coste de la vida 

Cualquiera que haga la compra ha visto como si antes gastaba, por ejemplo, 60 euros cada vez que se acercaba al supermercado, ahora los mismos productos pueden costar 80 o incluso 90 euros. Medir el coste de la vida es un elemento clave para conocer cuáles son los ingresos reales de la ciudadanía. Pero medir siempre es una operación delicada: el resultado depende de qué se toma en cuenta y qué no, y de la medida que se utiliza como patrón.



Para determinar la variación en el coste de la vida se definió el índice de precios al consumo, un número que sintetiza cómo varían los precios de una canasta fija de productos de consumo habituales. Al ser una síntesis de precios de diferentes grupos de bienes y servicios, puede ocurrir que la subida de algunos grupos se compense con la caída de otros, de modo que el índice enmascare el encarecimiento de algunos productos, que es lo que está ocurriendo con los alimentos.
 
La evolución de la inflación 

El primer gráfico elaborado por el BCE, refleja que el índice general de precios mensual alcanzó un máximo de 10,6% en octubre de 2022. Sin embargo, el precio de los alimentos creció todavía más, y a principios de 2023 alcanzó su máximo con una subida del 15%. Posteriormente, ambos indicadores han ido descendiendo y en la actualidad rondan el 2%, aunque, el índice de los alimentos sigue por encima del índice general. Observando el gráfico del BCE, cualquiera diría que la crisis ha pasado y el coste de la vida crece lo normal, o al menos lo que el BCE considera normal.



Pero el efecto de las subidas de estos dos últimos años no se ha desvanecido, pero es difícil observarlo en el gráfico que el BCE proporciona. En cambio, si observamos, no los cambios mensuales, sino la evolución del IPC, como muestran los gráficos de la CAV y Nafarroa, resulta evidente que esos aumentos mensuales se han ido acumulando, y aunque el crecimiento de los precios se haya moderado, ahora los alimentos son aproximadamente un tercio más caros que antes de la pandemia. El aumento del índice general ronda el 20%, lo que significa que el precio de los alimentos se ha encarecido mucho más. Y esa diferencia ha empezado a inquietar también al BCE.



¿Por qué preocupa al BCE? 

En primer lugar, a diferencia de otros bienes, el consumo de alimentos es una necesidad y representa una parte importante de la cesta de la compra. En la zona euro supone aproximadamente el 20%, mientras que la energía, por ejemplo, solo el 10%. Y los hogares además prestan especial atención a las variaciones de los precios de los alimentos, como bien reconoce el artículo del BCE, no en vano representa una quinta parte del presupuesto familiar.

Además, los alimentos se compran a diario y, por lo tanto, incluso pequeñas variaciones de precio se perciben enseguida. Esa percepción es lo que preocupa al BCE, porque considera que el precio de los alimentos influye de forma desproporcionada en las expectativas de inflación de las familias, y, por tanto, en su comportamiento, lo que según la ortodoxia, puede terminar alterando la estabilidad de precios en la zona euro. 

Cuando los precios de esos los alimentos suben, los hogares más pobres se ven afectados de forma desproporcionada

Y en segundo lugar, señala un efecto realmente preocupante. Los hogares con bajos ingresos tienen que destinar una mayor proporción de sus ingresos a bienes esenciales como alimentos, energía y vivienda. Y cuando los precios de esos bienes suben, los hogares más pobres se ven afectados de forma desproporcionada. En consecuencia, padecen tasas de inflación efectiva más altas que sus vecinos más ricos, lo que implica que necesitan recortar más en otros gastos para equilibrar sus presupuestos.

El BCE dice que en este caso, dado que los hogares con menores ingresos dependen en gran medida de los salarios, las altas tasas de inflación que padecen también pueden empujar las demandas salariales, lo que intensificará aún más la inflación a través de los llamados efectos de segunda ronda.

En su análisis ni siquiera menciona el poder de las grandes empresas que controlan los fertilizantes y los mercados agrarios o las grandes cadenas de distribución 

En ambos casos, el BCE subraya la responsabilidad de los hogares en el aumento de la inflación. En su análisis ni siquiera menciona el poder de las grandes empresas que controlan los fertilizantes y los mercados agrarios de materias primas o las grandes cadenas de distribución que tienen una enorme capacidad para determinar los precios en los lineales de los supermercados. Los verdaderos responsables de la inflación ni siquiera se mencionan en el análisis.

Factores estructurales 

Además de los efectos coyunturales, el artículo destaca algunos estructurales. El primero, en el ámbito internacional, es el aumento de los ingresos en lo que llaman mercados emergentes, es decir, en el Sur Global. Apunta que esa mayor renta ha incrementado la demanda de productos agrícolas, lo que ejerce presión sobre los precios de los alimentos en el mercado mundial. Resumiendo, el crecimiento de la clase media en los países del Sur Global tiene la culpa.

Al BCE no le preocupan los precios de los alimentos por una cuestión de equidad, sino por sus dogmas

Otro factor que señala el trabajo del BCE es que la productividad de la agricultura tiende a ser inferior a la de otros sectores. Otro tópico que oculta más que explica los problemas de la agricultura industrial dominante en el mundo.

El tercer factor que nombra el artículo es el cambio climático. Los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías e inundaciones, son cada vez más frecuentes y pueden perturbar de manera importante las cosechas y los suministros. Y pone como ejemplo, la sequía de 2022 y 2023 en el Estado, que provocó fuertes aumentos del precio del aceite de oliva. Los precios del café y del cacao también se dispararon por la adversa meteorología.

Al BCE no le preocupan los precios de los alimentos por una cuestión de equidad, sino por sus dogmas.