Aritz Intxusta
Redactor de actualidad

Así fueron los dos robos de arte más importantes en Euskal Herria

París está conmocionada por la desaparición de las joyas de la corona francesa por parte de ladrones profesionales. Euskal Herria también ha sido objeto de robos de piezas de valor incalculable. Los dos más importantes sucedieron en Nafarroa y uno lo cometió el ladrón más famoso del mundo. 

La arqueta de Leire hoy se puede contemplar en el Museo de Navarra.
La arqueta de Leire hoy se puede contemplar en el Museo de Navarra. (Iñigo URIZ | FOKU)

A diferencia de lo sucedido en París, donde los ladrones entraron a plena luz del día, pillando a todo el mundo por sorpresa, los mayores robos de obras de arte en Euskal Herria sucedieron por la noche. El primero al que haremos referencia es el hurto del tesoro de la catedral de Iruñea. 

Ocurrió la noche del 10 de agosto de 1935. Previamente, los ladrones habían serrado uno de los barrotes que protegían la ventana que da a la sacristía. Eso les permitió doblarlo el día de autos y conseguir paso suficiente como para deslizarse por él hasta el interior de la catedral y hacerse con las llaves del tesoro. 

Las joyas se hallaban en una cámara acorazada en la trasera del ábside, horadada en un muro y con una doble puerta. La primera, de madera, y la segunda, forrada con chapa de acero y que necesitaba del uso simultáneo de tres llaves para su apertura.

Entre otras piezas de oro y plata como brazaletes y una colección de monedas, se llevaron de allí las coronas de oro de una imagen de una virgen y el niño, decoradas con diamantes y esmeraldas. Y lo que era todavía más valioso: la arqueta de marfil de Leire, obra de artesanos cordobeses en torno al año 1.004. 

Vecinos de Iruñea posan tras encontrar la arqueta robada, que conservan en una bolsa. (Colección ARAZURI | ARCHIVO MUNICIPAL)

Encargada por los califas omeyas, se trata de un arca de marfil de elefante primorosamente decorada con escenas de caballeros cazando estos paquidermos, obra de uno de los artesanos más ilustres de Medina Azahara, el maestro Faray y cuyo destinatario era el hijo de Almanzor, Hisham, hijo a su vez de Subh, la conocida como ‘la sultana vascona’, probablemente de origen navarro.      

Los ladrones ocultaron un botín que los medios de la época calcularon en ocho millones de pesetas. La arqueta acabó escondida en el camino de Capuchinos y la mayoría de las joyas en un piso de la calle Arrieta. 

Una semana después, el día 18, unos jóvenes se encontraron unos engarces de metal que les resultaron sospechosos y acudieron a la Policía de una ciudad que no se había recuperado del susto. No solo ya por el valor del tesoro desaparecido, sino por lo sacrílego del robo en una ciudad religiosa hasta el extremo. 

El tesoro de la catedral tenía un valor estimado en 1935 de ocho millones de pesetas. Había oro, esmeraldas y diamantes. Pero su valor histórico y artístico era aún mayor.

El propietario del piso donde se localizaron las piezas, un industrial iruindarra, fue detenido y confesó que la arqueta había sido escondida. El 8 de septiembre fue localizada esta última junto al pueblo de Berriobeiti.

Tiempo después, el 16 de diciembre, fue detenido otro de los autores del robo, José Ramón Rodríguez Rajo, ‘el Portugués’, y el 17 de enero de 1936 era arrestado su cómplice, Román Gainza Iguaran.

Parte del tesoro no fue encontrada. Los detalles fueron novelados por José Luis Díaz en su obra ‘El robo de la catedral’, editada por Pamiela. 

El regalo de Ricardo Corazón de León

Otra noche de 1979, a finales de octubre, un ladrón asaltó el santuario de San Miguel de Aralar. No hurgó en ninguna caja fuerte, sino que procedió a desmontar y llevarse por partes el retablo entero, realizado en esmaltes, oro, madera y piedras semipreciosas. Que, justamente, era –y es– lo más valioso que allí se custodia.

El retablo de Aralar, ahora protegido por un cristal acorazado. (Gotzon ARANBURU | FOKU)

La operación de rescate contó con la participación de los Carabinieri, la Guardia Civil y unos detectives privados. Pronto las sospechas recaerían sobre el ladrón de guante blanco más famoso del mundo: René Alphonse van den Berghe, conocido como ‘Erick el Belga’. 

Las investigaciones sobre el retablo apuntan a que salió de un taller de Limoges en el siglo XII. Los historiadores creen que se trató de una suerte de dote o de regalo de bodas encargado por Leonor de Aquitania para la familia de quien iba a convertirse en la mujer de su hijo Ricardo, a quien luego se le conocería con el sobrenombre de ‘Corazón de León’. 

La mujer de Ricardo Corazón de León era la hija de Sancho VI de Nafarroa, Berenguela. 

Los esmaltes fueron apareciendo por partes en París tiempo después y el retablo se recuperó y volvió a montarse dentro del templo. Si bien, ahora está protegido por un cristal blindado. 

Antes de fallecer en Málaga en 2020, Erick el Belga pudo contar los pormenores del robo en una entrevista a GARA, en la que aseguró que lo hizo por encargo. 

En esa entrevista, en la que solo se negó a hablar del episodio de torturas que denunció, aseguró que grandes robos de arte como los que él ejecutó a lo largo del siglo XX son cada vez más raros de ver. No porque la seguridad no pueda burlarse, sino porque han desaparecido los coleccionistas privados. 

Y esto nos devuelve al robo en el Louvre: ¿Cuántos millonarios están dispuestos a adquirir las joyas de la corona de Francia? ¿Tienen los ladrones ya un comprador?