Palestinos de Siria: «Seremos los últimos en recibir ayuda»
En los suburbios de Damasco, el campo palestino de Yarmuk –destruido durante la guerra civil en más de un 70%– intenta renacer de sus cenizas. Prácticamente inhabitable hasta hace unos meses, vuelve a la vida gracias a una población que ha decidido no esperar nada del nuevo Gobierno.

El sol invernal ilumina las callejuelas del campo de refugiados de Yarmuk, situado a las afueras de Damasco. En todas partes reina una evidente agitación: a medida que bajan las temperaturas, los palestinos que han decidido regresar tras la caída del régimen de Bashar al-Assad, el pasado 8 de diciembre, se preparan como pueden para afrontar el frío del invierno.
En una de sus arterias principales, Fadi, de 45 años, ha improvisado un pequeño comercio. Detrás de él, una decena de puertas, recuperadas de las ruinas de varios barrios destruidos, están apoyadas de forma precaria sobre sillas de plástico. «Los precios están por las nubes, nadie puede permitirse comprar puertas nuevas. Así que recojo las que encuentro en buen estado entre los escombros y las vendo baratas», explica.
Originario del pueblo de Safad, en el noreste de la Palestina histórica, muy cerca de la frontera siria, Fadi abandonó Yarmuk cuando el campo, por su posición estratégica a las puertas de la capital, quedó atrapado de lleno en la guerra. Un drama que se desarrolló por etapas: divisiones entre facciones palestinas –Hamas con los revolucionarios, otros con el régimen– , la entrada en escena de Jhabat al Nosra y después del Estado Islámico, y finalmente la destrucción casi total del campamento por parte del régimen sirio. Tras la caída de Al-Assad, el 8 de diciembre, de los 160.000 palestinos registrados en Yarmuk no quedaba casi nadie.
«Sigo viviendo en otro barrio», prosigue Fadi. «El edificio donde estaba mi casa está completamente derruido. Hará falta muchísimo dinero para reconstruirlo. Me destroza el corazón, pero sé que no volveré pronto. Aun así, ver cómo el campamento revive… eso sí reconforta», sostiene. «Nosotros mismos lo estamos reconstruyendo».
Abandonados por todos
El fenómeno es impresionante: desde diciembre, Yarmuk ha empezado a cambiar de rostro. Donde antes solo había fachadas abiertas, ahora se levantan muros de ladrillo recién cementados. Son los propios habitantes quienes reparan lo que pueden. La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (Unrwa) aporta ayudas económicas únicamente en los casos donde aún es posible hacer pequeñas reparaciones.
En cuanto a las organizaciones políticas palestinas, prácticamente han desaparecido del panorama. Si la OLP no hubiera aportado fondos para rehabilitar el dañado cementerio –una decisión controvertida, dado lo enormes que son las necesidades de los vivos–, muchos habitantes casi habrían olvidado su existencia.
«La Unrwa no reconstruye, solo ayuda a reparar lo básico. Y del nuevo Gobierno de Al-Sharah… no va a ser peor que con Assad, pero no esperamos nada. Yarmuk solo se reconstruirá con nuestras propias manos o cuando un día vengan inversores extranjeros», afirma Fadi.
En una calle lateral, Um Fatima, de 40 años, no oculta su rabia. Sin empleo, ha regresado a vivir en las ruinas de un edificio. Sin agua corriente ni electricidad, su vivienda, en la planta baja, sufre filtraciones constantes provenientes del tejado, severamente deteriorado.
«Intentamos tapar las grietas como podemos, pero es muy difícil. No esperamos nada de Ahmad al-Sharah. Nuestra supervivencia siempre dependió de la Unrwa, incluso antes del cambio de régimen… y parte de las ayudas desaparece por el camino. No sé quién las desvía, pero no llegan», denuncia.
A unos metros, Mahmoud, de 52 años, prosigue: «No queremos construir palacios. Solo apartamentos dignos, lo básico. Que nuestros hijos estén sanos. Durante años tuvimos que alquilar fuera, y muchos han perdido todos sus ahorros. Así que intentamos poner ventanas a las ruinas, volver a levantar muros, recuperar lo que podamos. Primero regresaremos… y luego ya veremos».
Su vecino, que se une a la conversación, se muestra sombrío: «Hay un antes y un después del 7 de octubre. La causa palestina ha sido abandonada por todos; ya lo estaba antes, pero ahora es peor. Y personalmente… temo a las milicias del Gobierno. Atacan a minorías; ¿por qué no iba a tocarnos a nosotros mañana?».
Antes de concluir: «Al-Sharah está negociando con Israel. Si llega a un acuerdo, será malo para nosotros. Y si no lo consigue, también: Israel ataca cada vez más profundamente en Siria. Cometieron una masacre en el campamento de Ain el- Hilwe, en Líbano. Y lo volverán a hacer aquí».

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