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Cinco décadas desde que el Bloody Sunday puso en jaque el Seis Naciones

El covid no ha evitado que el Seis Naciones haya completado su calendario durante las tres últimas ediciones. Hay que remontarse cincuenta años para encontrarse con los últimos partidos suspendidos. Tras la masacre del Bloody Sunday, las selecciones de Escocia y Gales se negaron a viajar a Dublín.

Febrero de 1972, un manifestante es retirado del césped de Twickenham por policías ingleses. (AFP)

El Seis Naciones de 2022 ha sido el de la vuelta a la normalidad en el marco de una pandemia que aún da sus, esperamos, últimos coletazos. Todos los partidos se han disputado en tiempo y forma, en la fecha prevista y con público en las gradas.

En las dos ediciones anteriores hubo que retocar calendarios y/o jugar a puerta cerrada. Pero más tarde o más temprano se completó la agenda.

Hay que mirar hacia atrás medio siglo, hasta 1972, para encontrar con una edición incompleta. Por aquel entonces, el norte de Irlanda vivía un durísimo conflicto armado de raíces políticas, The Troubles.

El domingo 30 de enero, paracaidistas del Ejército británico abrieron fuego contra una manifestación pacífica en Derry, matando ese día a 13 personas. La masacre ha pasado a la historia con el nombre de ‘Domingo Sangriento’ (Bloody Sunday).

El clima de tensión habitual se extendió por toda la isla. El Seis Naciones había arrancado la víspera, con victoria de Irlanda en terreno francés (9-14). Dos semanas después, con la tensión en su punto álgido, el XV del Trébol conquistó Londres con una victoria más allá de lo deportivo (12-16).

A por el Grand Slam

Irlanda aspiraba al Grand Slam, el primero desde 1948. Restaban dos partidos, ante Escocia y Gales, ambos en Dublín. Pero caledonios primero y galeses después, temiendo por la seguridad de sus jugadores, anunciaron que no viajarían hasta la isla esmeralda.

«La situación llevaba tensa durante mucho tiempo en Irlanda y nada hacía pensar que nuestros rivales estuvieran especialmente amenazados ese año. Si uno o dos jugadores tenían miedo de venir podrían haber enviado a otros», señala a France Presse el extercera línea Fergus Slattery, de confesión católica.

El legendario segunda línea Willie-John McBride, protestante del norte, entiende que «la cuestión irlandesa era compleja, no sabían exactamente lo que pasaba. Pensaban quizás que todo el mundo luchaba en la calle aquí, cuando realmente solo era un pequeño número de individuos».

Finalmente los partidos no se disputaron, siendo la última vez que no se ha completado el calendario. En el palmarés, 1972 aparece desierto.

Los All Blacks en Belfast

Quienes sí acudieron a Irlanda unos meses más tarde fueron los All Blacks. Y no a Dublín, sino a Belfast, para enfrentarse al equipo de Ulster en el marco de una gira por las islas británicas. Cuenta Fermín De la Calle en su libro ‘Con fina desobediencia’ que «la decisión no fue bien recibida por las selecciones de la vieja Europa, pero los kiwis se limitaron a señalar en un escueto comunicado de su Federación: ‘Venimos a tender una mano a nuestros amigos irlandeses, porque el rugby no entiende de política’».

Hace unos años, en 2016, el apertura neozelandés Bob Burgess reveló que recibió una carta del IRA en la que les aseguraban que velarían por su seguridad pero les instaban a no hablar de política durante su estancia.   

Una llamada salvadora

El Seis Naciones quedó en el alero para ediciones posteriores. En 1973 le tocaba a Inglaterra viajar a Dublín. La Federación inglesa dejó la decisión en manos de cada jugador, y algunos no las tenían todas consigo. Una conversación telefónica entre el capitán irlandés McBride y su homólogo inglés, David Duckham, dio paso al partido.

El 10 de febrero ambos equipos saltaron juntos al campo, y durante cinco minutos las 50.000 personas que se dieron cita en Lansdowne Road aplaudieron al quince de la rosa. Ganó Irlanda 18-9, aunque eso es lo de menos. Lo cuentan con detalle en este artículo de Revista H.