Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

Política ficción en clave positiva

Ni habrá acuerdos progresistas en Euskal Herria antes de las elecciones españolas ni el «asalto relámpago» a la Moncloa que plantea Podemos va a tener lugar. No expreso un deseo sino la constatación de una realidad. El partido de Pablo Iglesias tiene claro que solo llegará a alianzas en territorios en los que sume para sus propios intereses, lo que limita bastante el recorrido de la iniciativa presentada por personalidades vascas la semana pasada. El problema, en mi opinión, no está en los contenidos programáticos sino en la aritmética. Catalunya, País Valencià o Galiza son lugares donde se juega una buena porción de diputados, especialmente en el caso del Principat. Ni la CAV ni Nafarroa tienen este peso específico en el Congreso español. A los partidos estatales como Podemos no les interesan demasiado. Además, está el «handicap» de que determinados pactos puedan ser perjudiciales del Ebro para abajo. Con la hoja de ruta hacia las generales que se impuso en Vista Alegre intacta, no parece que las condiciones objetivas sean las más favorables para las alianzas. 

Tampoco el modo de recibir la iniciativa ha sido el más apropiado. Especialmente por parte de Roberto Uriarte, secretario general de Podemos en la CAV. Hay que decir que considero que la animadversión de Uriarte hacia la izquierda independentista es sincera. También, su recurso a argumentos anclados en la prehistoria, que constrastan con un tiempo político vertiginoso. Sin embargo, no dejo de pensar que también tiene una parte de sobreactuado. No me extrañaría que él ejerciese de «poli malo» mientras deja a «los de Madrid» (Iglesias o iñigo Errejón) el papel de «líderes comprensivos». En mi experiencia, para los independentistas de izquierdas ha sido habitualmente más fácil entenderse con sectores transformadores española a cientos de kilómetros de Euskal Herria que con sus homólogos en la CAV o Nafarroa, con la excepción del histórico momento de cambio político que se vive Iruñea. De todos modos, la incomprensión no sería el único motivo que explique este discurso doble, al menos en las formas. Con esta maniobra, Podemos podría intentar buscar ese «voto dual» que habitualmente funcionó al PSOE en Catalunya: un voto en clave nacional de puertas para adentro y una apuesta por el «menos malo» hacia el Congreso español. En Euskal Herria este fenómeno nunca se ha producido y me resulta difícil creer que la tendencia pueda cambiar. Pero tampoco se puede culpar a nadie de intentarlo. 

Pese a esta lectura que no deja lugar a muchas alegrías a corto plazo, creo que hay que hay que ser optimistas con el escenario a medio. Es decir, las cuestiones tácticas de los próximos meses no nos pueden nublar tanto la vista como para no recordar objetivos estratégicos. Recientemente, en una entrevista que en breves publicaré en GARA, Manolo Monereo me recordaba la verdad de perogrullo de que «después de noviembre llegará diciembre». Dicho de otro modo: tras las elecciones españolas se abre otro período completamente diferente y donde las reglas que han operado hasta ahora se desvanecerán. Descartada la opción de que Iglesias sea presidente, lo que habrá que ver es quién suma más: si PP con Ciudadanos o PSOE con Podemos y los apoyos que pueda encontrar. ¿Se imaginan que la llave la tuviese una lista soberanista de vascos, catalanes y gallegos? No hablamos de una legislatura cualquiera, sino de el ciclo que puede finiquitar la hegemonía absoluta de Génova y Ferraz. Justicias poéticas al margen, algo que cambiará irremediablemente será la implacable estrategia de Podemos, esa que le ha llevado a dinamitar tantos puentes convencidos como est(ab)an de su hipótesis de «guerra rápida». Recientemente, Errejón apuntaba a la necesidad de transformarse de «máquina electoral» a «movimiento popular». Mientras tanto, desde Euskal Herria se abre el debate y el Frente Amplio tiene la responsabilidad de estar preparado para lo que venga. No es poco trabajo. Será entonces (con las plebiscitarias catalanas en medio) cuando se despejen muchos interrogantes: ¿Quedarán hilos de confianza o se habrán agrietado demasiado? ¿Habrá caido Podemos en el abismo de parecerse demasiado al enemigo del que hablaba Errejón en la entrevista con GARA? ¿Se abrirán espacios para la colaboración entre diferentes para romper amarras con el régimen de 1978? 

Es política ficción pero creo hay margen para que la mejor de las lecturas posibles pueda hacerse realidad.

 

 

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