Beñat Zarrabeitia

Brillo en los ojos

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Garitano

 

 

A comienzos de 2015, el actual coach de la Real Sociedad Imanol Ibarrondo presentó su libro «Las 7ps para brillar» en el Mercado de La Ribera de Bilbo. Una cita a la que acudieron muchas personas del mundo del fútbol, la empresa o el ámbito institucional. Entre los asistentes, destacaban dos figuras, las de Kuko Ziganda y Gaizka Garitano.

Por aquel entonces, el Athletic salía de un complicado inicio de temporada, con eliminación de Champions incluida y sumando apenas 19 puntos en toda la primera vuelta, para proyectarse hacia un final de curso verdaderamente ilusionante. El conjunto dirigido por Ernesto Valverde, que todavía no había renovado su contrato, había logrado reconducir su rumbo, logrando el pase para la final de Copa ganando en Cornellá y batía al Real Madrid en San Mamés. Ziganda, por su parte, entrenaba a un Bilbao Athletic que conseguiría el ascenso a final de temporada, mientras que Garitano comenzaba a vivir un tortuoso proceso con un Eibar que entraba en caída libre tras su asombroso y fantástico inicio de curso. Tanto Ziganda como Garitano aparecían en el subconsciente colectivo como relevos de Txingurri a futuro. El destino ha querido que ambos se sienten en el banquillo del primer equipo.

En aquella presentación, Ibarrondo desgranó las claves para construir liderazgos mediante procesos de aprendizaje, deconstrucción y creación de nuevas miradas. Para ello, utilizaba la metáfora de las bellotas que brotan y brillan, a la hora de apuntar ese proceso de transformación personal y colectiva. Posteriormente, durante el coloquio, Gaizka Garitano fue uno de los intervinientes. El de Derio realizó un ejercicio de honestidad, habló sin tapujos de sus miedos, inseguridades y dudas. Esas que acechan a todas las personas, que forman parte inherente de nuestras vidas y que también están presentes en un entorno multimillonario, totalmente profesionalizado y expuesto a una inmediatez que no deja espacio para la reflexión pausada. Garitano desgranó su capacidad para rehacerse, restaurar su autoestima y volver a enfrentarse al reto de dirigir un grupo humano. Tarea en la que ha tenido éxitos de tamaño legendario como el doble ascenso del Eibar, falta de conexión con la caseta en Valladolid o un entorno complicado como el ascensor en el que parece sumido el Deportivo. Su espacio lo ha vuelto a encontrar en el recreo de la infancia, en casa, en un contacto permanente con aquello que le hizo futbolista, con Lezama.

Durante su alocución, el de Txorierri, que ha mamado tanto el fútbol como los bertsos, puso su foco en la reacción que estaba teniendo el Athletic. Fue claro al señalar, “contra el Madrid les vi con brillo en los ojos, como a mi me gusta”. Y así es, el conjunto rojiblanco estaba en cogiendo la ola, después de jugar apurado ante el Levante con 19 puntos tras 20 jornadas y ganar de forma apretada ante el Rayo virando la pared hacia abajo. Los leones entraron en una dinámica que les llevó a garantizarse su participación europea, homenajear de forma preciosa a uno de sus mejores futbolistas en su etapa moderna como Iraola, renovar a Valverde, llevar 70000 personas a Barcelona en una demostración de autoestima colectiva y, finalmente, ganar contra todo pronóstico la Supercopa.

 

 

Ahora, una vez consumado el cese de Berizzo, en lo que supuso anoche un ambiente de enorme tristeza en el vestuario y primera línea del club, a Garitano le toca la responsabilidad de asumir las riendas del primer equipo en lo que supone una experiencia, de momento, similar a la que tuvieron que adquirir su padre y Mané 12 años atrás. Gaizka, ayudado por Patxi Ferreira, coge un equipo que como resumía un tocado Muniain sobre el césped del Ciutat de Valencia «hace muchas cosas bien», pero al que le penaliza su falta de contundencia en ambas áreas o una preocupante pérdida de gasolina -y, por ende, de los duelos individuales- y sensación de vértigo en los tramos finales de los partidos.

Berizzo y su cuerpo técnico se han deslomado, han sido capaces de hacer autocrítica, mostrarse, rectificar sobre descartes iniciales, y han trabajado sin descanso. Los futbolistas han hecho lo mismo, encolumnados. Sin embargo, las cosas no han salido. El fútbol y la vida son así, a veces, el trabajo y la determinación no son suficientes porque al contrario de las fabulas neoliberales, el éxito no es una mera cuestión de voluntad. En ocasiones, no se puede, por doloroso y frustrante que resulte. Dos victorias en quince partidos son una losa demasiado grande para un equipo que cuenta con mimbres y capacidad suficiente para estar en una situación mucho más desahogada.

 

 

No son tiempos fáciles para el Athletic, después de completar una temporada decepcionante y perder a futbolistas capitales como Laporte y, sobre todo, Kepa Arrizabalaga. La salida del portero de Ondarroa supuso un fuerte golpe a un club que necesita referentes en un mundo cada vez más líquido y despersonalizado como el del fútbol de élite. Pero, las cosas son así, y el Athletic es infinitamente más rico económico, pero mucho más débil en lo emocional. Y en medio de ese contexto, el club necesita aquello que le ha hecho fuerte durante toda su historia: Ser fiel y leal a sus principios deportivos y sociales, bases sólidas frente a las turbulencias.

En ese sentido, Gaizka Garitano encarna a la perfección lo que requiere el club en este momento. Hombre de fútbol, criado en Lezama, con amplísima experiencia en el fútbol profesional, que ha combinado éxitos históricos y algún batacazo, conoce la casa, el entorno y la cantera. Alguien que además, mira y actúa sobre unas posiciones firmes, las mismas que le llevaron a abandonar la sala de prensa del Estadio Juegos del Mediterráneo después de que un periodista le interrumpiese mientras respondía en euskara a un periodista de Euskal Telebista: Su «¿pasa algo?» lo resumió a la perfección.

 

 

El Athletic necesita rigor, contundencia, verticalidad y pegada sobre el campo, acompañada de una identidad colectiva que hagan reconocible al equipo, el mensaje del entrenador y la conexión con la grada. Porque, especialmente durante los meses de diciembre y enero, todo el entorno del club debe entender la necesidad de recuperar y volver a transmitir los valores que le han permitido transitar muy por encima de todos sus rivales durante sus 120 años de historia. Es obvio que es fácil acostumbrarse a comer marisco e ibérico como se ha hecho durante las últimas temporadas, mientras en este periodo de transición, renovación del equipo y hostilidad económica externa, el menú ha variado. Pero no por ello hay que dejar de sentarse en la mesa ni pretender cambiar la receta original, simplemente hay que realizar un ejercicio de humildad y transformación con el objetivo de mejorar. Para ello, la clave pasa por renovar los liderazgos en el césped, el banquillo y también en la grada.

 

Es evidente que el contexto electoral, bastante acelerado, sin excesiva concreción, aunque con cierta tendencia marcada, no ayuda. Pero, lo importante respecto a lo adyacente, pasa por certificar el pase a la siguiente ronda de Copa y ganar al Girona y Alavés en Liga. No será fácil ya que son dos grandes equipos, pero al Athletic no le queda otra que recomponerse, apretar los dientes y el culo, maximizar sus virtudes y mostrarse como un equipo sólido durante los 90 minutos. Una tarea en la que futbolistas y Gaizka Garitano remarán juntos. Ellos, todos, al igual que las jugadoras que demuestran cada temporada una resiliencia tan admirable como brillante, forman parte de nuestra comunidad, de nuestra gente, de nuestro país. Y es el momento de empujar juntos y juntas.

Partiendo de su amor por los bertsos, recuperando el grupo y la canción con la que Igor Elorza y Unai Iturriaga -dos figuras clave junto a un gran seguidor del club como Jon Maia de la revitalización del bersolarismo- es el momento de volver a reivindicar eso de «gora gu ta gutarrak». Autoestima, identidad y orgullo.

 

Beñat Zarrabeitia