Schiaparelli se separó el domingo de la sonda Trace Gas Orbiter (TGO), con la que compartió viaje, en el marco del proyecto ExoMars, hasta situarse a una distancia de 900.000 kilómetros del planeta rojo.
A partir de ahí, se separaron para completar cada uno su respectiva misión. TGO se acopló ayer con éxito a la órbita de Marte, desde donde analizará el gas metano presente en la atmósfera y su procedencia con mucha más precisión que otras misiones hasta ahora, y buscará evidencia de depósitos de agua helada en su superficie.
Los instrumentos de Mars Express, misión que se lanzó en 2003 y todavía manda datos, proporcionan vistas extraordinarias del planeta rojo y su entorno pero aún quedaba sin resolver la pregunta sobre la existencia de metano en su atmósfera y cómo se produce.
Por su parte, la ESA perdió contacto con Schiaparelli treinta segundos antes de su aterrizaje. Su función es fundamentalmente probar nuevas tecnologías de descenso y aterrizaje, concretamente el control de la orientación y velocidad en el contacto con la superficie.
Además debería realizar pruebas científicas en la superficie del planeta. Si el módulo no se ha perdido y la ESA logra restablecer la comunicación, esta parte de la misión podrá continuar.
ExoMars es un proyecto de la ESA y la agencia rusa Roscosmos para buscar vida en la superficie de Marte de tipo bacteriano. El objetivo es comprobar si hay o hubo vida en ese planeta.
El proyecto tiene dos misiones: la primera fue el lanzamiento de ExoMars el 14 de marzo con el OGT y Schiaparelli y la segunda será el lanzamiento de un rover en 2020, que deberá aterrizar en el planeta, se moverá por él y taladrará hasta dos metros su superficie para sacar muestras.