Aritz Intxusta
Redactor de actualidad

Nelly, Doug y Erick, los chicos malos del tuning del coronavirus

La aparición de mutaciones convergentes en distintas partes del mundo que están convirtiendo en dominantes a las cepas que las poseen parecen indicar que el coronavirus evoluciona en una única dirección. Por mucho que se tunee, está limitado por su naturaleza original. 

Diagrama de Gisaid de una proteína S con las mutaciones Doug, Nelly y Erick.
Diagrama de Gisaid de una proteína S con las mutaciones Doug, Nelly y Erick.

Salvo para los amantes del tuning, que lo verán de otra forma seguro, el tuneo es un sinsentido. Básicamente, consiste en comprarse un coche de 30.000 euros –un seat León, por ejemplo– e invertir en él otros cuantos miles de euros. Hay quien se gasta más dinero en incorporar equipo de música y cachibaches que en el vehículo original. La capacidad de tirar el dinero es infinita. Lo fundamental a entender es que, independientemente de lo invertido, al final del proceso seguirá siendo un coche de 30.000 euros o quizás valga incluso menos, debido a que será un modelo de segunda mano, con alerones y tubarros, pero ya con algún kilómetro. El León, por mucho que se tunee, no pasa a Ferrari en ningún momento.

El coronavirus es un seat León de 150 caballos. Salió de la fábrica en China y, en todo este tiempo se ha ido tuneando con distintas mutaciones, con cientos de miles de ellas. La mayoría eran cosas como pintura de llamas en la carrocería, alerones ostentosos o lunas tintadas. Elementos que, estructuralmente, no hacían que el coche funcionara mejor. Muchas de estas mutaciones fueron, de hecho, disfuncionales y llevaron a la extinción a alguna que otra cepa, como cuando a un coche le rebajan las suspensiones hasta tal punto que ya no puede transitar por sitios donde hay baches.

Hasta que llegó «Doug».

«Doug» es el nombre informal de D614G, la mutación que se encontró en Italia y que en relativamente poco tiempo se hizo hegemónica en el mundo. Ahora hay más coronavirus con esta mutación que sin ella, está ubicada en la espiga y mejoraba su transmisibilidad con el ser humano. En el mundo del tuning, sería algo así como el tubarro ruidoso. El cambio mejoraba el modelo básico original, afinando la combustión y propiciando un mejor rendimiento. No era, por tanto, un mero cambio estético.

La cosa se puso más seria cuando llegó «Nelly», N501Y.

La mutación N501Y está en pleno centro del motor, quizás, en la parte más relevante de todo el coronavirus: la zona RBD o zona de unión al receptor. Es la parte del virus que toca la célula humana y consigue que la membrana se abra y le deje pasar.

La proteína S, cada uno de los pinchos que salen de la pelotita que es el coronavirus, vista de cerca tiene una forma similar a la de un antebrazo con un puño cerrado. La muñeca sería esa especie de tallo y el puño la parte alta de la proteína, donde vuelve a ensancharse. Pues bien, la zona RBD está en el corazón de la parte alta. Ocuparía más o menos el espacio de los nudillos correspondientes al dedo corazón y el anular. Y lo que hace Nelly es alterar físicamente esos nudillos.

Nelly es la mutación más característica de la cepa inglesa. No parece ser la única responsable de su mayor receptividad, sino que actúa en conjunción con otras alteraciones menores, de tipo alerón, llantas cromadas y cambios en el ancho de la rueda. Y, claro está, además de Nelly la cepa inglesa tiene a Doug.

Nelly, sin embargo, no es patrimonio único de la cepa inglesa. También la tienen la cepa brasileña y la sudafricana. Sin embargo, las cepas británica, sudafricana y brasileña no tienen relación entre sí. Un virus en inglaterra se tuneó a sí mismo con Nelly, otro en África hizo lo propio y un tercero tuvo la misma idea en América. Y a todos les fue estupendamente, mejorando a todos los coronavirus que tenían con sus propios tuneos de poca monta a su alrededor.

Y, de repente, hemos topado con «Erick», E484K.

Quien no sepa nada de Erick probablemente se lleve un disgusto. Erick está también en los nudillos del dedo corazón y el anular, en la zona RBD. Erick apareció en el virus sudafricano, donde ya estaban Nelly y Doug, y también adquirió esta tercera variación la cepa brasileña –insisto porque es trascendente– sin entrar en contacto con la británica o la sudafricana. Las últimas semanas, Erick ha dado algún aviso en Inglaterra, como mejora de la cepa británica, pero no ha conseguido cuajar, de momento, en esa isla.

Si Doug es un tubo de escape y Nelly es un motor nuevo, de Erick sabemos ya que funciona –por lo menos– como un detector de radares, que permite a nuestro coronavirus tuneado escapar de algunos anticuerpos. Como la zona RBD estaba deformada ya por Nelly, al añadirse Erick, los anticuerpos que estaban destinados a engancharse y tapar la RBD no reconocen la zona y no cumplen su función. Por eso la cepa sudafricana es la que peor cubren las vacunas. Afortunadamente, tenemos las células T y no todos los anticuerpos van destinados a la zona RBD, algunos se enganchan a la proteína por la muñeca y también logran neutralizar al virus. Por eso las vacunas pierden algo de eficacia, pero no toda.

Lo interesante de las mutaciones Doug, Nelly y Erick es que son convergentes. De entre centenares de miles de posibilidades que tenía el coronavirus de tunearse, aparecen las mismas en todas las partes del mundo.

Esta convergencia lo que indica es que el coronavirus tiene unas posibilidades limitadas de mejorarse a sí mismo. Dicho de otra forma, se está tuneando, pero sigue teniendo un chasis y un corazón de seat León por muchos tubos de escape, ruedas y detectores de radares que se ponga. Está determinado por su propia naturaleza y jamás pasará a ser un porsche, un ferrari o un ébola.

Lo realmente peligroso sería que el coronavirus ramificara y que, en cada parte del mundo, nos encontráramos con cepas absolutamente diferentes, que mostraran una adaptabilidad casi infinita que volviera locos a nuestros científicos. Doug, Nelly y Erick nos han demostrado que no es así.

Afortunadamente, al coronavirus le gusta el tuning.