NAIZ
París

Para luchar contra el cambio climático también hay que extraer CO2 de la atmósfera

La humanidad tiene que reducir de forma drástica la emisión de gases de efecto invernadero en las próximas décadas para frenar el cambio climático, pero la comunidad científica resalta que, además, hay que aprender a extraer una parte del CO2 acumulado en la atmósfera.

Vista general del puerto de Seaham, en el nordeste de Inglaterra, cerca de donde se halla la mina de carbón de Dawdon, cerrada en 1991. (Paul ELLIS/AFP)
Vista general del puerto de Seaham, en el nordeste de Inglaterra, cerca de donde se halla la mina de carbón de Dawdon, cerrada en 1991. (Paul ELLIS/AFP)

El Acuerdo de París, firmado durante la COP21 de 2015, exige a los mayores emisores de gases de efecto invernadero reducir sus cifras de emisiones de CO2 hasta que el mundo alcance la neutralidad carbono en 2050, es decir, el equilibrio entre la cantidad que se emite a la atmósfera y la que se retiene.

Para alcanzar ese objetivo «necesitamos reducciones drásticas, radicales, y además necesitamos algo de CDR» (siglas en inglés de «extracción de dióxido de carbono»), como indica Glen Peters, director de investigaciones en Cicero (Centro noruego para la Investigación Internacional sobre el Clima)

¿Cómo se logra la eliminación del CO2?

Básicamente hay dos maneras de extraer el CO2 del aire.

Una de ellas es reforzar la capacidad de la naturaleza de absorber y almacenar el dióxido de carbono. Eso pasa por plantar masivamente árboles, renovar y diversificar los bosques, recuperar los manglares y proteger los océanos.

La otra es la captura directa en el aire (CDA), mediante procedimientos químicos que capturan y separan las partículas de CO2 y luego las reciclan para usos industriales o para depositarlas en formaciones rocosas porosas o en acuíferos salados, los que se conocen como sumideros de carbono. La CDA implica utilizar enormes ventiladores para succionar el aire.

Otra variante es la denominada bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECCS), que combina las dos técnicas mencionadas, es decir, plantar árboles y enterrar el CO2.

En la BECCS se utiliza biomasa para generar electricidad. Esa biomasa se obtiene mediante la plantación masiva de árboles, que durante su crecimiento retienen CO2, o también mediante el reciclaje de residuos agrícolas o urbanos.

Cuando se quema biomasa para producir electricidad, el CO2 que se emite ya ha sido compensado previamente por esos árboles o por el reciclaje, según defienden sus promotores. Además, cuando se logra inyectar el dióxido de carbono concentrado en el subsuelo, las emisiones pasan a ser negativas, puesto que el CO2 es retenido bajo tierra.

Este sistema es criticado porque, evidentemente, no contribuye a eliminar las emisiones de CO2 a la atmósfera, aunque utilizando una fórmula matemática se sostenga que es un método ‘menos malo’ de producir energía.

¿Es lo que necesitamos realmente?

Incluso si la humanidad consigue reducir sus emisiones en un 2%, 3% o 5% cada año (lo que está lejos de ser una realidad por el momento), las emisiones residuales de algunos sectores –como la agricultura, la producción de cemento, la de acero o la aviación– seguirán siendo importantes en las próximas tres décadas.

«Tenemos modelos, pero nadie está seguro de lo que necesitaremos en 2050», comenta Oliver Geden, alto responsable del Instituto Alemán para Asuntos y Seguridad Internacionales, y experto en CDR.

Además, el CO2 permanece en la atmósfera durante siglos.

¿Qué técnicas se usan actualmente?

La BECCS fue incluida en los modelos de lucha contra el cambio climático por el panel de expertos de Naciones Unidas (IPCC) hace más de una década, pero apenas se ha desarrollado desde entonces.

De momento, en Gran Bretaña ya hay un proyecto listo para ser comercializado, denominado Drax Power Plant, así como un experimento operativo en Estados Unidos. «No veo un boom de la BECCS», puntualiza Geden.

En 2019, la propuesta de plantar un billón de árboles generó muchas ilusiones entre los medios y las compañías petroleras. Pero eso significa reforestar una superficie equivalente a dos veces la India.

Y, mientras tanto, regiones del planeta como el estado de California asisten a la quema año tras año de sus áreas forestales por los incendios.

«Muy sexy» pero con resultados poco alentadores

La captura directa no está muy desarrollada, pero atrae mucha atención. «Es una tecnología muy sexy», señala Peters, que reconoce sin embargo que «en parte es mercadotecnia».

Los resultados reales son por ahora poco alentadores. La planta de CDA más grande del mundo, construida en Islandia por Climeworks, solo aspira 4.000 toneladas de CO2 al año, una mínima fracción de la emisión total en el planeta (unos 40.000 millones de toneladas). Y esa planta requiere también mucha energía para su funcionamiento.

Un informe de la Universidad de San Diego (California) publicado a principios de año señaló que, si se invirtiera inmediatamente un billón de dólares al año, la técnica CDA lograría reducir las emisiones en dos billones de CO2 anualmente.

En este contexto, el empresario Elon Musk, fundador de Tesla, anunció el pasado abril un premio de 100 millones de dólares para lograr una tecnología de eliminación de CO2. También Bill Gates, confundador de Microsoft, anunció recientemente una gran alianza empresarial entre American Airlines, ArcelorMittal, Bank of America, Microsoft, The Blackrock Foundation y General Motors para impulsar la técnica de captura directa.