Iñaki  Soto
GARAko Zuzendaria / Director de GARA

El perro se comió los apuntes de quienes vigilan Twitter

Marcar el terreno a la competencia en Inteligencia Artificial, especular con criptomonedas insertando una imagen de un perro en Twitter, anular las opciones de la academia de analizar el impacto de esas plataformas en el debate público… Elon Musk no esconde sus cartas, las tapa con otras nuevas.

Elon Musk, en una imagen de archivo
Elon Musk, en una imagen de archivo (Jim WATSON | AFP)

El ritmo de noticias que genera Elon Musk es inabarcable. Por ejemplo, la semana pasada el dueño de Tesla y Twitter firmaba el manifiesto de los expertos para imponer una moratoria al uso de la Inteligencia Artificial. Resulta que Musk es dueño de OpenAI, una de las empresas que más han extendido el uso sin control de la IA con el fin evidente de entrenar a su máquina, ChatGPT. Algunos han visto un intento por su parte de marcar el terreno a la competencia.

Otras dos noticias recientes sobre Twitter volvían a generar polémica. Por un lado, la aparición en la plataforma de la imagen de un perro de raza Shiba Inu ha llamado la atención de muchos usuarios. Ese perro es habitual en memes, por lo que a muchos usuarios les resultó familiar. Lo que muchos no sabían es que es la imagen de Dogecoin, una criptomoneda en la que Musk invierte.

Parece que todo ha sido una estratagema especulativa. Una hora después de cambiar el logo del pájaro por la imagen del perro, el valor del Dogecoin había crecido un 26%. Que la inserción del dibujo de un can en una aplicación tenga estos efectos en la economía indica que algo no va bien.

Trabas a la investigación

La Coalition for Independent Technology Research (CITR), un grupo de académicos y profesionales dedicado a defender el derecho a estudiar el impacto de la tecnología en la sociedad, ha denunciado esta semana que Twitter obligará a pagar para acceder a la API de la plataforma, lo que dificultará muchísimo que los investigadores puedan hacer su trabajo. Según la CITR, «investigadores de todo el mundo han confiado en la API de Twitter para estudiar el impacto de las redes sociales en la democracia, el papel de las redes en el fortalecimiento de la salud pública, cómo se han utilizado las redes sociales para amplificar las voces marginadas y mucho más».

Según estos expertos en tecnología y democracia, «con acceso gratuito a la API, los investigadores podrían recopilar de manera sistemática y veraz tweets públicos de figuras públicas, recopilar información sobre la dinámica de la red, investigar bots y otras actividades no auténticas, o analizar conversaciones sobre temas específicos. El conocimiento de esta investigación ha sido compartido con periodistas, legisladores y el público, mejorando la comprensión de temas vitales para la sociedad». Eso se ha acabado.

Este cambio de política también provocará el fin de herramientas como Hoaxy o Botometer, destinadas a detectar cuentas falsas. Cabe recordar que, para rebajar el precio de Twitter, Elon Musk denunció que los entonces dueños de la empresa no le daban acceso a los datos reales sobre cuentas falsas.

La revista ‘Wired’ ya había filtrado el documento que Twitter ha mandado a los usuarios habituales de la API, en su mayoría universidades y centros de investigación. El paquete más barato da acceso a 50 millones de tuits y costará 42.000 dólares al mes, lo que supone un presupuesto de medio millón al año. Algo inasumible. Además, los datos se reducen drásticamente, a menos de un tercio de los que daba antes, según ‘Wired’. La denuncia de CITR confirma esas tarifas y expone cómo la labor de control será inviable.

Una barrabasada supera a la anterior. Por eso, la cobertura sobre Musk es un tanto errática y no expresa el nivel de riesgo que supone para el mundo. A todos nos pasa, no sabemos si seguir al perro o al pájaro. Ante la duda, siempre, hay que seguir al dinero.