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Intimidad acústica versus multitudinario picnic playero

La sesión vespertina del Kursaal se recogió ayer íntima con el canadiense Rufus Wainwright. Fuera, el masivo Jazz Band Ball de la Zurriola, con Izaro y las hermanas Larkin Poe, fue un puro disfrute. En el programa de hoy brillan el premio Jazzaldia 2024, William Parker, o la carioca Marisa Monte.

Izaro, ayer, sobre el escenario donostiarra.
Izaro, ayer, sobre el escenario donostiarra. (Jon URBE | FOKU)

Ni sombrero de copa o disfraces, ni grupo instrumental de apoyo. El norteamericano no yanqui Rufus Wainwright, porque nació en Rhinebeck, estado de Nueva York, pero es canadiense, se presentó ayer solo ante el peligro en un Kursaal hasta la bandera, con un desnudo ejercicio cantor.

El ritual arrancó muy serio al piano, con el vozarrón tenor del protagonista en ‘Agnus Dei’. Disertó luego sin prisas sobre su vida y obra. En ‘Montauk’, a la guitarra, tuvo dos parones, pero ‘Sanssouci’ la cantó de tirón y no hubo más incidentes en toda la sesión

Hondo sonó el gemido ‘He Loved’, fragmento de la ópera ‘Hadrian’, que Rufus compuso en 2018. La muy apropiada ‘Peaceful Afternoon’ cambió el ambiente y la velada tuvo un momento de alegría. Porque Wainwright demostró pleno dominio vocal, pero casi siempre en modo melancólico y hasta tristón.

‘Old Song’ fue más atrevida y cundió la desolación en ‘Early Morning Madness’, homenaje al compositor Kurt Weill, sobre cuya obra Wainwright proyecta un disco entero. ‘Happy Gay Pride’ repitió antes de la fina ‘Gay Messiah’, canción de amor a la comunidad LGTBI+. ‘Ready for Battle’ fue otro momento culto: un extracto del musical ‘Opening Night’, basado en la película homónima de culto de John Casavettes. En el primer momento Cohen, Rufus bordó ‘So Long, Marianne’ y en el bis se lució también con ‘Hallelujah’. En ‘Dinner at Eight’ recordó a su padre Loudon Wainwright III, también cantante. Y quiso dejar dulce sabor de boca con ‘Cigarettes and Chocolate Milk’ y su jovial tintineo pianístico.

En los bises se escuchó ‘Going to a Town’, única composición de la noche de su último álbum ‘Folkocracy’, en la que confiesa «I’m so tired of you, America» y que dedicó con altos piropos a la candidata Kamala Harris. Como viene siendo habitual, despidió su entrañable velada con ‘La complainte de La Butte’, de Georges van Parys-Jean Renoir, de la película de este último ‘French Can Can’. El melodramático canadiense-estadounidense se autodefine bien en ese «sous le ciel sans lune, je pleure à la brune, mon rêve évanoui».

Merienda popular

Rácano estuvo el astro rey durante la jornada, pero no tanto la temperatura y el Jazz Band Ball inaugural acogió un gentío que deambuló apretado por la Zurriola. En la primera cita vespertina de las dos terrazas del Kursaal actuaron la saxofonista neoyorquina Lakecia Benjamin, de soplo gimnástico, y el sabio pianista polaco Marcin Masecki. Ya oscuro, les sustituirían el jazz vintage del trompetista Eddie Henderson, con el quinteto del trombonista Steve Davis y el pianista oriental Masayuki Hirano y su grupo BIGYUKI. La vocalista Carolina Katún ambientó la tarde en Nauticool.

El gentío, plural en edades, se desparramó por la playa entera convirtiéndola en una macro merienda, con alta presencia de gente menuda, incluso en el agua. La asistencia se apretó también en las terrazas y paseo.

Y ahí estaba Izaro Andrés, trabajadora y dicharachera, invitándonos a subir a sus cumbres. La intérprete vizcaina se movió segura, desde su declaración de reenganche ‘Zero’, la ambiental ‘Iparraldera’, la oscura ‘edzddh’ y la balada ‘Aguacero’. ‘Delirios’ destapó la parte más tecno y en ‘X eta besteak’ y ‘Campamento base’ contó con la ayuda escénica de sus dos bailarinas.

Con sus juegos de cámara de móvil o las coreografías, Izaro bregó con un ambiente que parecía perder parte de la delicadeza de su show y contó con la valiosa participación vocal de una reducida parte de la audiencia, como en ‘Ixildu mese’ o ‘Libre’. Entre escalas de grises, sabor a limón, un canto al estío, otro a las llaves de (tu) casa, a París, Elisa o la reivindicación del ‘Aquí’, llegó la prometida cumbre de la rumbera felicidad final.

Hermanas sisters

Larkin Poe es una banda estadounidense de raíces/blues rock sureño, liderada por las hermanas Rebecca y Megan Lovell, originarias de Georgia. Las ex Lovell Sisters salieron muy de noche al tablado de Gros con su sexto álbum de estudio, ‘Blood Harmony’ como peso mayor del set list: ‘Strike Gold’, la auto definitoria ‘Kick the Blues’ o la casi apropiada para la jornada, ‘Summertime Sunset’.

Rebecca fue la voz mayor y punteó nerviosa sus varias guitarras, mientras Megan usó la variante lap steel, colgada al cuello, tocando y cantando separadas o cara a cara y circulando ágiles sobre el escenario para alegría de la masa. Puro viejo rock de festival al aire libre. Cantaron a su tierra: ‘Georgia Off My Mind’, ‘Southern Confort’. Reivindicaron su estilo: ‘Bluephoria’. Homenajearon a AC/DC (‘Wanted Woman’) o al gran Screamin’ Jay Hawkins en el festival de guitarras ‘Bad Spell’.

Bajo un tontorrón xirimiri, que no impidió la cascada de punteos y ambientes de genuino blues-rock, la espléndida juerga cerró la impecable primera noche playera, con el reloj sobrepasando la una de la madrugada.

Hoy abre puertas mañaneras San Telmo, con el contrabajista William Parker, premio Jazzaldia 2024, y la pianista Eri Yamamoto. En el Victoria Eugenia, doble sesión con Mariola Membrives Dúo y los locales R.S. Basque Faktor. En Chillida Leku, Txikijazz con Noa & The Hell Drinkers.
La popular brasileña Marisa Monte debuta a la tarde en el Kursaal. Y en la primera noche de la plaza Trinidad estarán el supergrupo del pianista Brad Mehldau y la vocalista coreana Youn Su Nah. Más las sesiones gratuitas de las terrazas del Kursaal y Nauticool.