Fulya Ozerkan

Históricos baños de Estambul mantienen viva la tradición del hamam

Durante siglos los hamam fueron un centro fundamental en la sociedad otomana y, aunque cayeron en desuso con la llegada del agua corriente, muchos están siendo restaurados para revivir esta antigua tradición de baños rituales. Estambul es claro ejemplo de ello.

Un hombre se relaja en un hamam de Estambul.
Un hombre se relaja en un hamam de Estambul. (Yasin AKGUL | AFP)

A menudo aparecen en antiguas películas turcas, donde las escenas de hamam muestran a sus personajes no únicamente bañándose, sino también disfrutando de estos históricos baños como un lugar para socializar, comer, beber e incluso bailar.

El año pasado el hamam Zeyrek Cinili, de 500 años de antigüedad –construido durante el reinado de Solimán el Magnífico por el célebre arquitecto otomano Mimar Sinan–, reabrió al público tras un minucioso proyecto de restauración de 13 años. Además de funcionar como hamam, alberga un museo que explica su historia y el ritual otomano del baño.

«La restauración se convirtió en una excavación arqueológica» que ofreció una visión de cómo lucía el hamam en su época, explica la gerente del museo, Beril Gur Tanyeli. «Se encontraron alrededor de 3.000 azulejos faltantes. Esto ayudó a resolver el enigma de por qué este hamam se llamaba Cinili», que en turco significa «cubierto de azulejos».

Fueron producidos exclusivamente para este hamam, sin que otro baño turco tuviera un interior tan rico, aseguran los responsables del museo. Aunque la mayoría se vieron dañados por incendios y terremotos o fueron vendidos a anticuarios europeos en el siglo XIX, algunos aún son visibles.

La restauración también reveló varias cisternas bizantinas debajo del hamam. «Se cree que el arquitecto lo construyó sobre ellas para usarlas como base y como fuente de agua», detalla Tanyeli.

Los baños turcos se están recuperando. (Y. AKGUL | AFP)

En la antigua Roma la cultura del baño era muy importante, y «tradicionalmente los comerciantes se lavaban antes de entrar a la ciudad», comenta el arqueólogo Gurol Tali.

Durante el Imperio Otomano, la cultura del baño vivió su época dorada; simbolizaba tanto la limpieza corporal como la pureza del alma.

En el Islam un musulmán debe lavarse antes de orar, en un acto conocido como ablución.

Los hamam también eran lugares para celebrar nacimientos y bodas.

Preservar la tradición

«Los baños no se usaban únicamente para la limpieza del cuerpo, sino también para socializar, relajarse, sanar e incluso celebrar eventos importantes de la vida» con ritos especiales para novias, soldados y aquellos que habían pasado por la circuncisión, indica Tali.

Una sala del museo del recientemente restaurado hammam Zeyrek Cinili. (Ozan KOSE | AFP)
Dado que en esa época los hogares no contaban con agua corriente, los hamam eran una parte esencial de la vida hasta el siglo XIX. Según datos de un censo de 1638, había 14.536 baños públicos y privados en Estambul, precisa el museo.

Y esa tradición ha sobrevivido hasta hoy. «Vienes para limpiarte y salir guapo», subraya Zafer Akgul, que visitaba uno de los baños con su hijo a menudo, especialmente durante fiestas religiosas y bodas. «No queremos que esta tradición muera», destaca.

«Restaurar los baños históricos en Estambul y ponerlos en uso puede ser la forma más efectiva de transferir el patrimonio cultural a las futuras generaciones», afirma Tali.

«Restaurar los baños históricos en Estambul y ponerlos en uso puede ser la forma más efectiva de transferir el patrimonio cultural a las futuras generaciones»

Otro baño cercano de la misma época, el hamam Beyazid II, pasó años en restauración y reabrió como museo en 2015. Era uno de los más grandes de la ciudad en su época. Incluso algunos historiadores creen que fue el lugar donde un famoso asistente de baño masculino, o tellak, llamado Halil planeó un levantamiento que en 1730 derrocó al sultán Ahmed III.

Para Manolya Gokgoz, que trabaja en la publicidad del hamam Cemberlitas, otro baño del siglo XVI construido por el arquitecto real Sinan, la conexión es más personal. Su abuela trabajaba allí como natir, asistente de baño para mujeres. «Cuando tenía dos o tres años, iba a los baños por la mañana, me lavaba y jugaba sola hasta la noche sin aburrirme», recuerda.

Para Gokgoz, la tradición sigue viva, aunque principalmente entre turistas, lo cual le resulta triste. «Antes íbamos al hamam con nuestras madres y abuelas. Ahora el 70% de nuestros clientes son turistas extranjeros y 30% locales», se lamenta.

Hoy en día la experiencia del hamam –que permite a los bañistas relajarse en piscinas calientes, templadas o frías, además de servicios adicionales como masajes o exfoliación– es bastante costosa, con un servicio básico que ronda los 100 dólares.