Hidrógeno verde: del dicho al hecho hay un enorme trecho
Un estudio publicado en ‘Nature’ analiza los retos pasados y futuros de la industria del hidrógeno verde, en cuyo desarrollo hay depositadas muchas esperanzas para la transición energética y mitigar la crisis climática. Las cifras indican que la brecha entre palabras y hechos no es pequeña.

El hidrógeno verde se presenta como elemento fundamental para descarbonizar sectores difíciles de electrificar, pero tiene elevados costes y riesgos de inversión, y su futuro inmediato depende de variables económicas, tecnológicas y políticas importantes. Un estudio publicado hace poco en ‘Nature’ analiza la brecha existente entre los proyectos anunciados y ejecutados en los últimos años, la dimensión que debe alcanzar este vector energético para cumplir con el papel que se le atribuye en la mitigación del calentamiento global y los pasos a dar para ello.
Más de cuarenta gobiernos han adoptado estrategias para estimular el crecimiento del mercado del hidrógeno. Y no es para menos, ya que, según se indica en el estudio, para alcanzar el escenario de 1,5°C de calentamiento global –objetivo marcado por el Acuerdo de París–, la producción de hidrógeno verde debería alcanzar los 350 GW para 2030. Sin embargo, la aplicación no va según lo previsto.
«Tras una oleada de entusiasmo, el mercado del hidrógeno verde y las expectativas asociadas han entrado recientemente en una fase de consolidación, ya que los elevados costes, la limitada demanda y el retraso en la aplicación de las políticas de apoyo están obstaculizando su despliegue», resumen los autores.
Apenas se ha ejecutado lo anunciado
El trabajo, firmado por los científicos del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK) Adrian Odenweller y Falko Ueckerdt, aborda tres aspectos: la «brecha de implementación pasada», entendida como la diferencia entre la capacidad anunciada y la finalmente realizada en 2022 y 2023; la «brecha de ambición», que sería la diferencia entre los requisitos del escenario de 1,5°C en 2030 y los proyectos anunciados para esa fecha; y la «brecha de implementación futura», la diferencia entre los proyectos anunciados y los respaldados por políticas concretas.
«Respecto a la implantación de proyectos de hidrógeno verde en 2022 y 2023, el estudio explica que ‘se ha producido un notable retroceso a corto plazo’»
Respecto a la implantación de proyectos de hidrógeno verde en 2022 y 2023, el estudio explica que «se ha producido un notable retroceso a corto plazo», con una disminución de las capacidades a medida que los proyectos se acercaban a su año de implantación anunciado. De hecho, concreta que haciendo un seguimiento de los 190 proyectos individuales de hidrógeno verde anunciados en todo el mundo para 2023 durante los 3 años anteriores, hay «una brecha sustancial en la implementación, ya que sólo 0,3 GW de los 4,3 GW de capacidad añadida anunciados inicialmente se instalaron y entraron finalmente en funcionamiento, lo que deja una paupérrima tasa de éxito del 7%.
Casi ningún proyecto anunciado en 2021 llegó a tiempo en 2023, pues el 86% sufrió retrasos y el 14% desapareció por completo, y de los anunciados en 2022 sólo el 3% se hizo a tiempo, con un retraso del 76% y una desaparición del 21%.
Añade que los proyectos en fase de estudio de viabilidad o de concepto, «casi siempre tuvieron una tasa de éxito cero», lo que implica que los proyectos anunciados sin una decisión final de inversión (FID) en 2021 o 2022 en ningún caso se realizaron a tiempo. Incluso los proyectos que habían obtenido FID, o que ya estaban en construcción, se retrasaron en su mayoría o habían desaparecido en 2023.
«Las elevadas tasas de fracaso no se ven compensadas por la afluencia de nuevos proyectos anunciados o de proyectos que se retrasaron»
Además, los autores indican que «estas elevadas tasas de fracaso no se ven compensadas por la afluencia de nuevos proyectos anunciados o de proyectos que se retrasaron respecto a años anteriores».
¿Y por qué es tan alta esa brecha entre previsión y ejecución? El trabajo cita, por un lado, la alta modularidad de los electrolizadores, pero junto a ella menciona tres factores tangibles que contribuyen a esa baja tasa de éxito: los costos de los electrolizadores, una falta de acuerdos de compra, que podría deberse a una disposición limitada a pagar por el hidrógeno verde, y la implementación tardía de las políticas de apoyo y la incertidumbre regulatoria, tanto en la UE como en EEUU.
Muchos proyectos y mucha incertidumbre
Sobre el segundo elemento, Odenweller y Ueckerdt señalan que en los últimos años la brecha de ambición del hidrógeno verde para 2030 se ha ido cerrando gradualmente, debido al crecimiento constante de la cartera de proyectos. Pese a ello, avisan de que las necesidades de hidrógeno verde varían mucho entre los distintos escenarios de 1,5 °C en consonancia con las diversas investigaciones realizadas.
Esta heterogeneidad, especifican, es resultado de «dos incertidumbres fundamentales». Por un lado, que «el ritmo al que puede ampliarse la cadena de valor del hidrógeno verde es incierto, sobre todo porque los anuncios de proyectos han sido un mal indicador de su crecimiento» y, por otro, que si bien «las pruebas demuestran que el hidrógeno y los electrocombustibles son prometedores» para descarbonizar el transporte marítimo, la aviación y el acero, por ejemplo, «sigue habiendo una gran incertidumbre en cuanto a la competencia con opciones de mitigación alternativas, como la electrificación directa, los biocombustibles o la captura y almacenamiento de carbono».
Con todo, y pese a esa variablidad, explican que existe una revisión constante a la baja de la electrólisis necesaria para 2030 para mantener los objetivos de 1,5°C de calentamiento global. «Este ajuste refleja los recientes reveses para el hidrógeno verde y el rápido progreso de las opciones de mitigación competidoras, en particular la electrificación profunda del transporte por carretera, así como del calor industrial y residencial», apostilla el informe.
«Para alcanzar los escenarios de 1,5ºC en 2030, el hidrógeno verde tendría que experimentar tasas de crecimiento sin precedentes»
Aun así, también insisten que para alcanzar los escenarios de 1,5°C en 2030, «el hidrógeno verde tendría que experimentar tasas de crecimiento sin precedentes».
A este respecto, y como tercer punto de estudio, los autores señalan que «la brecha de implementación futura» del hidrógeno verde, es decir, la diferencia entre los anuncios de proyectos y los proyectos que cuentan con el apoyo concreto, se ha ampliado.
El trabajo publicado en ‘Nature’ ha calculado el apoyo necesario para hacer realidad los 422 GW de proyectos de hidrógeno verde que han sido anunciados para 2030. Para ello, han estimado las subvenciones necesarias en catorce sectores de uso final, y modelizado la competencia entre cuatro productos «verdes» (hidrógeno verde, más tres electrocombustibles sintéticos basados en hidrógeno, e-metanol, e-keroseno y e-metano) y cinco competidores fósiles (gas natural, hidrógeno gris, metanol gris, queroseno y gasóleo).
El análisis, resume, «revela una diferencia de costes sustancial y prolongada entre todos los productos ecológicos y sus competidores fósiles», y concreta que «sin la tarificación del carbono, la diferencia de costes entre el hidrógeno verde y el gas natural –al coste medio de 2024– implica que el hidrógeno verde es inicialmente más de siete veces más caro que el gas natural, mientras que la diferencia de costes entre el hidrógeno verde y el hidrógeno gris es sólo ligeramente inferior».
Falta de competitividad
«Ningún producto ecológico llega a ser competitivo con su competidor fósil hasta 2050», insisten los autores. Sin embargo, añaden que «si se sigue una senda de precios del carbono ambiciosa y acorde con los objetivos climáticos, los productos ecológicos alcanzarán gradualmente la paridad de costes con sus competidores».
Incluso así, señalan que «la diferencia de costes persiste al menos una década, dependiendo del uso final y del escenario» y apostillan que «las políticas de apoyo sostenidas que complementan la tarificación del carbono son esenciales para fomentar el crecimiento del hidrógeno verde y reducir los riesgos de inversión».
Los resultados indican, por tanto, que «subsidiar permanentemente el hidrógeno verde y los electrocombustibles para competir con los combustibles fósiles baratos probablemente terminaría siendo prohibitivamente costoso en el largo plazo, lo que resalta el papel clave del precio del carbono para cerrar la brecha de costos». Es decir, que «la estrategia tecnológicamente neutral más importante es la fijación ambiciosa de precios del carbono».
Y pese a ello, concluyen que «las enormes brechas de implementación pasadas y futuras indican que el hidrógeno verde probablemente no alcanzará los escenarios de 1,5 °C». «Hacer realidad los anuncios de proyectos actuales requeriría tasas de crecimiento sin precedente», y «es poco probable que se haga realidad», zanjan.
Una afirmación que no echa por tierra los esfuerzos en torno a este vector energético, pero que sirve para poner en su sitio algunas valoraciones del ámbito empresarial y político que tienen un mucho de propaganda y bastante menos rigor.

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