Iker Bizkarguenaga
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad
Entrevista
Nora Rubí Llorente
Coordinadora del GIPEC de Bizkaia

«Intervenir en las primeras 72 horas facilita mucho la gestión posterior»

Nora Rubí tiene una amplia experiencia en atención psicológica en situaciones de emergencia y es una de las dos coordinadoras del grupo de intervención adscrito al Colegio Oficial de Psicología de Bizkaia. Explica que es normal reaccionar de forma insospechada ante un desastre.

(Raúl BOGAJO | FOKU)

Cuando ocurre una catástrofe lo primero que vemos es la imagen de la destrucción; el fuego, el agua, el barro... pero hay algo menos evidente que también se rompe en el interior de las personas afectadas. El impacto emocional de un desastre puede ser extremo, y recomponer lo que se ha quebrado es una tarea ardua. Los y las profesionales del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC) hacen todo lo que pueden para que no lo sea tanto.

¿Qué es el GIPEC? ¿Cómo funciona?

Somos un grupo formado por psicólogas y psicólogos especializados en intervención en emergencias. Formamos parte del Colegio Oficial de Psicología de Bizkaia. A día de hoy no hay una actividad que nos permita que esto sea un trabajo en exclusiva, como puede ser el caso de bomberos, ertzainas y demás, cada uno tenemos nuestro trabajo, y digamos que hacemos como guardias. Hay un teléfono de guardia 24 horas, que es una de las funciones de la coordinación, de modo que si nos activan podamos acudir, bien sea por una catástrofe o una emergencia.

¿Hace falta una preparación específica?

Para poder intervenir hace falta ser psicóloga general sanitaria o clínica, contar con un mínimo de 100 horas de forma- ción específica en intervención psicológica en emergencias y catástrofes, y al menos 50 horas de intervención sobre terreno. Si alguien del equipo aún no cuenta con las horas de intervención necesarias, se le da la opción de acudir “en prácticas”, para poder ir adquiriendo poco a poco esa experiencia y poder llegar a intervenir en el futuro. También existe la posibilidad de formar parte del grupo de “prevención”, que es un grupo destinado a ofrecer formación.

¿Qué se le dice a alguien que acaba de perder su casa, sus bienes, y en ocasiones incluso a una persona cercana?

En nuestro trabajo decimos menos de lo que escuchamos, de lo que recibimos. En esos momentos lo principal es estar para esa persona, en lo que podamos aportar y necesite, favorecer que pueda desahogarse, expresarse. Luego, en paralelo, hay otro trabajo que también hacemos; una identificación de las emociones, de determinados pensamientos que puedan estar alterados, que puedan estar generando culpa... Intentamos hacer un mapeo de todo eso para ir trabajándolo y ayudando a la persona, de manera que en el futuro, cuando recuerde lo que ha vivido, aunque seguramente siempre va a ser una situación dolorosa ese dolor no le resulte insoportable. Le ayudamos a gestionar lo que está viviendo en el momento para que en el futuro no genere una sintomatología más grave.

¿El modo en que se afronta una catástrofe cambia mucho en función de las personas?

Cada persona tenemos nuestros propios mecanismos de afrontamiento a la hora de enfrentarnos a las situaciones del día a día. En una situación de emergencia, esos recursos en ocasiones pueden verse afectados por distintos factores. Muchas veces la gente se lleva las manos a la cabeza y dice «cómo he podido hacer esto», o «nunca me imaginé que reaccionaría de esta manera». Lo que ocurre aquí es que se desconecta la zona de nuestro cerebro que normalmente se encarga de tomar las decisiones racionales, porque toma el control aquella que se encarga de la supervivencia. Por eso, una de las cosas que intentamos transmitir es que hay muchas maneras de reaccionar y que casi todas (casi), son normales en este tipo de situaciones.

¿Hay sentimiento de culpa cuando una persona se ha salvado de una catástrofe en la que ha habido víctimas?

Sí, eso es muy habitual. De hecho, la sensación de culpa es muy frecuente en muchas situaciones de emergencia.

A la hora de sobrellevar el duelo a veces la persona fallecida no está, se encuentra desaparecida... ¿Eso afecta especialmente al estado emocional de sus seres queridos?

A la hora de elaborar un duelo hay factores que influyen en que se elabore mejor o peor, y efectivamente, poder ver el cuerpo ayuda de alguna manera a asimilar la situación, a empezar a pasar página. Los duelos en los que hay personas desaparecidas normalmente son más complicados. No siempre, pero suelen serlo.

¿Atienden solo a las personas directamente afectadas por la emergencia o también a los profesionales que acuden a socorrerlas?

Si es necesario, sí, desde luego. De hecho, en muchas ocasiones las personas intervinientes son las grandes olvidadas, y también resultan afectadas. A veces con posibles traumas graves, porque se exponen a situaciones en las cuales hay un alto nivel de impacto emocional, de sufrimiento. Además, son personas que tampoco tienen necesariamente una formación específica en el ámbito psicológico, o que no forma parte del día a día de su trabajo. Incluso nosotras, que estamos preparadas para ello, muchas veces necesitamos esa ventilación posterior.

¿Y quién atiende a los psicólogos y las psicólogas que pasan por ese trance?

En ocasiones llevamos a cabo unas sesiones llamadas de debriefing y de defusing, que son reuniones que se hacen después de la intervención. Una está más dirigida a la parte más técnica, sobre cómo ha sido la intervención, aspectos a mejorar, cosas que han quedado pendientes…y la otra va más en la línea emocional, orientada a procesar las emociones y pensamientos con respecto a la intervención, y está pensada para prevenir posibles secuelas emocionales. Es importante que las personas que guíen dichas sesiones no hayan estado participando activamente durante la intervención, para que puedan mantener la distancia emocional y realizar un análisis lo más “limpio” posible.

Ha mencionado que no se dedican exclusivamente a esto, luego tienen su trabajo habitual; ¿es complicado regresar a esa rutina tras una emergencia, una catástrofe?

Depende mucho del tipo de situación que se haya vivido, del número de horas de intervención, y también de la persona, claro. De unas intervenciones a otras el impacto puede variar mucho. Pero sí es importante tomarse un tiempo de descanso, poder hacer algo que te ayude a desconectar. Igual que antes de acudir a una emergencia, yo al menos aplico una serie de técnicas para ayudarme a focalizar, para centrarme en el trabajo que tengo que hacer, me preparo, luego también hay que hacer la desconexión, hay que salir de ello. Ya no solo antes de volver a trabajar, sino antes de volver a la vida personal. Es importante que apliquemos unas buenas pautas de autocuidado que nos ayuden a desvincularnos del trabajo para que no nos inunde, porque que en ocasiones se mueven cosas muy fuertes a nivel emocional.

Desde el punto de vista psicológico, ¿para una víctima qué es más complicado de sobrellevar, el momento inmediato, cuando ocurre la situación de emergencia, o los días, meses o años posteriores?

Una vez más, existen diversos factores que pueden influir en esto. Los recursos psicológicos de cada persona, la red de apoyo con la que cuente, la naturaleza de la emergencia/catástrofe que haya vivido, cómo se le haya notificado una mala noticia… Lo más grave que podemos encontrar en una emergencia a nivel psicológico es un estado de shock, que sería una situación en la que la persona se ha quedado completamente bloqueada y no está siendo capaz de reaccionar y comenzar a procesar todo lo que está pasando. Cómo sea ese “procesamiento” en las primeras horas es fundamental de cara a las consecuencias que puedan desencadenarse en el futuro. En este país, por ejemplo, hay una tendencia elevada a medicalizar. Si cuando llegamos a un escenario le han dado una pastilla para tranquilizar a la persona, probablemente en ese momento esté tranquila, pero lo más seguro es que no vayamos a poder realizar ningún tipo de trabajo a nivel psicológico con ella, porque en ese momento estará “anulada”.

Lo que no se trabaje en las primeras horas se puede trabajar a posteriori, pero cuanto más tiempo pase más difícil suele ser de manejar, porque suele estar más “cristalizado”.

Por eso consideramos que nuestro trabajo es tan importante, porque está demostrado que una intervención psicológica en las 72 horas posteriores al suceso reduce considerablemente el riesgo de consecuencias psicológicas y psiquiátricas en los siguientes meses (o incluso años, en los casos de mayor gravedad). Además de tener un impacto económico positivo, porque revierte en menos recursos empleados a largo plazo en salud mental y un mayor bienestar en las personas.