Hasta la bandera ha estado de público el primer encierro txiki de las fiestas, este miércoles sanferminero, en el que la cantera de corredores ha apuntado muy buenas maneras de cara al día en el que se pongan ante las astas de verdad.
Poco antes de las 11.30 horas, momento fijado para el comienzo del evento, seis toros de cartón piedra y un manso con su hermoso cencerro se veían alineados a mitad del recorrido, con la chavalería mirando sus astas emboladas, las mismas delante de las cuales iban a correr en breves instantes.
A continuación, el gentío de progenitores, abuelos y abuelas y niños y niñas de todas las edades se ha congregado ante la hornacina, con la efigie de San Fermín adornada con unas flores y enmarcada por los pañuelos de las peñas, que, aunque sea txiki, este encierro guarda las formas del grande.
Antes del primer cántico, los organizadores han explicado que se iban a correr cuatro tandas desde la hornacina hasta la plaza Consistorial, con los toros regresando al punto de partida a continuación. De ese total, dos eran para correr la chavalería ayudados por padres y madres, y las dos últimas, solo para los txikis.
Tras abrirse paso a golpe de silbato entre el gentío, los toros han tomado posiciones, con los corredores cantando al santo, después de que los más puristas hicieran los correspondientes estiramientos y giros para calentar las piernas.
Tampoco faltaban unas últimas instrucciones: «Udaletxean!», recalcaba una amatxo a su vástago para dejarle claro dónde se iban a reunir después de la carrera.
En otros casos, no estaba claro quién estaba más emocionada, si la madre o la hija, ya que la primera le decía: «¡Qué nervios, Izaro!».
Una vez lanzado al viento el cántico en castellano y euskara, cohete anunciador y ¡a correr! Resultaba difícil decantarse por quién disfrutaba más ante las astas de cartón piedra: esa chavalería que corría sin mirar atrás, padres y madres pendientes de morlacos y del txiki de turno, o todo el personal que se agolpaba en las aceras y en la cuesta de acceso al Museo de Nafarroa.
Tras pasar la manada, un veterano organizador de la carrera, emocionado hasta las trancas, mostraba a NAIZ los brazos con la piel de gallina, mientras exclamaba: «¡Te hierve la sangre!».
Conato de montón
Una vez completado el primer recorrido, tocaba bajar hasta la hornacina, aunque al alcanzar el lienzo de muralla, se ha registrado un conato de montón que se ha resuelto sin problemas.
Tocaba la segunda manga con acompañantes, que tenían que contener a sus vástagos. «Muy bien, Alba, pero espera, espera», señalaba un orgulloso padre que llevaba de la mano a su pequeña.
De nuevo, no han faltado emociones fuertes ante las astas, que más de un corredor agarraba y al que se le pedía que no lo hiciera, ya que es algo que nunca debe hacerse, ni siquiera en el encierro txiki.
Después de las carreras adaptadas a los más pequeños del lugar, llegaba el momento de la verdad para los mayores. Y era en el sentido más literal, ya que la velocidad se ha incrementado ostensiblemente, mientras los corredores tenían que darlo todo para esquivar a unos toros que demostraban una forma física envidiable después de tres intensas jornadas sanfermineras.
Aquí ya no había concesiones y había que estar con los sentidos alerta, en una demostración prácticamente de fuego real. Y la chavalería ha respondido muy bien. Incluso un corredor ataviado con una gorra verde se ha caído y ha actuado como toca: se ha quedado quieto en los adoquines protegiéndose la cabeza con los brazos hasta que ha pasado la manada. Todo un alarde de profesionalismo del encierro.
En la última manga del día, los que recibían gritos de ánimo eran los ‘morlacos’, a los que desde el público de las aceras se pedía más velocidad vociferando: «¡Venga, dale!».
Ya solo quedaba atender algunos raspazos y pequeñas contusiones en el puesto de Cruz Roja habilitado en el edificio del Departamento de Educación. Porque en esta carrera también hay heridos a los que atender tras el paso de los bureles.
No ha necesitado asistencia sanitaria, pero un entusiasta fotógrafo de móvil no se ha dado cuenta de que uno de los toros volvía y ha recibido un ‘puntazo’ en la espalda por bajar la guardia antes de tiempo, mientras el respetable disfrutaba de lo lindo viendo que se avecinaba y llegaba una ‘cornada’.
Para quienes se han quedado con ganas de más encierro o quieren participar en el evento por primera vez, todavía queda una segunda oportunidad. Será el viernes 11 de julio a las 11.30 horas, cuando volverán los toros de cartón-piedra a hacer de las suyas en la cuesta de Santo Domingo.

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