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Tom Waits, medio siglo aullando al sábado noche

Se acaban de cumplir cincuenta años de la publicación del disco ‘The Heart of Saturday Night’, segundo trabajo del icónico músico californiano Tom Waits que el día 6 de diciembre contará, como celebración por dicha onomástica, con una edición –gracias al sello Anti-PIAS– en lujoso formato vinilo.

El icónico músico californiano Tom Waits. (Jean Batiste MONDINO)

Cuando en uno de sus poemas Jack Kerouac expresaba que ‘la vida es mi arte, protección frente a la muerte’, de manera inconsciente, parecía estar definiendo la naturaleza creativa de aquel compositor que debutó en 1973 con su álbum ‘Closing Time’. Un trabajo firmado por un músico que todavía lejos de la treintena parecía la encarnación de un veterano dotado de una gruesa voz con la que enunciaba algunas de sus imperecederas influencias, listado que incluía todo un glosario de viejos ritmos que iban desde el folk al blues.

Variados ancestros que sin embargo compartían una raíz común que se iba a convertir en el germen, primero tratado con melancólico romanticismo para desembocar en una turbulenta exposición, de quien ha terminado por figurar como una de las más personales y arrebatadoras voces contemporáneas.

Entre esas referencias ineludibles se encontraba, por supuesto, un pasional acercamiento al jazz, un género que de hecho protagonizaría casi en exclusiva su segundo álbum, editado un año después de su debut y que ya desde su imagen de presentación, una traslación de la portada del ‘In the Wee Small Hours’, de Frank Sinatra, a un entorno más suburbial, sintetizaba esa condición de enconado rapsoda.

Un cancionero que, aunque no eludía episodios vivenciales propios, como demuestran títulos, en este caso el ‘The Ghosts Of Saturday Night (After Hours At Napoleone's Pizza House)’, que hacen expresa mención a uno de sus trabajos ocasionales o su conocimiento in situ de los clubs nocturnos, partía de ese acento intimista para observar desde una reconocible lejanía el ecosistema brotado durante un sábado noche, repleto de licántropos emocionales.

Una de las principales virtudes de un disco como este es hacer de cada canción una instantánea capaz de recrear toda una escenografía alrededor de versos cargados de decadente poética

No se trataba de revivir aquellos felices años treinta, a pesar de que se valiese de los ritmos surgidos de sus entrañas, sino de convertirlos en banda sonora de un catálogo de personajes y situaciones que firmaban sobre las calles con sus erráticas huellas.

Vivir al amparo del jazz

En una ecuación lógica en busca de recrear ese ambiente sonoro ligado a un estilo concreto, el camino más rápido y propiciatorio para el éxito fue rodearse de aquellos instrumentistas que ya habían demostrada sus dotes en ese campo.

De ahí que, sumado a miembros de un equipo que le acompañaría en parte considerable de su carrera, el plantel se completaba con músicos que habían compartido estancia con ilustres representantes de lo que sería el ‘canon americano’, imponentes figuras que remitían a Count Basie, Stan Getz o Ella Fitzgerald. De esa manera, logró que las firmas estampadas en muchos de sus discos de cabecera pasaran de ser una invocación en busca de inspiración a convertirse en almas presentes posadas sobre el nombre de algunos de sus colaboradores.

Portada de ‘The Heart Of Saturday Night’.

Observar desde el presente la trayectoria de Tom Waits nos ofrece, con cierta nitidez, el reflejo  de un intérprete que pasó de manejar con elegancia, y hasta sutilidad, su sombría mirada a convertirse en un animal herido aullando desde su cueva. Una garganta que parecía ir permeando todo el humo y la turbiedad de aquellos locales donde se ensayaba repetidamente el caos existencial y que derivaría pronto en un esquema musical mucho más patibulario y agreste.

Una inoculación que perfectamente podríamos rastrear en los escenarios que protagonizan un segundo disco que tomaba la palabra por medio de un palpitante zumbido lírico, heredado tanto de su admiración por los escritores ‘beatniks’, figuras ácratas de espíritu nómada como Jack London o el mismo simbolismo francés, que contenía en su febril lenguaje el destello de esos sueños que se vuelven indescifrables entre paredes desconchadas.

Fotografía a oscuras

Sin duda, una de las principales virtudes de un disco como este es hacer de cada canción una instantánea musical capaz de recrear, sin necesidad de ningún soporte visual, toda una escenografía reconocible alrededor de versos cargados de decadente poética, y donde se posan miradas cegadas por el neón, lágrimas de melancolía, camareros conocedores del nombre del cliente y sobre todo viernes destinados a quedar sepultados por la aparición del sábado.

Lugares, personajes y sobre todo sentimientos expresados ya desde un majestuoso piano inaugural, que convierte a ‘New Coat Of Paint’ en una pieza digna de engrosar el repertorio del Dr. John, o bajo el son de una trompeta con sordina que en ‘Depot, Depot’ asume ese lamento, real o metafórico, que induce a una constante vigilia.

Un repertorio al que cuesta imaginar interpretado sin un vaso -por supuesto colmado- en la mano o empujando las sílabas a través de bocanadas de humo

Mientras que el jazz, en su expresión más canónica, se muestra como idioma principal del álbum, incluso cuando su prosa se desarrolla, en pasajes como ‘The Ghosts Of Saturday Night (After Hours At Napoleone's Pizza House)’ o ‘Diamonds On My Windshield’, en forma recitativa, la irrupción de otros acentos, ya sea el folk minimalista de ‘(Looking For) The Heart Of Saturday Night’ o el blues desgarrado que delinea ‘Fumblin' With The Blues’, dotan de un necesario dinamismo al conjunto.

Un repertorio que, sin embargo, sea cual sea su materialización, siempre se encomienda a un romanticismo, capaz de exponerse con desbordante belleza en ‘Shiver Me Timbers’, al que cuesta imaginar interpretado sin un vaso –por supuesto colmado– en la mano o empujando las sílabas a través de bocanadas de humo.

Para catalogar como se merece ‘The Heart of Saturday Night’ quizás sea necesario hacerlo desde el instante actual, conocedores de la amplia trayectoria de su autor y esquivando el momento en el que fue concebido, porque aunque Tom Waits ya dio síntomas de un precoz y talentoso signo identificativo, que su segundo trabajo se focalizara con reverencial clasicismo alrededor de un género concreto, podía ser síntoma de un estancamiento en su originalidad.

Nada más lejos del sentido que impera en un álbum que juega al despiste involuntario desde su mismo título, ya que su sentimiento ni mucho menos representa en exclusividad el que supura un sábado por la noche, siendo sus hechuras y profundidad propias de un viaje con destino a un tiempo y un lugar mucho más universal.