Iker Fidalgo
Crítico de arte
PANORAMIKA

Más que acompañar

«Alegiak», las alegorías de Félix María de Samaniego, ilustradas por Daniel Tamayo, se exponen en el Museo de Bellas Artes de Bilbo.
«Alegiak», las alegorías de Félix María de Samaniego, ilustradas por Daniel Tamayo, se exponen en el Museo de Bellas Artes de Bilbo. (Mikel Martinez de Trespuentes | FOKU)

Hace tiempo que las grandes disciplinas del arte plástico tuvieron que aceptar compartir mesa y mantel con aquellas ramas que rompieron las puertas. La escultura, pintura y arquitectura, ampliaron la familia al encontrarse con la fotografía, las artes gráficas y el cómic, englobando así muchas más maneras de crear. Sobre esto, podríamos añadir una nueva capa: el papel que poco a poco ramas como el diseño gráfico o la ilustración han ido adoptando en este contexto. Si bien, a priori, surgen con una misión de “utilidad” en tanto en cuanto son relegadas a un papel más bien informativo, son muchos los espacios híbridos en los que se han codeado con el arte. Nombres como Andy Warhol, Josep Renau o Rodchenko han utilizado el diseño gráfico como espacio de creación artística y, a día de hoy, sus piezas son tratadas con el estatus de cualquier obra pictórica o escultórica.

Recibir el encargo de ilustrar un libro no es una cuestión fácil. Quien se enfrenta a este proceso no solo debe realizar dibujos que tengan que ver con la página en la que se encuentra el texto. Debe ser capaz de sintetizar aquellas cuestiones que necesitan aparecer reflejadas, entender el público a quien va dirigido, desarrollar un lenguaje propio y acabar creando un proyecto que no compita con el texto sino que se complemente y actúe como algo más que un acompañamiento con una función exclusivamente estética.

Un ejemplo de esto es el proyecto que el diseñador gráfico Lance Wyman desarrolló en el año 1968 para la creación de los pictogramas del metro de México D.F. Además de ser estéticamente correctos, debían ser capaces de comunicar en un golpe de vista toda la información necesaria para que una masa usuaria, en ese momento con gran índice de analfabetismo, pudiera entender la inmensa red de paradas.

Al hilo de estas cuestiones, nos parece muy adecuada la exposición que el Museo Bellas Artes de Bilbo inauguró a mediados del mes pasado. “Alegiak” es el nombre del libro recientemente publicado en euskara con un centenar de fábulas del escritor Félix María de Samaniego (Laguardia, 1745-1801). El creador bilbaino Daniel Tamayo (Bilbo, 1951) ha sido el encargado de ilustrar el volumen, trabajo que ahora se muestra también en formato expositivo. Para esta ocasión, la pinacoteca bilbaina ha decidido mostrar las piezas originales de Tamayo, así como varios ejemplares de volumen del escritor alavés ofreciendo también, mediante código QR, acceso a audios en euskara y castellano de los textos. Si bien, en muchos casos, este tipo de propuestas que trasladan lenguajes y formatos (de libro a exposición) corren el riesgo de quedar algo deslavazados, es una buena oportunidad para valorar y entender el proceso de trabajo en el que texto e ilustraciones acaban por formar una dupla inseparable. Estará disponible hasta mediados del próximo mes de junio.