Xandra  Romero
Nutricionista
SALUD

Ser saludable, el nuevo estatus social

La Organización Mundial de la Salud define el concepto de salud como «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Para la nutricionista de 7K, en las sociedades occidentales la salud se ha convertido en un objetivo.

(Getty)

Decíamos en el número anterior que el exceso de salud se traducía precisamente en lo contrario pero, si hacemos un análisis desde la perspectiva sociológica, lo que encontramos es que, en nuestra sociedad actual, ser saludable corresponde a un nuevo estatus social.

Nos gusta ser saludables pero nos gusta más que se sepa que comemos saludable y nos ejercitamos lo suficiente. Y, en este sentido, cabe preguntarse varias cuestiones: ¿Qué dice de nosotros comer “sano”? ¿Qué dice de nosotros hacer deporte? Pero, sobre todo, ¿qué dice de nosotros no hacerlo?

Tan importantes son estas preguntas que podemos concluir que, como sociedad, nos hemos convertido en unos moralistas de la salud. Y es que categorizamos los alimentos como “buenos” y “malos”. Hablamos sobre la comida y la actividad física en términos de “portarse bien o portarse mal”, “pecar” o hacer “trampa” cuando no somos lo suficientemente saludables. Hemos llegado incluso a sacarnos de la manga términos gastronómicos que nos quitan la culpa como, por ejemplo, el arroz de coliflor y los espagueti de calabacín.

De este modo, podemos decir que en las sociedades occidentales la salud se ha convertido tanto en un objetivo como en una virtud. Pero este fenómeno no es nuevo. Ya en los años 70 se propuso el término “healthism”, del inglés healthy (saludable), para describir la preocupación social en relación a la salud personal como prioridad absoluta. Como ideología promueve entender la salud como una responsabilidad individual que se puede y debe alcanzar por medio de cambios en el “estilo de vida”. Pero, además, no solo se busca la ausencia de enfermedad para calificarnos como saludables, sino que debemos demostrar nuestro esfuerzo y sacrificio para reducir el riesgo de enfermar y mejorar nuestros cuerpos. Especialmente esto último.

Sin embargo, como todo, esta conceptualización de la salud tiene sus consecuencias. La principal o más relevante es que incrementa la preocupación en torno a qué comemos y cómo nos vemos, pero siempre desde la culpa, la vergüenza y la mala autoestima. Y, contrariamente a lo que se pretende, estas están muy lejos de ser motivaciones sanas para la adquisición de cualquier estilo de vida.

Así pues, con esta reflexión y con otras que suelen aparecer en esta sección, no se trata de oponerse a la salud, sino a la forma en que se utiliza en la sociedad este término.