Cambio de frecuencia

A finales de enero del presente año, la Diputación Foral de Araba tomó la decisión de cerrar el espacio expositivo Sala Amárica que forma parte de la red de museos de Araba. El anuncio, que pilló por sorpresa al sector, vino acompañado de la publicación del nuevo uso del espacio que pasaría a inaugurarse como el Centro de Emprendimiento e Innovación de Araba. Para quien no lo conozca, el lugar al que nos referimos acarrea consigo el peso de dos relatos de referencia en el tejido artístico local. Por un lado, porque supone parte del legado del pintor gasteiztarra Fernando de Amárica, fallecido en 1956, que cedió su patrimonio a la ciudad con la condición de que fuera utilizado para el fomento del arte y la cultura. Por otro, porque la propia sala dio nombre a una asamblea ciudadana que en el año 2008 desarrolló un modelo de gestión cultural y de recursos públicos a través de un colectivo abierto enraizado en el territorio de la ciudad. Con esta herencia, la respuesta del colectivo artístico no se hizo esperar. Varios movimientos y posicionamientos en contra de la decisión de la Diputación desembocaron en la creación de una asamblea que lidera el proceso de reivindicación de la sala de exposiciones como un espacio necesario e imprescindible para Gasteiz.
De momento, todo apunta a que el cierre ha sido paralizado y es ahora cuando se está llevando a cabo el duro trabajo para negociar la reconfiguración del lugar. De momento, la nueva vida de la Sala Amárica, a través de una convocatoria pública coordinada por la propia asamblea, ha sido inaugurada con una exposición que podrá visitarse hasta finales de septiembre. “Frecuencias de fondo. Zu hemen zaude” es el título bajo el que se puso en marcha, el pasado julio, esta nueva andadura. Comisariada por Iñaki Larrimbe, el título plantea el marco común bajo el que encontramos los trabajos de Miriam Isasi, Mel Arranz, Zigor Urrutia, Maider Varona y Sara Pérez. Es complejo encontrar resonancias formales en este tipo de exposiciones creadas desde una convocatoria.
Con todo, está claro que la carga simbólica que acarrea la muestra y la relevancia de la propia sala después de lo acontecido, presentan un escenario de suficiente peso como para orientar nuestra visita. Nada más entrar, una gran tela roja creada por Arranz envuelve la rampa de entrada y nuestra primera relación con el lugar. El techo alto se convierte en un lugar íntimo y entramos de lleno en la estancia principal. Pérez, desde una voz más íntima, y Varona y Urrutia desde un lenguaje más instalativo, comparten espacio junto a una gran frase realizada con postales, “Zu Hemen Zaude”. Al fondo, en la sala apartada, Miriam Isasi despliega su trabajo compuesto por una proyección y varias piezas que hacen referencia a ella. Una exposición que se presenta, sin lugar a dudas, como toda una declaración de intenciones.
No mirar arriba

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