Mikel Zubimendi
Aktualitateko erredaktorea / redactor de actualidad
Entrevista
Pello Rubio
Anfitrión del caserío Txillarre

«Txillarre fue una conjura rocambolesca por la paz»

Como Baroja en la casa familiar Itzea de Bera, uno puede imaginárse a Pello Rubio entre brumas y niebla en su caserío Txillarre, en anocheceres afilados, conspirando para conseguir la paz junto con Arnaldo Otegi y Jesús Eguiguren. Tratándose todos con respeto, intentando entender y valorar, comprender sin juzgar. Fue un proceso un tanto barojiano, de rebeldes, de filósofos a tiempo parcial y soñadores a tiempo completo. Como dice este baserritarra, una historia construida sobre un convencimiento inquebrantable: «Pase lo que pase, nadie se levanta de esta mesa», y contada en “Txillareko Sukaldaria” (Elkar), un libro y un documental firmados por Edurne San Martín y Asier Ibaibarriaga. 

(Marisol Ramirez FOKU)

El riachuelo San Lorentzo atraviesa el pequeño valle de Sallobente, uno de los últimos entornos vírgenes de Elgoibar. Un reducto de silencio, donde la tranquilidad y la paz forman parte del paisaje entre caseríos centenarios, muchos con tejados de cuatro aguas. Desde el caserío Txillarre, en frente se levanta, majestuoso, Karakate, cima del macizo de Irukurutzeta. Y, al otro lado, Soraluze; más a la izquierda, Bergara, y más allá, Azkoitia. Ahí arriba yace un territorio que ya habitaban nuestros ancestros, plagado de vestigios megalíticos, dólmenes y túmulos.

Ese es el paisaje que se divisa desde este caserío cuyo nombre viene de txillarra, que en castellano significa brezo. Txillarre, de la misma raíz que Txillardegi, o que Illarramendi, ya que en ciertas zonas deriva hacia el vocablo Illar, de modo que vendría a significar “monte de Brezos”. Un caserío rodeado por robles del país, renovado con sus propias manos por Pello Rubio, quien se dedica a la producción de hortalizas cultivadas ecológicamente, todo natural y directo a la mesa. Un baserri en el que nada más llegar se sirve en la mesa chistorra y un vino del país.

Una casa en la que habita alguien que para los baserritarras del valle siempre será un kaletarra, y que para los de la calle es un casero. Un tipo peculiar que despertó no pocas suspicacias entre los baserritarras al ponerse a producir en modo ecológico cuando prácticamente era desconocida esa apuesta. Miradas raras, susurros acusadores, un «¡qué se cree este, qué va a enseñarnos a nosotros!».

UN TROTSKISTA EN EL CASERÍO

Pello Rubio Urbieta nació en la parte vieja de Zumaia en 1948. Su aita, erdaldun, llegó a Euskal Herria tras la guerra y su ama, euskaldun, era zumaiarra de nacimiento. En busca de trabajo, fue a Elgoibar con 18 años. Se destacó en el sindicalismo y políticamente se decantó por ETA sexta, que posteriormente se uniría a nivel del Estado español con los troskos, y que aquí cambió el nombre a Liga Komunista Iraultzailea (LKI). Y, como ocurre en este país tan dado a poner etiquetas y sambenitos, le colocaron el de españolista, -«no, no éramos solo españolistas, éramos putos españolistas», recuerda sin rencor, con una sonrisa-, o el de ser un profesional del entrismo en los movimientos populares.

(Marisol Ramirez | FOKU)

Participó durante años en la ejecutiva del sindicato CCOO en Gipuzkoa. En las manifestaciones, cortes de carretera y barricadas contra los fusilamientos de Txiki y Otaegi y los tres militantes de las FRAP (27 de septiembre de 1975) conoció a otro de los protagonistas de esta historia. A un «chavalito» de apenas 17 años, diez más joven que él, que se destacaba en las luchas antifranquistas de su pueblo: Arnaldo Otegi.

Al otro interlocutor que Pello juntaría en la mesa de su caserío lo conoció más tarde, hacia 1978, en otras circunstancias, ya siendo presidente de una potente empresa de máquina-herramienta que, tras una espantada de la dirección y unas grandes movilizaciones, quedó en manos de los trabajadores. Lo eligieron presidente, tenía que reestructurar la empresa, bajaron de 350 a 150 trabajadores, buscar inversiones, «¡y con treinta años de edad!». Contrató a un gerente que venía del mundo cooperativo, con el que forjó amistad: Paco Egea, que fue posteriormente consejero del PSE en el Gobierno de José Antonio Ardanza. Consiguió sentarlo en Txillarre con Arnaldo a finales de 1999, y con los años le seguirían en la mesa compañeros de su partido como Jesús Eguiguren (a partir de finales del año 2000), Rodolfo Ares, el exlehendakari Patxi López o el expresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero.

Pero aquel trosko que presidía una empresa de máquina-herramienta terminó quemado con la experiencia, con el sindicalismo y con lo fácil que se compraban sindicalistas, quemado con sus compañeros de trabajo, convencido de que aquella no era su revolución. Había llegado el momento de decidir, de dar un hachazo, cortar y buscar un nuevo punto de partida. Y decidió abandonar la calle y marchar a un viejo caserío que tiró y volvió a levantarlo con sus propias manos.

Los educados en clave marxista siempre han hablado de condiciones objetivas y subjetivas, de infraestructura y superestructura… Pero Rubio pone en valor el factor humano, ese vínculo subjetivo, «aunque se estuvieran matando unos a otros». «Yo también bebí del marxismo-leninismo -reflexiona-. Creímos que íbamos a hacer la revolución de no sé qué, que éramos todos unos Che Guevaras, pero entendí que hay que empezar por uno mismo, que una cosa es estar a favor del cambio, y otra muy distinta, querer cambiar. Mi revolución ha sido esta, el caserío. Aquí, a la vez que trabajas, reflexionas mucho, contigo mismo, empiezas a valorar cosas que no valorabas abajo. He estado ganando menos dinero, no he tenido vacaciones, pero no era lo primordial. Me estaba encontrando como persona. Y esa es la reflexión que yo he sacado de todo esto: es super importante lo personal, las relaciones, que muchas veces están como medio apartadas y no las valoramos lo suficiente. En las conversaciones de Txillarre esa dimensión ha sido fundamental».

(Marisol Ramirez | FOKU)

«LO MÁS FÁCIL ES LEVANTARSE DE LA MESA»

Pero, ¿cómo se mete el «cocinero de Txillarre» en este fregado? En teoría, fue al caserío para alejarse de la frustración, a construir su «paraíso ateo», a dar sentido a su revolución particular, de paz, tranquilidad y agricultura ecológica. Y, de repente, se ve en mitad de una actividad frenética. Responde con naturalidad: «Yo hago las cosas porque creo que hay que hacerlas, y punto. No soy mucho de teorizar. Lo importante es tu convencimiento, decidirte a hacer sin esperar lo que otros hagan o dejen de hacer, decidir aunque la cagues. De hecho, primero hay que cagarla para aprender, ¿no? Porque, como en la vida, y también en Txilarre, a veces han venido muy mal dadas, y hay que aprender a encajar los golpes. Vi que hacía falta ese espacio de diálogo, que podía hacerlo y decidí juntar aquí a dos amigos, a Arnaldo y a Paco (Egea). Y te digo que nunca tuve una hoja de ruta, tampoco ningún plan elaborado. Fue empezar a dar pasos, y paso a paso ir haciendo camino».

(Marisol Ramirez | FOKU)

Pero luego está el factor X, que nadie espera, ni siquiera imagina, pero que cambia la política de arriba a abajo. Pones la radio y todo salta por los aires. Ahí está el 11S (2001), ahí el 11M (2004). Casi 200 muertos en Madrid y tres días después llega Zapatero a la Presidencia española, declarando que «Otegi es un hombre de paz». Llámese azar, llámese como se quiera, pero son oportunidades que deben aprovecharse.

«Por supuesto. El 11M lo cambió todo. En esta mesa en la que estás ahora sentado nadie imaginó que entraría el factor islamista y que lo haría de esa manera. Y cambió todo por las mentiras de Aznar, todas las encuestas le daban una clara victoria. Jexux (en alusión a Jesús Eguiguren, entonces presidente del PSE) y Arnaldo se dieron cuenta de que aquí había cambiado todo, y encima nosotros ya habíamos adelantado el trabajo. Jesús va a Madrid y les dice que lleva cuatro años conversando con la izquierda abertzale y que da fe de que tienen disposición a arreglar esto de una manera negociada. Sin duda, el 11M fue una de las claves de este proceso. Es una desgracia decirlo así, hubo casi doscientos muertos, pero es que es así».

«Las hojas de ruta vinieron luego -continúa ya lanzado-, cuando fuimos a Ginebra, Jesús y Josu (el interlocutor de ETA Josu Urrutikoetxea) se encargaron de eso. Pero eso fue en junio de 2005. Zapatero era ya presidente, para entonces ya llevábamos seis años aquí, en Txillarre. Muchas veces era eso: venir, cenar, charlar y cada uno a su casa. Claro que había esquemas, una especie de programa: por ejemplo, ¿qué pasó en Argelia?, ¿por qué se perdió aquella oportunidad? Se habló también de Irlanda, por qué llegó a buen puerto; de Lizarra-Garazi y del modelo sudafricano, pero nadie pensaba en una aplicación inmediata. Date cuenta de que estaba José María Aznar en el Gobierno, la Ley de Partidos a plena potencia, atentados, se sabía que el PP no iba por ahí».

Pero ese mismo factor indeterminado de la política, también puede jugar a la contra: se rompe Lizarra-Garazi y poco después llega el 11S, un factor que sitúa a uno de los interlocutores de la mesa de Txillarre como objetivo prioritario de una «guerra global contra el terrorismo», contra el que todo está permitido porque «todo es ETA y ETA es todo».

(Marisol Ramirez | FOKU)

«Estábamos aquí. Esas cosas pasan, la política no es una cosa de dos y dos son cuatro, pero creo que había una idea que ambos fijaron y ha sido clave en todos estos años: ‘pase lo que pase ahí fuera, nosotros continuamos, no nos levantamos de la mesa’. A eso le añadiría otra cosa que decía Arnaldo, ‘lo más fácil es levantarse de la mesa’. De hecho, me acuerdo bien de cuando ETA mató a Elespe (Froilán Elespe, concejal del PSE en Lasarte-Oria, tiroteado mortalmente el 20 de marzo del 2001), y a Priede (Juan Priede, concejal del PSE en Orio, tiroteado mortalmente el 21 de marzo de 2002), y cómo Jesús, siendo como era presidente del partido, tuvo que enterrarlos, y después del entierro venía aquí. A Arnaldo lo metieron en la cárcel, detuvieron a cientos de sus compañeros, los torturaron, pero se siguió hablando. Cuando ocurrían hechos de ese tipo, se dejaba un tiempo para que el ambiente se enfriara, por precaución también, por la prensa y todo eso, pero luego se volvía a retomar».

EMOCIÓN CARGADA, TENSIÓN AL LÍMITE

Esa clave de no levantarse de la mesa trae a colación otra: en una guerra de nervios, cae derrotado quien pierde la calma. Atentados mortales, redadas, torturas, huelgas de hambre al límite, un aeropuerto que vuela en mitad de una tregua (atentado en la T-4 de Barajas en 2006)… no tuvo que ser fácil no perder los nervios, no sucumbir a las ganas de romper con todo y darlo por terminado. Al contrario, fueron constantes con ese afán por interpretar las necesidades y responder a las exigencias del pueblo vasco. Ser conscientes de que, si se pierde la credibilidad, se corre el riesgo de perderlo todo.

Pello Rubio está de acuerdo: «Date cuenta de que vienen de dos mundos, de dos tradiciones muy diferentes. Y luego, como personas, son diferentes también. A Jesús le cuesta más, es más introvertido; como él mismo dice, es más ‘cerrado’. Y Arnaldo es todo lo contrario, mucho más enérgico, con un humor que contagia. Cada uno tiene su estilo, y al principio cuesta engrasar eso. Pero luego se impone la normalidad. Que coincidieran ambos aquí ha sido fundamental. Claro que uno era el presidente del PSE, pero también era de Aizarna. Y un tío de Aizarna, quieras o no, entiende el mundo abertzale, aunque no esté de acuerdo. Yo también tuve mis divergencias con la izquierda abertzale, pero entendía sus códigos, cómo se movía. Y Arnaldo también entendía a Jesús, sus posibilidades y limitaciones. Empatizaron, estaban convencidos de que esto lo podían hacer, que, si aquí no éramos capaces, los de Madrid no iban a venir a hacerlo, y que lo tenían que hacer ellos sin dejar esa mochila a la siguiente generación».

«Jesús y Arnaldo no perdieron la complicidad en ningún momento, ni en los más duros y trágicos. Es una cuestión de estilo, pero, por ejemplo, lo de Rodolfo Ares era otra cosa. Creo que pensó que venía aquí a negociar un convenio de gasolineras, gritaba, se quería imponer así. Pero aquí había personas, y se trataban como tal. Ares tenía mucho peligro, podía mandar a la mierda lo que había costado más de cuatro años labrar. Pero Jesús se hizo fuerte y se mantuvo firme, y de ahí vinieron también muchas de las críticas y malas artes que se hicieron en su contra dentro de su partido. Le decía al partido que había que hacer ‘más política de verdad’ y, cuando se celebró la Conferencia de Aiete (2011), su partido decía oficialmente a las 8:30 de la mañana que no iba a mandar a ningún representante, y Jesús que sí, que sí, y al final, a las 10:30, tuvieron que rectificar públicamente y mandaron a Carlos Totorica (alcalde de Ermua durante 27 años). El PSE estuvo en Aiete porque Jesús amenazó con que si no iría él como presidente del partido».

(Marisol Ramirez | FOKU)

Afirma en el libro “Txillareko Sukaldaria” (Elkar) que el gran descubrimiento de este proceso ha sido Eguiguren. E, ironías de la vida, en mitad de la entrevista suena el teléfono y es el político de Aizarna. Rubio pide hacer un paréntesis para atenderlo. «No lo conocía, pero a mí me ha demostrado que es persona. Tiene su posición política y su historia pero, a la hora de tratar estos temas, tiene unas formas y una sensibilidad que otros en su partido no tienen. Suelo quedar a comer con él, solemos ir a zonas como Endoia (entre Zestoa y Deba) y no te puedes imaginar cómo la gente, que incluso es votante de EH Bildu de toda la vida, baserritarras de la zona, le saludan, con qué honores. Es del PSOE, sí, pero hemengoa (de aquí), aizarnarra. Eso marca».

Y luego está la negociación que cada parte debía hacer dentro de su casa, y que, quizás, era aún más difícil. Rubio asiente: «Me imagino que uno contaría en la izquierda abertzale lo suyo, pediría consejo, asesoramiento, y el otro supongo que también dentro del PSOE, y seguramente la negociación que tendrían dentro sería igual más difícil que la que tenían aquí. Yo me quedaba aquí solo, no le contaba nada a nadie, me lo guardaba todo, le daba muchas vueltas a la cabeza, y sí, eso cuesta. Hay que estar mentalmente preparado porque en estos procesos ocurren imprevistos, y algunos muy gordos».

(Marisol Ramirez | FOKU)

Seguimos tirando de ese hilo. ¿Por ejemplo? «La huelga de (Iñaki) De Juana Chaos creó mucha tensión entre (Alfredo Pérez) Rubalcaba y Eguiguren. Ahora lo recuerdas y parece un cuento, pero fue muy duro, estaba ya cerrado el acuerdo político, o muy avanzado, y ese factor desestabilizó mucho. (Fernando Grande) Marlaska, nada más ir a Madrid, empezó a dar hostias a la izquierda abertzale por todos los lados, Arnaldo pedía cuentas a Jesús y este decía que no podían hacer nada porque iba por libre. Y lo del aeropuerto de la T4, ¿qué quieres que te diga? Fue muy duro. Me acuerdo que era Nochevieja, estaba en la feria del pueblo, ellos habían quedado antes para esa misma mañana. Arnaldo bajó de casa, yo estaba en el puesto, le di la llave... ¡imagínate el panorama! Fue un mazazo tremendo. Aquel día Arnaldo lo pasó muy mal, ¡había que explicar eso públicamente!, ¡que hay unatregua y que se vuela un aeropuerto! ¡Vete a una rueda de prensa y explícale eso a tu pueblo! Me acuerdo que Jesús me iba llamando por teléfono y me decía ‘han recogido un cadáver’, y ‘ahora otro’. Fue muy duro para ambos, un momento super tenso, no porque estuvieran aquí a bofetadas, sino porque cada uno debía explicar en su mundo lo que estaba pasando y son situaciones emocionalmente muy cargadas. ¡Qué mérito tuvieron!».

GENTE ORDINARIA, ALGO EXTRAORDINARIO

Durante todo este proceso, por este país han pasado todo tipo de expertos de paz, mediadores y verificadores internacionales, gente con mucho título, pero al final un baserritarra de Zumaia, un político de Aizarna y otro de Elgoibar, gente con comprensión de los códigos de país, sacan esto adelante. «Ante todo hay que ser persona. Y, siendo de Zumaia, Aizarna y Elgoibar, creo que hay mimbres para el entendimiento. Ha sido un proceso un poco barojiano, de conspiración, de conjuras y maniobras rocambolescas, a escondidas. Si quieres, desde las entrañas del país, desde sus profundidades. Hay gente que cree que la política con mayúscula se cuece en Donostia, y que con cuatro fuegos artificiales llega la fascinación, pero cocer las cosas con consistencia, se cuecen lejos de los salones y las florituras».

Y, además, es de suponer que una buena comida, con un buen fuego, también ayuda. «Por supuesto. El visitante que es bienvenido en un baserri se va con una bolsa de productos. En Txillarre habrá habido unas 60 reuniones y en todas y cada una se fueron a casa con su bolsa de verduras. Son detalles, pequeños, pero muchos detalles pequeños facilitan un ambiente agradable, y eso era lo importante: que dos mundos políticos tan diferentes se sintieran cómodos, como en casa. Era algo que salía de mí, un detalle pequeño, pero con un significado más grande. Y, si le añades dos huevos fritos con chistorra, y enciendes la chimenea en invierno, y con estas vistas, todos a gusto. Y, donde estás a gusto, normalmente vuelves, o por lo menos es más fácil que vuelvas. Ese era mi trabajo, que se sintieran a gusto para que repitieran, porque esto iba para largo».

El secreto fue otro ingrediente necesario. CNI, guardias civiles, escoltas de todo tipo, la prensa vocera de los enemigos de la paz, de los que no olvidan y nunca perdonan. «Aquí guardaespaldas no han entrado nunca, ninguno. Todos se quedaban fuera. Había veces que había más guardaespaldas fuera que gente en la mesa. Te haces a todo. Y a mí me gustan los retos complicados, difíciles. Claro que había que cuidar la discreción, porque era importante alargar esto lo más posible». Hasta Eguiguren tenía que huir de sus escoltas. «Sí, sí. Les decía que estaba pachucho y que se quedaba en casa, los escoltas se iban al cuartel y aquí le traía su familia, o íbamos a buscarle. Si los escoltas se enteraban de que llevaba más de 60 reuniones, pues igual transmitían cosas y se pensaban que había algo gordo y a alguno le entraban ganas de reventarlo todo».

No podemos perder la tentación de lanzar otra pregunta. ¿Y el papel de la Iglesia en este proceso? Hay una frase muy elocuente en el libro que dice así: “La Iglesia confirma, pero no bautiza”. «Es de Jesús. Cuando fue al Vaticano a hacer gestiones, se reunió con Roger Etchegaray (cardenal nacido en Ezpeleta, cercano colaborador del papa Juan Pablo II, activo y personalmente comprometido durante años en el proceso de paz vasco), y básicamente dice eso: que si de Txillarre salía algo positivo, ellos darían su confirmación a la criatura, pero que en principio no iban a participar, no iban a bautizar nada. Que siguiéramos en lo nuestro y que ya se vería, y de venir, vendrían a la última foto».

(Marisol Ramirez | FOKU)

UNIDOS PARA SIEMPRE, ALEGRÍA DE VIVIR

La entrevista llega a su fin. Levantados ya de la mesa, contemplando el paisaje desde el balcón de Txillarre, Pello Rubio, lanzado, refresca recuerdos y regala chispazos: «Ahí mismo, donde estás apoyado, hay una frase preciosa, del día que vino Zapatero. Va Arnaldo y le dice: ‘No me digas que esto no es Euskal Herria y que no es precioso’. Y Zapatero, serio, le responde: ‘Pero en León también tenemos sitios preciosos’». Miramos abajo y se ve un cerezo, «ahí depositamos las cenizas de Lolita Mondragón, la ama de Arnaldo, a la que debe la vida. Me acuerdo de que me lo pidió estando preso, al otro lado del cristal. Fue uno de los momentos más duros de esta historia», afirma visiblemente emocionado.

Pello Rubio ha tenido una oportunidad única: ver con sus propios ojos las esperanzas y angustias de protagonistas políticos de Euskal Herria que trabajaron por un cambio de ciclo de este país en momentos tan críticos. Y eso no tiene precio. «¡Ya lo creo! Es una pasada, en euskara la palabra es bizipoza (alegría de vivir)». Y, medio en broma, comenta que «ahora me toca presentar libros, y un documental que ha quedado muy chulo –“Txillareko Sukaldaria” (Elkar), ambos trabajos realizados por Edurne San Martín y Asier Ibaibarriaga– y, como comenté en la presentación del pueblo, ya he plantado un árbol a cada uno de mis nietos, me han escrito un libro, así que ya me puedo morir en paz. En mi vida ya he hecho lo que tenía que hacer, vivo con alegría de vivir».

Y concluye: «Creo que en eso la edad también influye, yo ya he perdido mis vergüenzas. Visto desde Txillarre, hay cosas que me preocupan, hemos sido una sociedad afortunadamente politizada y se está dejando paso a la charlatanería. La política hay que sentirla, debe haber principios e ideales. Antes dábamos un 10% de nuestro sueldo al partido para que funcionara. Ahora muchos entran para chupar del bote. Y antes encima con los grises, con la Guardia Civil, con peligro de ir a la cárcel. Tampoco soy muy optimista con el mundo. Tenemos que dar marcha atrás, en muchas cosas, y no queremos, dale consumo, más y más, nos avisa y ni caso. Pero hay una cosa que me llena de felicidad: este tipo de vivencias que hemos conocido en este caserío, o te unen mucho y te distancian para siempre. Y a nosotros nos ha unido para siempre».