BERTA GARCIA
CONSUMO

Comercio justo

El pasado sábado 9 de mayo se celebró el Día Mundial del Comercio Justo, una jornada que puso el acento en las injusticias y violaciones de derechos humanos que suceden en el sector textil.

Aunque las dedicatorias de un solo día al año para los colectivos sociales afectados por carencias, abusos y violaciones no son de mi agrado, tengo un especial compromiso con el comercio justo, porque involucra al consumidor.

Desde la óptica de los consumidores, el comercio justo ofrece una vía de cooperación al alcance de todos, ciudadanos y organizaciones. Esta modalidad de consumo ofrece una fórmula sencilla de convertirnos en agentes de desarrollo al elegir productos con garantía de justicia social, solidaria y ecológica.

El comercio justo nació en la década de los 50 para compensar los desajustes sociales provocados por una globalización económica liberal, en un intento de evitar las grandes diferencias entre el precio que pagan por un producto los consumidores del primer mundo y el dinero que se les abona a sus productores en vías de desarrollo, además de asegurar los derechos de las personas trabajadoras.

Por su evolución, se revela hoy en día como una verdadera alternativa de orden económico y social, capaz de rescatar al comercio de la injusticia y reorientar la estructura y valores de la economía internacional. El comercio redescubre así sus posibilidades como instrumento eficaz para el desarrollo equitativo de todas las personas y los pueblos, poniendo en práctica valores éticos mediante una gestión sostenible que valora justa y dignamente el trabajo humano en todos los continentes del planeta. En Euskal Herria, Donostia fue pionera en 1986 abriendo su primer comercio solidario, para después extenderse ampliamente por todo Hegoalde.

Con el lema de este año, «Tira del hilo», se pretendía poner en valor los principios del comercio justo en el sector textil. Un ámbito del consumo que difiere del alimentario, porque es imposible promover pequeños grupos de productores, y que al depender de las grandes multinacionales, sufre de unas condiciones esclavistas inimaginables en el siglo XXI.