MIKEL INSAUSTI
CINE

«Vinyland»

Por primera vez, he tenido ocasión de hacer la información previa de una película desde dentro, al participar de forma activa en el rodaje y desarrollo del proyecto local “Vinyland”, con el que se quiere homenajear a las tiendas de vinilo que, en nuestro entorno, este 2015 cumplen los 25 años de existencia. Los implicados consideramos que la vuelta del vinilo (que nunca se ha ido) no es una moda, sino la demostración palpable del fracaso de la industria discográfica, que ha ido imponiendo sin éxito una serie de soportes físicos llamados a ser los teóricos sustitutos, para finalmente sucumbir a la era virtual. Los de las descargas en Internet no se acostumbran a pagar, mientras las tiendas de discos que resisten tienen una clientela fiel. Por otra parte, los músicos se autoproducen sus discos o lo hacen en pequeños sellos independientes, para luego llevarlos a sus conciertos y poderlos firmar.

Para reflejar ese ambiente alternativo dentro de la escena musical, la película resultante debía tener una estética y una actitud claramente underground, que está presente en “Vinyland” gracias a la participación de un equipo que se ha volcado en el trabajo de forma totalmente desinteresada. No hay actores profesionales y el protagonista es un coleccionista de discos que se interpreta a sí mismo. De él arrancó todo, porque el guión se escribió a partir de una serie de conversaciones en las que fue desgranando todo su anecdotario vital como discómano de pro. En lugar de hacer un documental al uso, dejando que contara a cámara sus experiencias, se optó por realizar una “docuficción” en la que los elementos reales se fueran mezclando con otros guionizados hasta crear un universo propio entre cotidiano y onírico.

J.L. Olabeaga, protagonista de “Vinyland”, viaja mentalmente desde 1990 hasta 2015, como si su giradiscos no hubiera dejado de dar vueltas en todo ese tiempo. El motivo para llevar a cabo un inventario emocional es una entrevista radiofónica en un programa musical en el que responde a las preguntas de J.J. Forcada Forki. Las secuencias radiofónicas son las únicas que contienen diálogos y van dando la información necesaria, a la vez que van introduciendo la parte puramente musical, vertebrando la narración de esta forma a lo largo del metraje. Al ver los primeros montajes, la sensación general ha sido la de estar asistiendo a un concierto o espectáculo sonoro acompañado de unas imágenes que buscan sugerir y envolver para atrapar al espectador desde los títulos de crédito iniciales, máxime si se da la doble condición de melómano y cinéfilo.

La mínima excusa argumental gira alrededor de la leyenda urbana que ha ido creciendo sobre la figura concreta de nuestro coleccionista, con preguntas sobre el número de discos que componen su misteriosa colección de singles y el lugar secreto donde se encuentra. Habida cuenta de que nosotros mismos desconocemos las respuestas, hemos especulado con dicha intriga para plantear una hipótesis capaz de dar a la historia un giro inesperado. Aunque podría ser algo divertidamente inquietante, no sería lo importante de la película, sino más bien la atmósfera única que “Vinyland” pretende transmitir. Por eso resulta clave la ambientación, que es la que marca el recorrido habitual de J.L. por tiendas de discos, mercadillos, tiendas de segunda mano, locales de ensayo, salas de conciertos y bares musicales. El hecho de que se trate de localizaciones auténticas es lo que confiere al proyecto su valor, pues dentro de una producción convencional no habría dinero para recrear en decorados esos escenarios reales. Luego se suman las colaboraciones musicales, con más de una treintena de artistas internacionales y locales que contribuyen a la banda sonora, de la que se editará un disco en los próximos meses, coincidiendo con las primeras proyecciones en otoño.