TERESA MOLERES
SORBURUA

Sámaras voladoras

C uando éramos pequeños, a las semillas de los arces les llamábamos helicópteros. Unos helicópteros que solo necesitan aire para volar, hacer remolinos y planear, ya que la naturaleza, inteligente, no gasta energía fósil, ni de ningún otro tipo. Estas semillas son los frutos secos de algunos árboles que han creado esta estrategia para diseminar sus semillas por el aire.

Ahora, en otoño, podemos disfrutar de las sámaras, entre otras semillas que los árboles desprenden de una manera generosa.

Están formadas por alas membranosas de una forma tan sofisticada, tan bien estudiada, que engendra un movimiento helicoidal capaz de volar con la ayuda del viento hasta llevar muy lejos los granos que carga este planeador o helicóptero natural. La caída giratoria de las sámaras se ralentiza por la formación de remolinos de aire por encima de las alas del fruto, hasta poder esparcir las semillas a considerable distancia.

El arce sicomoro tiene las sámaras poco desplegadas, lo que hacía que los niños se las pudieran encajar en la nariz como gafas sin patillas, a modo de anteojos. Sin embargo, las sámaras del arce plano tienen las alas muy separadas, formando un ángulo abierto que las hace imposibles para cabalgarlas sobre la nariz. El abedul tiene una semilla en forma de nuez con dos alas laterales ovaladas, que la brisa otoñal dispersa, y el carpe tiene alas triangulares de color verde intenso.

Otros árboles tienen sámaras simples con una sola ala, como álamo, olmo, fresno, ailantos y alguna leguminosa. Las semillas aladas del olmo parecen pétalos de color verde amarillo claro alrededor de los granos más oscuros y se pueden confundir con flores. Una vez dispersadas por el viento, germinan en el mismo verano. El liquidámbar, que lleva sus frutos con una sola ala, tardará en fructificar hasta la segunda primavera. En otoño, cada carpelo del ailanthus produce una única semilla de color carmesí, colocada en el centro de un ala amarilla alargada que se estrecha en los extremos.

El despliegue de muchas semillas hace que los árboles femeninos del ailanthus parezcan dotados de flores doradas. Otra curiosidad la forman las semillas aladas de los fresnos, que se parecen a una llave antigua que cae desplaza por los vientos invernales.

Observando el vuelo de las sámaras, el otoño se hace más interesante.