MIKEL INSAUSTI
CINE

«The Assassin»

El cineasta taiwanés Hou Hsiao-Hsien se llevó en la pasada edición del Festival de Cannes el premio al Mejor Director por su película “Nie Yinniang”, que en su distribución internacional se llama “The Assassin” y en la versión doblada al castellano es posible que quede como “La asesina”. Es la creación de este autor que más controversia está provocando, debido a que se trata de su primera incursión en el cine de género. Por más que se pueda considerar como una película de artes marciales, lo cierto es que Hsiao-Hsien sigue fiel a su personalidad, conservando su ritmo narrativo introspectivo, así como su esteticismo orientalista marca de la casa. De esta manera se convierte en la primera muestra del “wuxia”, en la que la acción no se impone sobre el resto de elementos cinematográficos, sino que sirve de mero soporte a una reivindicación cultural de un género chino frente a las imitaciones y derivaciones a las que haya podido dar lugar en Hollywood, con el consiguiente peligro de quedar occidentalizado y desvirtuado.

Hou Hsiao-Hsien es el gran cronista cinematográfico, tanto del Taiwán moderno como del histórico, sobre todo a raíz de la divulgación de su Trilogía de Taiwán, compuesta por “Ciudad doliente” (1989), que le valió el León de Oro en la Mostra de Venecia; “El maestro de marionetas” (1993), distinguida con el Premio del Jurado en Cannes, y “Hombres buenos, mujeres buenas” (1995). A su consagración también han contribuido posteriores realizaciones como “Adiós sur, adiós” (1996), “Flores de Shanghai” (1998), “Millennium Mambo” (2001) y “Tiempos de amor, juventud y libertad” (2005). Atraído por el reconocimiento alcanzado en Europa, viaja a París para rodar un homenaje al mítico mediometraje de Albert Lamorisse “Le ballon rouge” (1956), que rebautiza como “El vuelo del globo rojo” (2007) y con el que obtiene el premio FIPRESCI de la crítica internacional en la Seminci de Valladolid.

Salvo por la participación en proyectos colectivos, Hsiao-Hsien ha estado ocho años sin estrenar nada, volcado en la compleja y costosa producción de “The Assassin”. A pesar de conseguir algunas ayudas en Taiwán, tuvo que recurrir finalmente a la financiación de China y Hong Kong, algo que nunca antes le había ocurrido. El presupuesto definitivo ha sido de unos 15 millones de dólares, que no es mucho en comparación con otras producciones similares del gigante chino, pero que para nuestro austero cineasta ha supuesto un cambio radical en su forma de trabajar.

El autor de “El maestro de marionetas” aplica esta vez el naturalismo de época a una mirada furtiva sobre un pasado que, de este modo, se vuelve cercano en su intimismo redescubierto y así es como su cámara se instala en el siglo IX, para detener el tiempo y mostrar la decadencia de la dinastía Tang. Lo que resalta de aquel periodo, incluso por encima de la violencia, es la belleza de una forma de vida en armonía con el entorno, con lo que el vestuario y los decorados son una prolongación de los bosques de abedules plateados y de los lagos de aguas cristalinas. Dentro de ese mundo preciosista, los personajes tratan de encontrar un difícil equilibrio moral, sobre todo una heroína que se debate ante el dilema de seguir los códigos marciales de la organización a la que pertenece de acuerdo con una venganza personal o, por el contrario, recuperar el arraigo familiar y localista perdido de la mano de sentimientos imposibles de olvidar.

La plasticidad que emana de la poesía visual contenida en la película puede conectar con la sensibilidad del espectador occidental hasta cierto punto, porque no es nada fácil comprender una simbología que nos resulta tan lejana y que, dentro de la complejidad argumental, ha llevado a más de un crítico a declarar no haber entendido nada.