Iratxe Fresneda
Entrevista
Laurie Anderson

«Prefiero estar/trabajar más tiempo con mi perro que con estrellas de cine»

Laurie Anderson (Glen Ellyn, Illinois, 1947), vive y trabaja en Nueva York y se considera artista multimedia antes que performer: «La performance tiene que ver con una acción repetida, un bucle en el tiempo, y eso no es exactamente lo que hago», explica. Artista en el más extenso sentido de la palabra, compone, fotografía, escribe poesía, canta, hace películas y hasta inventa instrumentos, el violín de arco de cinta, entre otros. Podría decirse que es una de las creadoras más completas de nuestro tiempo. Pareja durante veinte años de Lou Reed (1942-2013), una de las figuras esenciales del rock, esta infatigable sexagenaria habla de él desde la serenidad de alguien dotado de experiencia y sabiduría. El desaparecido músico norteamericano es un ausente muy presente en la nueva obra audiovisual, con forma de película, que Laurie Anderson ha titulado “Heart of a dog” y que ha paseado con excelentes críticas por los festivales de cine. Animación, imágenes estáticas, vídeos caseros de la infancia con su voz en off, su música y la de otros... Anderson ha congregado en esta película un discurso-poesía en torno al sentido de la vida, sin dramatismos, sobre todos aquellos fantasmas que recorren con ella este mundo y que son, al mismo tiempo, los fantasmas que nos acompañan a los demás.

7k tuvo la oportunidad de entrevistar a la neoyorquina durante el pasado Festival Internacional de Cine de Donostia con motivo, precisamente, de la proyección de “Heart of a dog” en Tabakalera. Reconocida por sus presentaciones multimedia y por su particular uso de la tecnología, el Museo Guggenheim, el MOMA o el Centro Pompidou de París son algunos de los espacios donde Laurie Anderson ha exhibido su trabajo durante estos años. Su carrera discográfica tampoco le va a la zaga y comenzó con el lanzamiento del sencillo “O Superman” (Warner Bros. Records, 1981) e incluye los álbumes “Big Science” (Warner Bros. Records, 1982), “Mister Heartbreak” (Warner Bros. Records, 1984), “Strange Angels” (Warner Bros. Records, 1989), “Bright Red” (Warner Bros. Records, 1994), “Life on a String” (Nonesuch/Elektra Records, 2001), entre otros, y la banda sonora de su película “Home of the Brave” (Warner Bros. Records, 1986).


Este año también presenta en diferentes lugares del mundo “The Language of the Future”, una colección de relatos y canciones que resumen su vida como creadora, escritora y compositora. En este trabajo multimedia y provocador, Laurie Anderson hace alusión, mediante su título, a su célebre pieza de 1983 “United States”. La obra aborda temas como la tecnología, la comunicación, los viajes y la ciencia. Tampoco faltan las referencias a Edward Snowden, el exanalista de la CIA y la NSA que destapó el espionaje de los servicios de Inteligencia de Estados Unidos sobre líderes y ciudadanos de todo del mundo, o a Chelsea Manning, encarcelada por filtrar documentos del Pentágono a Wikileaks.


Como es habitual a lo largo de su trayectoria, el humor es parte del discurso de esta mujer. De ahí que nos confiese que Andy Kaufman (cómico norteamericano que definió lo suyo como el anti-humor) es su comediante o stand up-ero favorito. Y ella adora el término para referirse a sus propias actuaciones. De hecho, trabajó y aprendió junto a él, y algo similar, pero vivido de otra manera, le sucedería con Lou Reed. Anderson y Reed fueron pareja durante más de veinte años, se casaron en 2008 y su relación pervivió hasta la muerte de él, el 27 de octubre de 2013. Rara vez trabajaban juntos; una de esas ocasiones fue en “Homeland” (2010).

Hace poco, concretamente el 27 de este mes, se han cumplido dos años de la muerte del mítico músico; una fecha también elegida para la reedición de gran parte de la discografía de la Velvet Underground con motivo de la celebración del 45 aniversario del grupo. Un Lou Reed del que Laurie Anderson se despidió en aquel invierno de 2013 con una emocionante carta publicada en la prensa, dirigida «a sus vecinos», en la que relataba los últimos momentos de su pareja: «Lou era un maestro de tai chi y pasó sus últimos días aquí feliz y deslumbrado por la belleza y el poder y dulzura de la naturaleza. Murió el domingo por la mañana mirando a los árboles y haciendo la famosa posición 21 del tai chi con tan solo sus manos de músico moviéndose en el aire. Lou era un príncipe y un guerrero, y sé que sus canciones sobre el dolor y la belleza en el mundo llenarán a muchas personas con la extraordinaria alegría de vivir que él tenía. Larga vida a la belleza que desciende y perdura, y que se adentra en todos nosotros». Firmaba: Laurie Anderson, su amante esposa y eterna amiga.  

De esta ausencia y de la muerte de su perro Lolabell ha surgido “Heart of a dog”. Aprovechando que estaba trabajando en proyectos «con» su perro, la socarrona Laurie nos pasea por el sentido de la vida con humor, pasión, reflexión y mucho arte. Sobre todo mucho arte a la hora de rozar, o más bien acariciar, temáticas tan tremendas como el 11S sin caer en lo banal y manido, o integrar la presencia/ausencia de Lou Reed en su pieza. Explora con soltura en esta búsqueda audiovisual, de forma laberíntica, nuestra relación con el mundo que habitamos, ese en el que es tan sumamente difícil «no estar triste mientras pensamos en cosas tristes». La idea de la memoria como lugar donde cerrar heridas o la del presente como necesidad, viajan por nuestras miradas a través de la palabra escrita, la música y las imágenes, que ya son parte de la historia del arte. Navegan por esta  sorprendente y maravillosa pieza, de setenta y cinco minutos de duración, las palabras de Kierkegaard, Wittgenstein, Gordon Matta-Clark o David Foster Wallace.


«Heart of a dog» surge a raíz de una petición del canal televisivo «Arte» que, de primeras, puede resultar incómoda para cualquier artista/persona: realizar una especie de recuento vital.
Sí, me utilizo a mí misma para contar mis propias historias y no me resulta para nada extraño practicar este ejercicio creativo. Hago uso de historias sobre personas, acerca de dónde vienen. En la película, trato de situar las historias en el contexto de cómo olvidamos, de qué manera producimos... es interesante ver cómo en el proceso creativo y de trabajo, encontré algo que precisamente había olvidado sobre mi propia historia vital.


(La entrevista se interrumpe durante unos minutos porque Laurie trata de cargar su teléfono móvil. Nos explica que es como su oficina y que ahí está todo, pero «a veces la tecnología falla», manifiesta. Comprueba que su teléfono móvil no se está cargando: «Y si para, estás muerta», dice disculpándose). Al final, este tipo de proyectos acaba convirtiéndose en un proceso de aprendizaje vital, además de artístico…
Sí. Como decía, una de las historias trata de cuando alguien cercano muere, y eso es real; también lo es la tristeza. Dentro de la película, recojo parte de las enseñanzas de un maestro tibetano, que nos anima a vivir la tristeza o a afrontar un hecho triste sin estarlo, algo que resulta muy difícil. Lo que hice, de algún modo, fue rodar una película para practicarlo. Los perros son capaces de mirarnos, estudiarnos, y ese fue mi punto de partida utilizando a Lolabell. Además, a los perros les gustamos. Intenté hacer una película triste, pero con mucha felicidad.


Yasunari Kawabata, en «Lo bello y lo triste», plantea la idea de que el pasado, los recuerdos, se convierten en compañeros de viaje inseparables; la memoria se torna facilitadora del presente. ¿Algo así es lo que usted pretendía mostrarnos en «Heart of a dog»?
Por supuesto. No somos solo recuerdos o memoria, sino también expectativas. Ambas cosas, los recuerdos y las expectativas, nos impiden a veces vivir y experimentar el presente. En mi opinión, he intentado vivirlo así. La película habla de cómo olvidamos nuestras propias historias y de cómo somos. No se trata de mostrar únicamente aquellos grandes momentos, sino más bien de plasmar lo intensamente que debemos vivir, de entender nuestras vidas, de vivir el presente. Me interesa la reflexión posterior: hacia dónde van esas historias, hacia dónde se encaminan los vivos y los muertos en el futuro. Nos cuesta entender la idea de que se pueda pensar en cosas tristes sin estarlo, y eso es lo que de alguna manera David Foster Wallace dice y recojo: «Todas las historias de amor son historias de fantasmas». No es lo mismo estar triste y ser triste. Mis imágenes no son tristes, aunque empujen a la melancolía.


La película tiene forma laberíntica. Su proceso creativo y el resultado final nos llevan de viaje por pensamientos, imágenes, seres queridos…
La idea no era tanto realizar una recopilación de recuerdos tristes o proyectarlo de este modo en mi trabajo, sino más bien de resistirse ante ese hecho. El propósito en esta vida es la felicidad, ser de alguna manera feliz, y para mí tiene que ver con la empatía, con la capacidad de empatizar. Este es el camino y precisamente esta es la razón por la cual mi perro aparece en el título. Los perros estudian el mundo en el que viven y ellos están muy despiertos, mientras que las personas rara vez lo están. La película comienza con mi perro y después intento describir qué es la muerte y por tanto la vida, y por eso encadeno historias. No tienen por qué tener sentido narrativo, pero sí emocional. Paso a hablar de lo que viví durante mi infancia, rememoro situaciones pasadas y reflexiono sobre los recuerdos. A veces necesitamos robar historias, contar las historias de los demás, porque cuando las historias se repiten, pierden su significado. Esta es también una película sobre sonidos y la música es importante en esta obra, como en el resto de mi trabajo.


«O Superman» le proporcionó reconocimiento. Usted hablaba de lo importante que es su teléfono móvil, «mi oficina» lo ha llamado, pero precisamente hemos comprobado que esta puede fallarnos. La tecnología es algo omnipresente en su obra y sus preocupaciones.
Mi único éxito, “O Superman”, habla básicamente sobre el fracaso de la tecnología (nos habla del intento de rescate de los rehenes en Irak, de que al final alguien puede venir con una pistola y acabar con la vida de otros). Ese fracaso me inspiró para hablar en la composición acerca de la fragilidad de la tecnología, que no es infalible. El final de la canción, si la escuchas, trata sobre eso. Creo que las cosas no han cambiado tanto desde que la escribí. Eso sí, la tecnología nos ha proporcionado la posibilidad de hacer películas de bajo coste, sin apenas dinero. Con esto (nos enseña su móvil) yo puedo grabar con una calidad increíble, sin necesidad de técnicos a mi alrededor. Esa es la parte positiva.


¿Cómo conjuga la relación entre trabajo y vida pública teniendo en cuenta que en sus obras hay un posicionamiento político claro, además de que enseña en parte su intimidad?
Todo forma parte de mi vida. Es posible que seas el pintor más genial de todos los tiempos y que, al mismo tiempo, nadie haya visto tus cuadros. Pero hay algo que he observado con el tiempo: es difícil que alguien se interese por lo que otros estén haciendo, sobre todo en el ámbito artístico. Yo, personalmente, prefiero estar/trabajar más tiempo con mi perro que con estrellas de cine, por ejemplo.