TERESA MOLERES
SORBURUA

Gingko biloba

L os botánicos consideran al Gingko biloba como un caso particular difícil de clasificar. Es una conífera de hojas caducas. En realidad se le considera una reliquia vegetal, anterior a la época de los dinosaurios, una especie de fósil viviente de unos 150 millones de años.

Ha conseguido sobrevivir a todas las catástrofes ecológicas y climáticas que han castigado la Tierra, conservándose milagrosamente en el Extremo Oriente durante milenios. Hasta el siglo XVIII no se conoció en Europa y fue introducido por un comerciante francés muy rico que compró el primer espécimen por cuarenta escudos. Una cantidad extraordinaria para la época y que le ha valido el nombre popular de «árbol de los cuarenta escudos».

Dos siglos más tarde fue el único en sobrevivir en la tierra quemada después del impacto nuclear que arrasó Nagasaki, en Japón. Después de estas pruebas, parece que no hay nada capaz de matar este árbol, que tiene una esperanza de vida de hasta dos mil años. Y muy importante, tampoco debemos olvidar su aguante a la polución urbana, incluso parece que puede sanear los aires viciados de las ciudades.

Sus exigencias de cultivo son escasas. Hay que evitarle los suelos arcillosos que se empapan de agua en invierno y que en verano se secan hasta parecer cemento. Como ornamental, lo más apropiado es plantarlo en solitario para que luzca mejor su porte regular cubierto por sus hojas únicas. Estas parecen pequeños abanicos abiertos que forman dos lóbulos, que le dan su apellido de biloba, y que cambian de color de un verde suave en primavera a un amarillo dorado en otoño, cuando luce en todo su esplendor. Otra característica es que los ginkgos femeninos tienen unos frutos como cerezas muy tóxicos y de olor fétido cuando se abren, motivo por el que en los viveros solo se encuentren ejemplares machos.

En el momento de la plantación, se debe recordar la gran envergadura que adquiere en su edad adulta, cuando puede alcanzar hasta 30 metros. No es el caso del pequeño ginkgo que he comprado, parecido a un bonsái. Estoy esperando a que le salgan las hojas para probar sus ventajas medicinales y cosméticas en infusión, ya que, según dicen, proporciona piernas ligeras, aumenta la memoria y, no menos importante, hace crecer el pelo.