Esteve Plantada
Entrevista
Richard Ford

«Pensar es una acción. Y una palabra también es una acción»

Me comenta que vive, como yo, en una ciudad pequeña, al lado de una gran urbe. «Siempre estoy aterrorizado con el tráfico. Nosotros solo tenemos un semáforo. ¿Se imagina? ¡Un semáforo en todo el pueblo!», afirma mientras estalla a reír, con esa mirada franca y cómplice que lo llena todo. De hecho, es así como Richard Ford (Jackson, EEUU, 1944), con sus 71 años muy bien llevados, ha conseguido entrar en el imaginario literario de los últimos tiempos, gracias a esa afabilidad inquebrantable que puede venir proseguida de un terremoto en forma de ironía sutil y punzante. Puede que sea eso y su mirada, muy a lo Clint Eastwood y siempre al acecho de lo imposible, lo que le hace un autor referencial de los tiempos que corren, con una sapiencia ganada a base de años, de oficio, de talento y de muchas horas de vuelo. Sin vanidades vacías. «Más que de ser un gran escritor, me siento feliz por ser un escritor vivo, cosa que ya me complace lo suficiente», dice, tal cual.

Es así este gran autor que no se cree más de lo que debería, un Ford que no se detiene, pero que va a ritmo pausado, que saborea la vida y todo lo maravilloso de ser parte de ella, de gozarla, de sentirla. Acaba de publicar “Francamente, Frank” (Anagrama, 2015), la novela que retoma su mayor creación, el lúcido Frank Bascombe, un hito convertido ya en un referente de la literatura estadounidense de la última era. Después del enorme debut que supuso “El periodista deportivo” (The Sportswriter, 1986), y de pasar por “El día de la independencia” (Independence Day, 1995) y “Acción de Gracias” (The Lay of the Land, 2006), Frank vuelve a la carga con una nueva avalancha de dardos en forma de narración chispeante. Como novedad, Ford presenta un libro que es formado por cuatro historias independientes, todas escritas bajo el detonante de los destrozos que causó el huracán Sandy. «Me impactó comprobar cómo eso había destruido la vida de millones de americanos», sostiene. Sin la pretensión de resucitar a Frank en un principio, la conmoción de lo visto empujó a Ford a escribir sobre ello. Fue, en pleno proceso de ficcionar el desastre, cuando vio que Bascombe todavía estaba allí.

Puede que todavía resonase con fuerza en su cabeza ese “Catch-22” que escribió Joseph Hellere, de influencia notoria en las páginas que alimentan el mito de Bascombe. «Es un gran ejemplo de cómo la comedia y la tragedia se abrazan», dice. Un libro que habla de la guerra y de la muerte, «cosas muy serias», pero que lo hace desde un punto de vista divertido. Puede, también, que todavía retumbe ese “Huracán en Jamaica” (1926), de Richard Hughes, y esas fatalidades que son anunciadas en base a la reacción de los animales, siempre por delante de los humanos en lo referido al estímulo y a la percepción de la inefable. «Paul Éluard también decía una cosa similar: existe otro mundo, pero está en este mundo. Debemos fijarnos más detenidamente en las cosas». Y, tal vez, vivir para contarlo.

En «El periodista deportivo», Frank afirma que «decirlo todo no es necesario». Partiendo de ese supuesto, ¿cree que es importante no sobreexponerse más de la cuenta en materia literaria? ¿Hasta dónde debemos mostrar y explicar?

A decir verdad, creo que Frank afirma que decirlo todo está absolutamente sobrevalorado. Pero, en mi opinión, cuando haces literatura es muy necesario decirlo todo. Ese es el gran problema de Hemingway, la razón por la que creo que no fue un gran escritor. También es la misma razón la por la cual Faulkner sí lo fue. Faulkner siempre está intentando decir lo máximo posible, mientras Hemingway afirmaba que «decir menos es decir más». Para mí, es claro: menos es menos y más es más. Si te dedicas a escribir libros, estás intentado decir cosas que de otra manera no se podrían decir. Y eres consciente que debes sumergirte en un proceso donde interviene la invención y donde nos apercibimos de la gran libertad que sentimos diciendo lo indecible. Siempre intento que mis alumnos, cuando los tengo, salgan de la clase con un concepto claro: «Di más». Di más, porque si no lo dices, nunca lo podrás descubrir.

Siempre ha afirmado que la novela es un gran artificio.

Cierto. En primer lugar, porque cuando escribes todo es «ciertamente no orgánico». No crece de manera natural en el suelo, ni puede florecer en el pasto. Las novelas son una construcción de palabras cuyas partes nunca fueron juntas antes. No es una cosa natural, como es obvio. Es una creación que los seres humanos hacemos a partir de la superación de nuestra experiencia con lo orgánico, con el mundo de lo intuitivo y el de los instintos. Tenemos la necesidad de hacer algo, algo nuevo que nunca antes habíamos podido leer, porque el mundo real siempre se nos presenta de manera azarosa, en pleno caos. Y este es el quid de la cuestión: que nosotros intentamos permanentemente dominar el mundo para representarlo de una manera óptima, ordenada.

¿Qué ha cambiado en Richard Ford desde que escribió su primera novela, «Un trozo de mi corazón» (A Piece of My Heart, 1976)?

¡Ahora soy mucho más sabio que entonces! (sonríe) He gastado cuarenta y cinco años de mi vida leyendo libros. Es una diferencia sustancial respecto al principio. Y también he pasado estos cuarenta y cinco años escuchando a la gente hablar sobre literatura, y también he intentado explicar qué es la literatura a la gente joven. Por lo tanto, creo que ahora conozco mucho mejor este mundo de lo que lo conocía cuando empecé. También conozco mucho mejor cómo funciona, lo comprendo mejor de lo que lo hacía en esos años. Pero, afortunadamente, todavía hay mucho por hacer.

¿Cree que uno de los caminos que conducen al éxito literario es invertir, precisamente, muchas horas en la lectura y ser un gran lector?

Si soy un gran lector es porque soy muy lento. No leo rápido, porque no tengo razón alguna para hacerlo, pero debo confesar que tampoco podría leer rápido si lo quisiese. Soy un ser de naturaleza lenta para todo. Pero sí, efectivamente, leer es una gran escuela.

Pero imagino que no es suficiente acumular muchas horas de vuelo como lector para transcender como un buen escritor. Teniendo en cuenta esa sabiduría que ha adquirido con el tiempo, ¿qué le recomendaría a un joven escritor que quisiese obtener el éxito de Richard Ford?

Convencerlo de que no lo hiciera, ¡porque sería un fracaso más que probable! Fallar lo haría totalmente infeliz. Y cuando digo que podría fallar, no lo hago porque no sea lo suficientemente inteligente para ello, sino por pura mala suerte, por casuística. Mi caso es atípico, porque –lo confieso– yo he sido muy afortunado. La mayoría de cosas buenas en mi vida me pasaron allí dentro, en la literatura. Y eso no es lo normal.

La literatura es un mundo donde el autor hace de demirugo, creando y destruyendo sus propias reglas, sus propias convicciones y leyes. Supongo que esto es tremendament adictivo. Pero, de vuelta al mundo real, para vivir sin sobresaltos es conveniente hacer muchas concesiones. En un pasaje del segundo relato de «Francamente, Frank», donde Frank dice a Mrs. Pines, al inicio de su visita: «El mundo sería mejor si todos dejáramos entrar en nuestras casas a los demás». ¿Lo cree realmente?

Todos deberíamos dar la bienvenida a la diferencia en nuestras vidas. Deberíamos dar la bienvenida a todo lo que no sabemos ni conocemos, a toda aquella gente que tememos, que nos produce miedo.

¿Es la vida una concesión constante?

La vida es una negociación constante, más que una concesión.

Aristóteles decía: «Conocemos a la gente por lo que hace, no por lo que dice». Un gran ejemplo es Frank Bascombe, que nunca dice todo lo que sabemos que está pensando. Como lectores, hemos empatizado con Frank gracias a sus pensamientos, su verdadera alma.

Pensar es una acción. Y una palabra también es una acción.

Por lo tanto, ¿es necesario que tengamos esa línea directa con su cerebro y sus emociones para comprender cómo puede ser de complejo el mundo?

La razón por la cual queremos saber el interior de la vida de otras personas es porque creemos que podemos encontrar la manera de amarlas y que podría ser posible a través de una conexión directa, sin filtro alguno. No me gusta generalizar, pero pienso que esta es la meta más importante que tenemos los seres humanos: aprender, conocer y apreciar a los demás. Y que podemos hacerlo posible.

En el final de «El día de la independencia», Bascombe mira el desfile del 4 de julio desde la distancia, y se da cuenta de que quiere unirse a él. Es una acción determinante, que crea muchos interrogantes. ¿La mejor solución es siempre unirse a la comunidad? ¿Ser parte de un gran conjunto, de un todo? Frank es un hombre tremendamente independiente, pero hay un momento en que incluso él necesita hacerlo.

Sí, es rigurosamente cierto. Pero, ¿por qué crees tú que es importante ese paso de Frank?

Porque quiere sentirse parte de «un» algo con corazón y a lo que apegarse.

Así lo creo, pero es una pregunta que muy poca gente me ha hecho. Cuando escribí “El día de la independencia”, concluí el libro con un final completamente diferente. Una vez terminado, entendí que el final que había escrito no era el correcto y quise cambiarlo, justo cuando ya estaba entregado y a punto de entrar a máquinas. Le dije al editor que esperase, que quería escribir otro final y él me dijo que no podía hacerlo. «Pues no podrás publicar el libro», le espeté. Tenía otro final, lo quería escribir y sentía la necesidad de hacerlo. Por suerte, pude, en el último suspiro. Y, para mí, ese final siempre ha sido el más esperanzado y optimista en muchos sentidos. El mejor final que jamás haya escrito.

¿Qué pasó para que se produjese esa clarividencia y no parar hasta conseguir cambiarlo?

Frank me decía que lo tenía que hacer, que debía de estar dentro de esa marcha, de ese desfile. “Francamente, Frank” trata de los intentos de Frank por convertirse en un testigo de utilidad para los demás, para ser capaz de entrar en sus vidas. ¡Para mí esta es la cosa más importante en el mundo! Es muy difícil para los escritores hacer el esfuerzo de mirar hacia adentro, del mismo modo que es muy complejo hacer sentir a los lectores que son parte de la humanidad. Tu trabajo como narrador, aquello que escribes, es el único boleto de entrada a este sentimiento. Para mí, hablar de ese final al cual te referías es hablar acerca de la mejor cosa que he escrito nunca.

Después de casi una década en silencio, ¿por qué sintió la necesidad de volver a escribir un nuevo libro de Frank Bascombe? ¿Puede que sea producto de esta pulsión como escritor de la cual me estaba hablando?

Fue por el huracán Sandy, porque quería escribir un libro que demostrase la manera en cómo ese desastre masivo había destruido muchas vidas. Al mismo tiempo, quería demostrar que esa catástrofe, a pesar de estar a miles de kilómetros de distancia, también nos afecta.

Esto me conecta con su anterior novela, «Canadá» (2014), donde se cuestiona la validez de ese mito americano fundacional, que aboga por «la posibilidad de empezar de nuevo en otro lugar». «Francamente, Frank» fue escrito después del paso desgarrador del Sandy, que arrasó con todo. ¿Cree realmente en el poder de la gente para empezar de nuevo?

Creo que no es posible escapar de uno mismo. Si tú piensas que para empezar de nuevo puedes escapar de ti mismo, eso nunca sucederá. Pero yo creo que es posible empezar de nuevo una vida en un nuevo lugar y tener la esperanza de empezar de cero en un lugar donde las cosas podrían ser mejor. En “Canadá”, Dell Parsons dice: «La única cosa que conecta todos estos eventos soy yo». Por lo tanto, tú eres la conexión entre todos los episodios de tu vida. Tú, hasta el día de tu muerte, siempre estarás ahí. Y tú nunca serás capaz de escapar de ti mismo.

¿Cómo encontró a Frank cuando retomó el personaje?

No he tenido que buscarlo ni encontrarlo, porque Frank siempre ha estado allí. Sirva de ejemplo que siempre ando escribiendo en mi bloc de notas cosas que él diría o que podría decir, o que debiera estar pensando, o aquello que le gusta o aquello que estaría haciendo. No ha sido nada difícil resucitar a Frank, porque él nunca ha estado demasiado lejos de donde estoy yo.

Comentaba que el libro surgió de una visita a New Jersey para ver in situ el impacto que causó el huracán. ¿Qué lo llevó a escoger este tema para su nuevo libro?

En cierto modo, me sentí empujado a hacerlo. Ver los efectos del huracán Sandy me provocó una enorme impresión. Sentí un nudo muy fuerte en mi garganta que, al instante, asocié con la idea y el deber de escribir algo sobre ello. Pero me preguntaba: «¿Qué puedo escribir? ¿Es algo de lo que pueda escribir?». Fue difícil porque yo nunca había tenido en mente la expectativa de escribir sobre algo así. Simplemente lo encontré, no lo escogí. Evidentemente, dije «sí» a la invitación a hablar de ello, porque pensé, de inmediato, que era un gran evento. Y los escritores siempre andamos buscando grandes eventos que nos provoquen profundas impresiones, pero no siempre tenemos las palabras adecuadas para plasmar estas emociones… En tu tiempo de vida tienes tan pocas posibilidades de encontrar cosas así; o sea que, cuando viene una, ¡solo puedes cogerla!

¿Es la actualidad del momento una fuente de inspiración para Richard Ford?

Parcialmente, porque no puedes escapar de ello. Ahora estamos aquí, mientras convivimos con noticias impactantes sin cesar, todo el tiempo. Lo más duro de esto es saber con claridad qué tiene importancia como para usarlo y qué no. Con lo que se refiere al huracán, yo solo estaba allí, esperando. Si veo algo que sucede que pienso que es importante, primero hago esto: esperar. Un rato más tarde lo vuelvo a analizar y compruebo si todavía permanece en mi cerebro. Pero, créeme: vivir permanentemente con la CNN es muy duro, con ese cartelito que va corriendo y en donde siempre pone, en letras chillonas, «Última hora»… las veinticuatro horas del día.

¿Por qué pensó que Frank era quien debía hablar de eso?

Porque él tiene la capacidad de ser, al mismo tiempo, serio y cómico. Y porqué tiene una especie de «inteligencia negociable» que creí que me llevaría por el buen camino, teniendo en cuenta el material con el que me enfrentaba.

¿Lo dramático debe ser explicado de una manera cómica y la comedia debe ser relatada de manera dramática?

Sí, algo así sucede, siento esa afirmación muy cercana a mi manera de entender la creación. Se puede escribir sobre cosas serias de un modo irónico. La comedia debería hacer penetrar en nuestra vida las cosas más serias que existen. Creo que la tragedia y la comedia son las dos caras de la misma moneda.

¿Cuál es la distancia o la proximidad existente entre Frank Bascombe y Richard Ford?

Bien, yo creo que él es mucho más apetecible y agradable de lo que lo soy yo. Compartimos intereses, las mismas convicciones, pero él tiene una vida completamente diferente a la mía. Y tiene una gran suerte: Frank escapa al final de la página, pero yo debo continuar cuando se termina.

Frank mira el mundo sin piedad. ¿Es necesario que exista gente con ese ojo crítico?

Frank es crítico, cierto, justamente porque entiende que las cuestiones de la vida y de la muerte son muy serias. Frank entiende que la vida es todo lo que tenemos y que no hay otra vida después de esta. Entiende que nuestras acciones tienen consecuencias.

En su reciente presentación para la prensa, usted afirmó que la literatura debe siempre sobrecogernos y hacernos estremecer. ¿Puede que justamente ese sea el secreto de Frank Bascombe?

Mmm… no lo sé… De hecho, cuando escribo nunca pienso en el éxito ni en cómo va a ser recibida la novela. Para mí, el placer no está en el resultado, sino en hacerlo. He gastado la mayor parte de mi tiempo escribiendo libros, no finalizándolos. Para mí, el único éxito es ser capaz de continuar haciéndolo. Ni premios, ni reconocimientos, ni recompensas, ni dinero… Solo la oportunidad de hacerlo de nuevo.

¿Richard Ford todavía cree que es un aficionado y no un profesional de la escritura?

Cada libro te obliga a superar nuevos obstáculos y nuevos retos donde necesitas obtener diferentes resultados. En mi opinión, no existen protocolos o recetas que funcionen, como si la escritura fuese producto de un manual. Para mí, escribir es algo más que un hobby, pero algo menos que una profesión.

Afirma que el oficio de escritor es una de las ocupaciones más optimistas que podríamos ejercer. Viendo el sostenido tono depresivo que siempre se ha asociado a los escritores, y observando las lamentaciones de buena parte del sector, parece una boutade. ¿Por qué lo cree?

Porque hago cosas que espero que los demás encuentren útiles. ¡Para mí esto es ser muy optimista! Cuando estoy en mi pequeña habitación de mi pequeña casa, escribiendo, y alguien luego, tiempo después, en alguna parte del mundo, encuentra algún significado a lo que he escrito… ¿Como no puede ser eso terriblemente optimista?

¿Puede que esto sea la ansiada felicidad?

¡Oh! La felicidad es algo demasiado complejo. Me quedo con la satisfacción, aprender algo, hacer la vida más inteligible. Eso sí.