Janina Pérez Arias
Entrevista
Giuseppe Tornatore

«La tecnología nos da una percepción de invulnerabilidad que realmente contrasta con la eterna fragilidad del ser humano»

El reconocido realizador italiano, alcanzados los 60 años, vuelve a la cartelera con “La Correspondencia”, una historia de amor protagonizada por Jeremy Irons y Olga Kurylenko, que se convierte en «eterna» gracias a la tecnología. Cuando apenas contaba con 16 años, Giuseppe Tornatore (Bagheria, Sicilia, 1956) empezó a dirigir teatro. En aquel tiempo, mientras en su casa la política dominaba las sobremesas –ya que su padre Peppino era un activo sindicalista de la Confederazione Generale Italiana del Lavoro– al jovenzuelo Giuseppe le ocupaban la mente más bien las obras de Luigi Pirandello. Antes de convertirse en lo que es hoy, uno de los realizadores más respetados y renombrados de Italia, Tornatore se quedó un tiempo en las tablas, pasó por la fotografía y la televisión, para luego dedicarse al documental. Después de firmar su primer largometraje de ficción, “El Camorrista” (1986), y tras el éxito mundial de “Cinema Paradiso” (1988), el nombre de este siciliano se convertiría en referencia del nuevo cine italiano.

Con “La Correspondencia”, una película protagonizada por Jeremy Irons (“M. Butterfly”, “Night Train to Lisbon”) y Olga Kurylenko (“A Perfect Day”, “Quantum of Solace”), Tornatore vuelve a narrar una historia de amor. Esta vez es entre una estudiante de astrofísica y su profesor, quien de repente desaparece para entablar con su joven amante una comunicación 2.0; a la vieja usanza, es decir, por correo.

Salvando la lejanía geográfica, a través de otra vía de comunicación en peligro de extinción, como es el teléfono, Giuseppe Tornatore nos cuenta desde Roma algunos detalles de su más reciente película, del amor, del pasado y su futuro, pero también del origen de sus historias.

Cuando se le pregunta sobre el origen de sus historias, siempre dice que la tenía desde hace años en el cajón, el cual se puede imaginar que tiene que tener dimensiones descomunales. Pero ¿qué le mueve a pensar que una historia en particular merece ser llevada al cine?

En general, cuando tengo en mente un idea, no me pongo a escribirla inmediatamente. Escribo la idea en sí, le agrego dos líneas, la meto en mi cajón alegórico, y la dejo allí. Me gusta mucho dejar que el tiempo trabaje con una idea en el sentido de que algunas las olvido, lo cual me hace pensar que no eran tan importantes. Sin embargo, si una idea sigue volviendo a mí, reapareciendo durante años y años, quiere decir que tiene una urgencia en mi mente, en mi memoria, en mi deseo de hacer una película. Entonces me decido a escribirla, a desarrollarla. Este proceso es muy importante y siempre lo he hecho así, no solo con “La Correspondencia”, y por tanto me gusta fiarme de mis historias, no por enamoramiento a primera vista, sino por un enamoramiento que tiene sedimento del tiempo.

¿Cómo llega la astrofísica a la historia de «La Correspondencia»?

Llego a la astrofísica muy al principio porque la historia estaba muy condicionada por la imagen de las estrellas que, aunque estén muertas, siguen irradiando su luz durante siglos. El hecho de saber que muchas de las estrellas que estamos viendo ya no existen desde hace mucho tiempo, pero seguimos todavía viendo su luz, era la metáfora perfecta de la figura del personaje protagonista de la película. Decidí que el mundo ideal donde ubicaría al protagonista, y también ciertos elementos constantes para todo el desarrollo de la trama de la película, tenían que girar en torno a la astrofísica.

La luz que no se extingue es también un símbolo del amor, que es una constante en sus películas. ¿Qué ha cambiado en su percepción del amor desde el inicio de su carrera hasta hoy?

No sé cómo ha cambiado, pero cuanto más pasan los años, más me doy cuenta de la importancia que tiene ese sentimiento en nuestra existencia, de cuán importante es a veces la manera de vivir nuestros amores. Incluso después de concluir un romance, esos amores siguen perdurando en nuestra vida, ya que cuando termina no se acaba del todo, exactamente como las luces de las estrella. Por tanto, los amores que tenemos la suerte de vivir todavía, y por supuesto los que hemos tenido el privilegio de experimentar, serán siempre el punto de fuerza de nuestra existencia hasta nuestro último día de vida.

En el monólogo final de «La Correspondencia», Jeremy Irons habla de la muerte. ¿Qué tienen de personal esas reflexiones?

Ese monólogo está fundado sobre pensamientos que atraen la sensibilidad y el interés del espectador. Se basa también un poco en un racionamiento sobre el absurdo, ya que nadie puede demostrar que sea cierta la teoría que sostiene que cuando dejamos a alguien tenemos el derecho a la inmortalidad, la cual perdemos por responsabilidad propia. Me divierte que no se pueda probar, como el hecho de que los seres humanos nacen inmortales y por su fragilidad, por su eterna imperfección, pierden ese privilegio. Me parece una imagen fascinante, y por eso disfruté mucho elaborando esas reflexiones a través de las palabras del protagonista.

La idea de inmortalidad parece que cada vez es más posible gracias a la tecnología, pero ¿cree usted que nos olvidamos de vivir el presente pensando en la eternidad?

Sí, en cuestión de pocos años, la tecnología ha alargado nuestras vidas. En la misma unidad de tiempo de hoy con respecto a hace unos años, podemos hacer muchísimas más cosas; por tanto, nuestra vida se ha prolongado. Y todo esto ha derivado en tener la ilusión de que la tecnología pueda ser también una promesa de inmortalidad. Es decir, que además de alargar nuestras vidas, también las ha «ensanchado» en cierto modo, y todo esto ha transformado la percepción de nuestra existencia. La tecnología nos da una percepción de invulnerabilidad que contrasta realmente con la eterna fragilidad del ser humano.

¿Cómo es la relación personal que tiene usted con la tecnología?

La uso todo lo que puedo, aunque no estoy obsesionado. Me ayuda mucho en mi trabajo y en mi vida diaria, pero trato de no abusar de ella. Y, sobre todo, me da mucha curiosidad en general todo lo que aparece nuevo, todas las novedades de la tecnología.

¿A qué se debe que este sea el segundo filme consecutivo que hace fuera de Italia y en inglés?

Aunque en el pasado había hecho otra película en inglés y una en francés, es cierto que esta es la primera vez que consecutivamente trabajo en el extranjero. Esto se ha debido a que los productores de “La Mejor Oferta”, prácticamente al día siguiente tras el éxito que tuvo ese filme, me propusieron hacer otro filme en inglés con un elenco anglófono para continuar con la experiencia anterior. Me di cuenta de que la historia de “La Correspondencia” efectivamente se prestaba a una ambientación no italiana. Entonces me pareció bien la proposición del productor.

¿Por qué en estas dos últimas películas se reiteran tres elementos en concreto: el amor sin edad (entre un hombre maduro y una mujer joven), el misterio y la ausencia?

Hay que tener en cuenta que se trata de dos historias completamente distintas, pero sí hay elementos que unen estas dos película. “La Correspondencia” puede leerse como una especie de campo opuesto a “La Mejor Oferta”; en ambas se habla de una historia de amor entre personas de edad completamente distinta, pero sobre todo en “La Correspondencia” con respecto a la anterior, los dos personajes están unidos por el amor a pesar de la ausencia y la distancia. En esta, mucho más que en “La Mejor Oferta”, la distancia es mayúscula, es absoluta, no se puede resolver. Además, en “La Correspondencia”, todo se ve desde el punto de vista de la mujer protagonista, mientras que en la anterior se contaba la historia desde el punto de vista masculino.

 

No sin Morricone. «Recordar/ recordar/ es como morir un poco/ ahora lo sabes / porque todo vuelve aunque no lo desees». Así comienza la breve pero hermosa canción que el mismo Giuseppe Tornatore escribió para “Pura formalidad” (1994), filme para el cual logró una extraña pareja protagonista: Gerard Depardieu y Roman Polanski. El gran compositor italiano Ennio Morricone (recientemente ganador de un Óscar, reconocimiento que ya atesoraba por su carrera) le puso música a esos breves versos que hablan del recuerdo y del olvido. La estrecha y larga relación entre el músico y el realizador se ha convertido en una verdadera amalgama. Y cada vez que se le pregunta a Tornatore por la colaboración inicial en la galardonada y muy querida por el público “Cinema Paradiso” (1988), sonríe y procede a narrar cómo fue aquel primer contacto a través de su productor, cuando Morricone estaba en la cúspide de su carrera tras el éxito de “La misión” (Roland Joffé, 1986), lo cual pensaba Tornatore que constituía una razón más para que el músico no accediera a trabajar con un completo desconocido empeñado en llevar adelante su segundo largometraje.

«El día después de enviarle el guión de ‘Cinema Paradiso’, Ennio llamó a mi casa pidiéndome que fuera a verlo de inmediato», cuenta la anécdota el cineasta. «Después de estrecharme la mano y de ofrecerme asiento, lo primero que me preguntó fue si quería música siciliana para la película. ¡Él temía de que yo quisiera ese tipo de música! (risas) Tiempo después le pregunté qué le había convencido para trabajar conmigo, a lo que me respondió: el final de la película».

Usted no hace un filme si no cuenta con el montador Massimo Quaglia y con el músico y compositor Ennio Morricone. ¿Es muy importante para usted rodearse de personas en las que confía, con las que tiene una antigua relación laboral?

Muy a menudo, de película en película, cambio a mis colaboradores. Sin embargo, algunos siguen siendo los mismos porque durante estos años hemos logrado un entendimiento, e incluso una gran amistad. Por tanto, cuando empiezo a desarrollar un proyecto no me planteo nunca quién va a ser el montador, porque tenemos un método de trabajo con Massimo Quaglia, y para mí es natural trabajar con él. Eso mismo ocurre con Morricone. Nos conocemos y somos amigos desde hace 27 años, nuestro comprensión mutua se ha convertido en una relación consolidada, muy natural. Así que cuando estoy haciendo una nueva película, nunca pienso quién será el músico de la misma, porque mi músico es él.

Teniendo en cuenta esa amistad, ¿cómo ha sido para usted sacar adelante el documental sobre Morricone, titulado «Lo Squardo della Musica»?

Es una mezcla de sentimientos. Por un lado, me complace mucho hablar de él; por otro, me parece que estoy haciendo un documental sobre algo que me es tan próximo, tan querido, tan personal, que lo siento casi como si fuera una autobiografía. Aunque estoy contando la historia de una persona que no soy yo, nuestra relación de trabajo es tan estrecha, que a veces siento que estoy haciendo un documental que también habla de mí, que podría ser casi una autoperspectiva biográfica, si se puede llamar así. El documental aún no está terminado, ha tenido una elaboración muy larga. Además, continuamente lo interrumpimos por mis obligaciones, y sobre todo por las de Morricone; por lo tanto, creo que nos vamos a tardar mucho más.

Siempre dice que todavía le sorprende el éxito que tuvo, y que sigue teniendo, «Cinema Paradiso». Usted tiene una hija adolescente, ¿ya ha visto esa película? ¿Cómo fue su reacción?

Sí, la vio, y lo que me preguntó cuando la vio por primera vez fue: «Papá, ¿pero pierde los ojos realmente durante el incendio?» (se ríe). Le aterrorizaba la idea de que durante el trabajo hubiéramos dejado ciego al actor.

Nos preguntamos si una persona como Giuseppe Tornatore va regularmente al cine o si lee mucho. ¿De dónde se nutre usted para alimentar su creatividad?

Antes iba al cine por lo menos dos o tres veces por semana; ahora voy menos y muchas películas termino viéndolas en casa o en el estudio, en DVD o en Blu Ray. La verdad es que no leo cuando estoy rodando, pero entre una película y otra sí que leo mucho. ¿Que cuál es mi alimento, de qué me nutro…? (reflexiona en voz alta) Más que ver película de otros, es mirar alrededor, sentir lo que le ocurre a la gente que veo por la calle o con aquella con quienes me relaciono. Son las personas las que me dan las sugerencias, las provocaciones que luego hacen que nazcan las ideas en mi mente.

Mirando estos tiempos oscuros que vivimos con violencia, crisis, corrupción y otros males de la sociedad, ¿cómo depura usted todo eso para extraer de allí hermosas historias que le llenan de esperanzas al público?

Trato de que no contamine mi trabajo y mi manera de pensar en las historias todo lo que ocurre alrededor y que puede originar miedo, deseo de aislamiento, o una parálisis. Trato de proteger mis ideas, mi manera de contar en el cine, de los horrores que nos asedian, que nos rodean.

Este año usted ha cumplido 60 años, ¿siente nostalgia hacia el pasado o más bien alegría hacia el futuro?

Es difícil responder, porque quizá podría invertir lo que dices, ya que siento mucha nostalgia por mi futuro y mucha alegría por mi pasado, en el sentido de que estoy feliz de cómo ha sido mi vida hasta ahora, y siento curiosidad hacia el porvenir, tengo ganas de hacer muchas cosas en el futuro. Mi pasado ya no me causa nostalgia, sino alegría; en cambio, mi futuro me produce una tensión muy parecida al sentimiento de la nostalgia, pero entendida como esperanza, como un elemento positivo.

“La correspondencia” llega a las salas comerciales el 22 de julio.