IñIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

El peso de la historia

Hay proyectos de arquitectura que nacen condicionados, incluso totalmente supeditados, al lugar al que deben sumarse. Puede pensarse que un lugar, en principio, no es más que un espacio con unas determinadas condiciones geométricas, pero lo cierto es que ningún territorio puede abstraerse lo suficiente para desvincularse de su propia historia.

Un campo de batalla, el edificio de un matadero o una antigua prisión serán, una vez abandonados, solares o estructuras edificadas reutilizables por la práctica arqui&discReturn;tectónica, pero jamás serán un papel en blanco, ya que el pasado y la memoria del lugar llamarán constantemente a la puerta del proyecto futuro.

Independientemente del posicionamiento actual o de la ideología del autor, el lugar estará cargado de recuerdos, simbolismos o rastros, como si una neblina impidiese ver con claridad el futuro y remitiese siempre al pasado. Dominique Perrault, tal vez el arquitecto francés más consagrado, ha sido el encargado de enfrentarse a la ampliación y rehabilitación del ala Dufour del palacio de Versalles, símbolo del antiguo régimen en el Estado francés. La pequeña pieza añadida a la estructura existente, el antiguo pabellón Dufour, tiene como objetivo facilitar y simplificar la entrada de visitantes a través de un único punto de acceso.

La actual remodelación crea dos nuevos espacios públicos, uno abierto hacia las oficinas administrativas y otro que sirve para dar paso a un área de recepción entre el Cour Royale, el Patio Real del gran palacio de Versalles y el Patio de los Príncipes. Este espacio entre ambos patios sirve para albergar una gran escalera que conduce a los míticos jardines del palacio.

El antiguo recorrido casi laberíntico que estaba obligado a realizar el visitante ha quedado anulado por un esquema circular, que se inicia y finaliza en la zona de recepción. Una escalera de mármol, acompañada por un prisma de oro, conecta el patio principal con el hall de acceso, sirviendo de entrada y salida a los turistas.

Toda la intervención exterior queda por tanto enterrada. Casi exclusivamente una barandilla dorada es la única señal visible del nuevo proyecto desde fuera, lo que mantiene el acento sobre las antiguas construcciones de la residencia real.

La recepción ocupa la Galería de las Arañas, en la planta baja del ala antigua. Este espacio de techo alto se abre a los patios adyacentes y es la primera sala que los visitantes ven a medida que se abren camino por el palacio. Después de visitar el interior, un pasadizo subterráneo –que incluye una librería, una cafetería y aseos– conduce a los jardines, símbolo del paisajismo francés.

El punto central del proyecto es un pasillo de cristal de color dorado que trae la luz natural precisamente hacia este nuevo espacio subterráneo. Actuando como un gran prisma espejado, los paneles de cristal revelan las fachadas del ala antigua y la conexión mediante la nueva escalera de mármol.

Dominique Perrault también ha rehabilitado el edificio existente en sus pisos superiores. El primer piso alberga un restaurante, así como diferentes servicios que reciben a los visitantes, mientras que el nivel superior está ocupado por un auditorio rodeado de salas auxiliares a cada lado. Diseñada para dar cabida a casi seis millones de visitantes anuales, la recepción ofrece medidas de control y seguridad, la venta de entradas y el depósito de equipajes.

Pero más allá de la inclusión de estos usos lógicos para un palacio que se ha convertido en un museo, el proyecto pone de relieve las cualidades intrínsecas de la arquitectura clásica, una realidad de la que no se ha podido despegar.

La simetría, el color dorado del oro y la forma excesiva del barroco francés, estilos elevados a la máxima esencia en el palacio de Versalles, son reinterpretados desde una óptica contemporánea.

Más que en última instancia para conservar el patrimonio histórico, el proyecto de Perrault se supedita y establece una continuidad con el pasado atrapado por la esencia pomposa y grandilocuente del lugar, características propias de un sitio que el peso de la historia no permite sean pasadas por alto.