IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

Una historia china de (ciudades) fantasmas

Las noticias alarmantes sobre la existencia de una burbuja inmobiliaria en China son algo recurrente desde que, a principios del siglo XXI, el Estado chino inyectara liquidez en el mercado interior para fomentar el crédito, tratando de movilizar en 25 años a unos 250 millones de habitantes del agro chino a la ciudad. De este modo, se buscaba romper de una vez por todas con la larga y contradictoria relación entre las zonas más agrícolas y las urbes del régimen comunista chino. Mientras que, durante los años 50 y los 60, Mao Zedong pretendió industrializar el campo y reducir distancias entre los habitantes de la ciudad y los campesinos; Deng Xiaoping, en cambio, «convirtió» por decreto el campo en urbe, impidiendo la movilidad de los lugares rurales a la ciudad, pero dando libertad a los granjeros para que gestionaran sus propiedades. Jian Zeming, en la década de los 90, abriría las puertas de las ciudades a los ávidos nuevos consumidores, necesarios para un capitalismo de transición como el que estaba fraguándose.

Aunque la alarma planea desde 2001 –con la consecuente intervención estatal y vuelta al inicio de ciclo posterior–, la preocupación mundial se ha agravado por la confluencia de tres burbujas de calado: la inmobiliaria, la crediticia y la de inversión. Después de la crisis de valores bursátiles del verano de 2015, los pequeños y medianos inversores de la incipiente clase media china volcaron su dinero a un refugio en teoría menos voluble: los bienes inmuebles. De ese modo, las empresas y hogares chinos han pasado en poco menos de un año a doblar su endeudamiento, sobrepasando el valor del Producto Interior Bruto nacional con creces.

De las tres burbujas indicadas, la burbuja inmobiliaria es, sin duda, la que más poder evocador tiene. Nos habla del pasado, presente y futuro de la sociedad moderna; desde el efecto de las políticas de incentivación crediticia, que convierten al campesino recién llegado a la ciudad en un empleado atado a un crédito de por vida, hasta la presión social sobre los hombres chinos que desean buscar esposa y necesitan, siguiendo la tradición, una vivienda en propiedad para ello.

Qué duda cabe de que esta evocación viene también por una proximidad temporal con muchas prácticas desarrolladas en el Estado español durante la última burbuja inmobiliaria. Y es que entre la Cidade das Artes de Santiago de Compostela, diseñada por el estadounidense Peter Eisenman, y el Museo de Arte de Kangbashi, del estudio chino MAD Architects, solo hay un tema de escala, pero no de fondo. El museo, reconocido globalmente por su originalidad en la forma, fue construido como golpe de efecto para mostrar a la opinión pública que la ciudad de Ordos tenía un futuro prometedor, junto con otros hitos arquitectónicos, entre los que destaca el proyecto Ordos 100, dirigido por el artista Ai Weiwei y que tenía por objetivo colocar cien villas de prestigiosos arquitectos internacionales en la ciudad.

El fenómeno del «miedo a comprar». Pese a estos esfuerzos, la urbe ha pasado a ser conocida como una de las ciudades fantasmas de China, construida al albur de un plan quinquenal que planteaba una nueva extensión (Kangbashi) donde cupieran 300.000 personas a sumar al medio millón actual. La maquinaria del Estado se puso en marcha, urbanizando y construyendo en tiempo récord, llevando a cabo hitos arquitectónicos como el Museo de Arte, e incluso consiguiendo el dudoso honor de albergar el certamen de Miss Mundo 2012. Pero las ciudades pequeñas y medianas salieron escaldadas de la competición y, mientras que el precio de la vivienda ha subido en las grandes urbes hasta un 14% –con un espectacular pico del 57,8% en Shenzhen–, las perdedoras de la competición han visto rebajado su valor inmueble en medio de lo que los medios chinos han denominado como «pánico por comprar». Es ahí donde comienzan las ciudades fantasma, perfectamente equipadas con todo, excepto con habitantes.

Las imágenes de las ciudades fantasma recuerdan –a una escala decimalmente menor– a las promociones del Levante español, y el papel que la arquitectura ha jugado también resulta familiar. Durante el inicio de la actividad urbanizadora, en los años 90, existía un arquitecto por cada 30.000 habitantes de China (frente a los 2.000 del Estado español, por ejemplo), pero estos realizaban cinco veces más volumen de metros cúbicos construidos en una décima parte del tiempo. Con un estimado de 450.000.000 de metros cuadrados de viviendas vacías, la mayoría en las inmediaciones de esas pequeñas y medianas ciudades, los chinos van camino de aprender, a las duras, que el hormigón no se &indentHere;