IÑIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Equilibrio inestable

Se dice que la escultura clásica griega llegó a su máximo esplendor cuando comenzó a usar el contrapposto. Este término italiano podría definirse como la relación que las distintas partes del cuerpo establecen al iniciar el movimiento. El peso del cuerpo descansa principalmente en una pierna, por lo que la cadera correspondiente se eleva respecto de la otra, el tronco se estabiliza compensando con el peso de los hombros esa inestabilidad y el cuerpo comienza a desplazarse. La escultura congela de ese modo una postura en equilibrio inestable, que el cuerpo mantiene fugazmente entre un paso y otro del caminar. Es tal la tensión muscular que incluso los bloques de mármol necesitan refuerzos y en muchas de las piezas clásicas los personajes aparecen apoyados o recostados sobre troncos, pequeñas columnas o rocas figuradas que ayudan a estabilizar el cuerpo humano.

Este realismo dinámico parece también guiar la última obra del arquitecto Peter Zumthor. Un encargo que comenzó en el año 2002, y que forma parte del conjunto de intervenciones que la administración de carreteras públicas de Noruega está desarrollando para aumentar el turismo estival en la región norte, aislada por el invierno polar gran parte del año. Desde 1994, la administración ha abierto 18 rutas que serpentean por los impresionantes fiordos, costas y cascadas de Noruega, y el museo de las minas de zinc de Almannajuvet, desarrollado por Zumthor es uno de los varios proyectos arquitectónicos encargados a lo largo de esos senderos.

El museo se divide en cuatro pequeños pabellones, cuatro edificios que incluyen un pequeño museo, una cafetería, un refugio y un edificio de servicio, cada uno ofreciendo una visión diferente del paisaje aislado. Tanto el museo como la cafetería se alzan sobre las fuertes laderas del paisaje, equilibrados por sendas mallas de soportes de madera. Cerca, el edificio de servicio se ancla sobre el cortado del río, aferrándose a un gran muro de piedra que contiene la carretera y un pequeño parking.

Entre 1881 y 1899 varios empresarios trataron de extraer zinc en el barranco de Almannajuvet, cerca de Sauda, un remoto pueblo dedicado al acero en el suroeste de Noruega, situado en el centro de un fiordo que penetra profundamente hacia el interior de la región. En su apogeo 170 personas trabajaron allí, explotando y excavando mineral. Las vetas de mineral se agotaron, y los edificios improvisados de la mina construidos con materiales reciclados, con sus techos de corteza de abedul y de césped, volvieron a ser absorbidos por el paisaje salvaje.

Las montañas circundantes comenzaron a desmenuzarse, las laderas tuvieron que ser estabilizadas con anclajes metálicos, y los deslizamientos de roca más voluminosos necesitaron de una retirada del material. Por razones de seguridad, Zumthor se vio obligado a reposicionar dos de los cuatro edificios y de esta manera se adecuaron al recorrido del antiguo camino minero.

Una compleja hazaña de ingeniería. Esta constelación de edificios de Almannajuvet es también una respuesta al largo proceso de más de doce años que ha llevado la redacción y construcción del proyecto. En este sentido, la contaminación con otros que habitaron el estudio del arquitecto durante esos años es más que evidente. La estructura de bastidores de madera para el secado de pescado que había inspirado su proyecto en Vardo, parece reinterpretarse aquí.

Del mismo modo, el revestimiento de tela asfáltica, que empleó en el pabellón de la Serpentine Gallery londinense, reviste las distintas edificaciones sustituyendo al material azul cobalto de las propuestas iniciales. Por otro lado la materialidad final de las cuatro piezas alude a la temporalidad, improvisación y modestia del asentamiento minero inicial, que con materiales industriales, cubiertas de chapa ondulada, tableros y piezas de madera propias del túnel de la mina, formalizaban los recintos que quedaban suspendidos sobre la ladera. Pero para colocar sobre el granito de Sauda, cubierto de musgo, las nuevas piezas que se alzarán sobre la empinada ladera de la montaña, Zumthor diseñó una hazaña de ingeniería estructural compleja que da lugar a vistas dramáticas que tensionan el paisaje. El andamio de madera que resuelve la estructura toca el suelo con máxima tensión y las piezas metálicas se adaptan a la pendiente de la roca en una geometría que en cualquier momento podría deslizar.

Los pies de madera tocan el suelo como lo hace una bailarina de ballet de puntillas, es decir, con gran esfuerzo muscular pero con la elegancia que ese equilibrio inestable le otorga al parecer un ser rebosante de dinamismo. Un gesto similar al del contrapposto de las esculturas griegas que, a pesar de estar condenadas a la quietud al igual que las estructuras de Zumthor, parecen en disposición de andar un nuevo camino.