Existe una amplia variedad de plantas que no tienen miedo a tener los pies dentro del agua, aunque otras prefieran los bordes con tierra húmeda. El mejor sitio para el estanque, aunque solo sea un charco grande, está situado en la parte más baja del lugar o al final de una pendiente pequeña. Antes de llenarlo de agua es necesario colocar una capa impermeable que suele ser de plástico, material resistente a la intemperie, y que irá colocado sobre un fieltro para proteger el plástico de roturas. Previamente a instalar el fieltro y el plástico, conviene limpiar el fondo de piedras y raíces. Para los más “bio”, otra opción es que la capa sea de arcilla como se hacía antiguamente.

Económicamente sale más rentable utilizar una bomba de reciclaje con filtro que un grifo de agua potable. Al menos la mitad de la superficie debe estar libre de plantas, dejando además un tercio de los bordes sin flores. De esta manera, el estanque parecerá más natural y equilibrado. Por motivos de seguridad, si en el jardín hay niños, se recomienda colocar barreras de protección. Estas barreras se pueden disimular con la plantación.

Cada planta se introduce en el estanque en su tiesto, vigilando el nivel de agua sobre todo si el lugar va a estar en verano expuesto al sol. Entre las especies acuáticas contamos con nenúfares, sagitarias, ranúnculos acuáticos y jacintos de agua, estos últimos son invasores.

En los bordes húmedos se puede elegir iris pseudacorus blancos y amarillos, variagada o lysichiton, parientes de las calas con flores amarillas y blancas que casan muy bien con las floraciones ligeras de los astilbes. También está la Caltha palustris, de grandes flores amarillas, o los tallos erguidos de los equisetos invasores que aportan la línea vertical al conjunto. Como no siempre es posible tener un estanque, se puede optar por un recipiente grande lleno de agua para sumergir tiestos de diferentes tamaños con diversas plantas acuáticas. Los tiestos se alzan hasta la superficie con ladrillos.